Jazztel, CatalunyaCaixa, Cristiano Ronaldo…
De entrada debo pedirles perdón por si el título les acabara confundiendo y ustedes hubieran decidido entrar en este artículo esperando una historia que ligue esos tres nombres propios. No es así, son tres reflexiones sueltas con ellos como protagonistas. O quizá haya algo más, pero no era mi intención.
Es ya un lugar común en algunas discusiones de café las críticas al fariseísmo tan extendido en nuestra sociedad que es capaz de indignarse profundamente por los millonarios sueldos de algunos ejecutivos, con jornadas de trabajo que pueden llegar a las 70 horas con frecuentes desplazamientos, y a la vez idolatra a futbolistas, artistas, presentadores… que cobran bastante más por bastante menos horas.
Muchos de esos esquizofrénicos morales incluso se arrebatan cuando a alguna de sus amadas reliquias les pilla in fraganti la Agencia Tributaria. Corren rápidamente a la búsqueda de teorías conspirativas, maniobras enemigas o afanes confiscatorios del Estado para justificar el comportamiento de sus ídolos.
Así, por poner un ejemplo, para esta gente la supuesta evasión fiscal perpetrada por los que cerraron el fichaje de Neymar sería claramente una maniobra desestabilizadora del Madrid. Por el contrario, no dudarían en poner de oficio bajo sospecha el sueldo de cualquier político y no digamos los de presidentes o consejeros delegados de las empresas del Ibex a los que no dudan a la mínima de calificar de ladrones.
Es innegable que existe en nuestra sociedad un doble rasero que puede rayar la injusticia, irracional, pero que refleja de una manera sencilla la percepción que sobre determinadas funciones sociales viene expresando el CIS y otros sondeos en sus respectivas encuestas.
Pero todo es matizable, claro. Estos días hemos sabido que el ejecutivo mejor pagado de las 35 empresas que componen el Ibex español no es Botín del Santander, ni González del BBVA, ni Brufau de Repsol ni tampoco Alierta de Telefónica. No, el ganador es… José Miguel García, alguien a quien seguramente la mayoría de ustedes no conocen aunque sea el consejero delegado de la operadora telefónica Jazztel.
El ciudadano García ha cobrado el año pasado por su trabajo 15,2 millones de euros (1,2 millones de sueldo y 14 como bonus), de los que 10,2 han sido en metálico y el resto en acciones). Dirán ustedes que al fin y al cabo Jazztel es una empresa privada y que sus dueños pueden pagar a sus empleados de la manera que mejor les venga en gana. Sobre todo cuando los beneficios se llevan repitiendo año tras año.
Tal vez. Pero creo que hay consideraciones éticas y hasta lógicas que deberíamos tener en cuenta. Entre otras, que el plan de remuneraciones de la alta dirección ha generado en alguna ocasión un fuerte rechazo de los accionistas (en 2012, casi un 40% votó en contra). Que se pueda hacer no significa que se deba hacer.
El caso de CatalunyaCaixa es diferente. Esta pasada semana, un tribunal laboral dio la razón a su expresidente, Adolf Todó, y al exconsejero delegado, Jaume Masana, declaró sus despidos improcedentes y les reconoció el derecho a recibir 1,2 millones de euros en indemnizaciones e implícitamente en torno a unos 5,5 millones más en planes de pensiones.
¿Improcedente? ¿La sentencia o sus sueldos? No voy a reproducir aquí los motivos aducidos por el FROB para su despido, no es el caso, pero sí algunos datos: CatalunyaCaixa es una entidad dependiente de la Diputación de Barcelona, cuya tutela fue memorable, como es sabido.
La quiebra le va a costar al Estado, es decir, a usted y a mí y a los demás en torno a los 14.000 millones de euros y en los cinco años en que Todó estuvo al frente mientras él ganó 3,3 millones la sociedad perdió 13.154 millones. Quizá las pérdidas eran inevitables por la herencia recibida, pero el salario de sus ejecutivos no estaba en ningún ADN.
Y, para acabar, Cristiano Ronaldo. Perdonen el volantazo, pues a pesar de que este futbolista pueda ser un símbolo de todos los excesos e incongruencias morales a los que ese becerro de oro que es el fútbol nos puede llevar en una sociedad guiada por una clase bastante pusilánime, no está aquí por esos motivos. Lo que me ha llamado la atención del astro portugués es su última iniciativa.
Desde hace unos días, el futbolista es también editor. El colega ha lanzado una publicación CR7 e-magazine en formato digital en la que el principal objeto informativo será él mismo, claro. Ahí promete el reciente Balón de Oro se podrán encontrar detalles personales y profesionales vedados al resto de sus competidores.
Nada que objetar, faltaría más. Entre nuestros defectos no está precisamente el del corporativismo. Pero esta nueva apuesta (ya tiene web y es muy activo en las redes sociales) de Ronaldo viene a ser una demostración más de cómo está cambiando el mundo de la información. Al ser un sector sin apenas barreras de entrada, el papel de privilegiados intermediarios que desempeñábamos los periodistas desaparece. El protagonismo de los medios está en cuestión y debe resituarse.