Javier Monzón: en los negocios de Leviatán
Los topos crean laberintos, encrucijadas y trampas en las galerías de internet. Y quien intente atraparlos corre el riesgo de convertirse en cazador cazado. Alguien vuelca nuestros archivos en terminales desconocidas. La impostura del NSA y del FBI, que tan cara le está costando a Edward Snowden, solo es una señal de alarma. Los estados crean sistemas de defensa sofisticados y estos, lejos de alejar el miedo de la ciudadanía, lo magnifican. En España el sistema más reciente se llama Cyber Security Operations Centre (CSOC) y lo ha inventado Indra, la empresa tecnológica que preside Javier Monzón.
El CSOC es la reacción de Rajoy ante la avalancha de información que entra y sale de España por los intersticios de la red. Su creación ha incomodado a una parte del Ejército y ha puesto al descubierto la falta de cohesión en el partido del poder. Ha abierto una brecha en el seno del PP: la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría, hoy perdedora, está dispuesta a quemar la etapa Bárcenas y provocar la sucesión de Rajoy desde la comodidad de quien no tiene nada que esconder.
El accionista institucional de Indra es actualmente la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI), con un 20,14 % del capital adquirido a Bankia. El banco público atrapó esta participación que perteneció a Caja Madrid, la entidad del despilfarro y el amiguismo en la que Monzón desempeñó la vicepresidencia durante la etapa opaca de los grandes negocios. Ahora, Monzón controla la gestión de Indra, una cotizada sin dueño, cuyas raíces accionariales navegan a buen rumbo sobre el free float del Ibex 35.
Monzón fue un enarca a la española, como lo fueron Pizarro (Endesa), González (BBVA) o César Alierta (Telefónica), entre otros. Fue el alma de una de las grandes privatizaciones liberadoras de rentas: Inisel, el germen de Indra, fundada en 1993, con el respaldo de Felipe González, hoy asesor externo de la empresa tecnológica. Indra creció como suministradora de soluciones en Defensa e Interior, y ha dado su paso definitivo al convertirse en el brazo tecnológico del CNI.
Sus programas hacen posible el espionaje; su negocio es la inteligencia, navega sobre el carril oscuro de la tangente constitucional. Se nutre del secreto en callejones umbríos; dota de luz las cloacas del poder y, además, protege nuestros cielos.
El CSOC preserva las redes de las empresas, organizaciones e instituciones. Cuenta con un centenar de expertos que trabajan en unas instalaciones ocultas de más de 500 metros cuadrados, con laboratorio de ciberseguridad capaz de anunciar ataques e indicar soluciones en caso de malware (una vez se han producido los ataques).
En su despliegue se han cruzado representantes políticos de pelajes muy diversos, como el ex presidente González o la vicepresidenta actual, Soraya. Pero sus auténticos valedores han sido Jorge Moragas y Alfonso de Senillosa, director del Gabinete de Presidencia y responsable de Seguridad Nacional. Senillosa y Moragas, dos genuinos de la llamada derecha pagana, expresan la hegemonía de Moncloa sobre los ministerios. En plena canícula, mientras los ministros descansan en sus villas veraniegas, los monclovitas le han hincado el diente a la crisis del Peñón de Gibraltar. Y es que la Indra de Monzón camina de la mano del CNI. Su responsabilidad en temas de Defensa señala una brecha que acabará definiendo la primera crisis de Gobierno de actual PP, hoy aplazada por la gravedad del caso Bárcenas.
El ciberespionaje es una novela de John Le Carré con millones de protagonistas. Es una intriga de Chesterton, dos siglos y medio después, con la misma Scotland Yard en el Saffron Park de Londres, pero con miles de conexiones internacionales infiltradas en Verizone y con auténticos ejércitos de hackers invadiendo Google y Facebook. El sistema vierte información y la revierte en tiempo real; es un agente doble. Pero no lo es por vocación, sino por naturaleza. Hace realidad el famoso sonsonete de que el medio es el mensaje. Recibe y emite al mismo tiempo; es espía y contraespía.
El sistema desconcierta y habita en nuestro miedo, porque hemos cambiado seguridad por intimidad; protección por privacidad; defensa por libertad. Sus pingües retornos provienen de nuestro temor a lo descomunal. La vulnerabilidad generalizada ha devuelto la vida a Leviatán, el demonio de Thomas Hobbes.
En Indra conviven la gestión económica y la opacidad estratégica. Cuando se trata de seguridad, la tecnología manda más que la sala de banderas. Su alianza con Oracle ha potenciado su presencia en EEUU; catapulta sus ventas en Asia y África. También inventa simuladores en aviones y carros de combate con el cobijo inestimable de la OTAN. Junto a la francesa Thales, Indra ha desarrollado el Airbus Military SL, el gran medio de transporte militar europeo. Un aparato que el canciller francés Laurent Fabius quiere ver aterrizar en Damasco para aniquilar la fortaleza inhumana de El Asad, un hijo espurio del antiguo Bass, el movimiento panarabista engendrado entre Irak y Siria.
Monzón se mueve bien sobre el deslavazado mapa territorial de la España de hoy, de nuevo invertebrada. Indra entró en Catalunya de la mano de Europraxis, una consultora entonces dominada por Josep Pujol Ferrusola, el hijo listo del ex president de la Generalitat. Monzón compró mercado y acertó. Y de esta misma mano penetró en los mercados latinoamericanos durante la primera expansión de Telefónica, BBVA o Repsol.
Él trabajaba mientras el M16 británico pensó que los espías ya no surgen del frío sino de la despensa. Al estilo Benny Hill, los colegas de James Bond, sustituyeron las recetas para la fabricación de explosivos –difundidas por Al-Qaeda– por recetas de magdalenas.
Snowden ha demostrado que las fortalezas occidentales no lo son tanto. Gracias al ex colaborador de la CIA, Monzón ha contado con una coyuntura favorable al obtener del Gobierno la responsabilidad de proteger nuestra seguridad. Nuestro miedo le fortalece. Es el freno ante el terror pánico de la intimidad amenazada. Persigue al topo en las galerías de la red y asume el reto de convertirse en el cazador cazado.