«It’s the innovation, stupid!»

 

Corría el año 1992. Bill Clinton (candidato) se enfrentaba a un George Bush (padre) que disfrutaba de una popularidad del 90%, la más alta nunca conseguida hasta entonces por un presidente de los EEUU. El estratega James Carville, empapeló la oficina de Clinton con una frase: «Es la economía, estúpido». El objetivo de Carville era centrar la campaña electoral en los problemas domésticos, un terreno empantanado por el entonces Presidente y candidato a la reelección George H.W. Bush. Clinton ganó. La frase, ha pasado a la historia.

Alguien tendría que hacer como Carville y empapelar otra frase en los despachos de los Presidentes Rajoy y Mas. Una frase como la del título. Necesitamos crecer y para crecer hay que hacer investigación, hay que hacer desarrollo y hay que incorporarlo al proceso productivo.

Esto lo dijo un destacado economista y recibió el premio Nobel (Robert M. Solow, 1987), que demostró que la innovación(*) es el componente más importante del crecimiento a largo plazo de cualquier país. Todo el mundo se llena la boca de políticas para estimular el crecimiento de la economía, pero todos los gobiernos reducen las inversiones en búsqueda, desarrollo e innovación (I D i o I D i). España, por ejemplo ha reducido de 8.191 millones en el 2009 a 7.518 en el 2011.

En el discurso de recogida del premio Nobel, Solow declaró que se había «enredado en las teorías del crecimiento» y explicó cómo el incremento del PIB de los EEUU entre 1909 y 1949 (que se había duplicado) se había debido en el 12,5% a la acumulación de capital y el resto (87,5%) al «cambio técnico«. Otros economistas (Solomon Fabricant lo había descubierto años antes en el periodo 1871-1951, J. Kendrick en el 1967, E. Denison en el 1962 y 1985, y O. Aukrust en el 1965) confirmaron que el progreso técnico constituía alrededor de las dos terceras partes de las ganancias de productividad de los países capitalistas industrializados.

El Estado se gasta actualmente 30.000 millones en subsidios de paro, 112.000 millones en pensiones, y sólo 7.500 millones en I D i. Para adobarlo, las dos terceras partes de la búsqueda que se hace en España la hacen las universidades y estas también han sufrido recortes de un 25% entre 2010 y 2011.

Pondré un ejemplo real de una gran empresa farmacéutica. La dirección estaba preocupada porque el desarrollo de productos se iba reduciendo inexorablemente. Hicieron un estudio sobre los 25 medicamentos más rentables y descubrieron que 10 de estos eran obra de sólo dos científicos. La razón del declive innovador era que estas dos personas habían sido trasladadas a otros departamentos.

El día que nos encontramos, ya se lo espeté al consejero Mas-Colell: «Si usted recorta el mismo porcentaje a todo el mundo, está perjudicando más a los que lo han hecho mejor» y además de ser injusto, significa cargarse la capacidad de liderazgo de todo el país. Y es que no podemos ser buenos en todo. Somos un país pequeño, tenemos que ser mejores en una o dos cosas. Por lo tanto, no podemos recortar igual a todo el mundo. ¡Al contrario! Cuando van afanadas hay que apostar todavía más por aquellas cosas en que podemos ser líderes.

Yo estoy seguro que muchos pensionistas y muchos parados estarían dispuestos a perder parte (si sólo que fuera el 1%, serían 1.400 millones más) de su prestación a cambio de garantizar un mejor futuro para sus hijos, pero el corto plazo es quien tiene la sartén por el mango y ningún político se atreve a pensar más allá de la siguiente elección.

Así que además de tener un Carville que empapele los despachos, tendríamos que tener un Clinton que los lea.

NOTA(*): En realidad Solow hablaba de ‘tecnología’, para referirse al conjunto de conocimientos y técnicas que permiten aumentar la productividad de los trabajadores y las máquinas de una empresa. Para una explicación más detallada podéis consultar aquí.