Isidoro Álvarez abre el melón sucesorio de un Corte Inglés menguante

Aún cuando capota, Isidoro Álvarez no pierde el tono altivo del asturiano ganador. Y menos ahora, inmerso en la sucesión dinástica en favor de su sobrino, Dimas Rodrigo Gimeno Álvarez, un gentilicio lustroso señalado en las listas electorales de las falanges de nuevo cuño. En la última junta de accionistas, el presidente de El Corte Inglés reconoció implícitamente que su empresa no conserva su vieja fortaleza. Por una vez, el grupo cae en ingresos (el 7,76% menos) y en beneficios (el 18,3% menos). Sitúa sus cuentas a niveles de los años 90 y cierra un acuerdo de financiación con la banca acreedora; mantiene el liderazgo en la Europa de las superficies por delante de Marks & Spencer, aunque pierde el paso frente a competidores españoles, como Mercadona e Inditex.

Isidoro rige destinos. Familias enteras comen en sus restaurantes in house, viajan en su agencia y compran en sus primaveras, siguiendo un modelo inventado por su tío César Rodríguez, fundador de los almacenes y antiguo ciudadano de la Habana Vieja en los años del Maine. El actual presidente de los grandes almacenes inicia el aterrizaje. Su cartel es añejo, como el buen ron. Aunque su negocio retroceda, su reputación prevalece. Lo certifican PricewaterhouseCoopers y Financial Times, y lo confirman incluso sus mejores críticos; uno de ellos, Javier Cuartas, es el autor de Biografía de El Corte Inglés, un libro inicialmente de Espasa-Calpe que la empresa apartó de las librerías y que vio la luz años después bajo el sello de Dictext.

Preside la gran distribuidora desde el fallecimiento de Ramón Areces en 1989. Es asturiano de Bordones, la misma partida judicial en la que nació su tío César, en la parroquia de La Mata. Isidoro ha sabido recoger el testigo de opacidad y atención a su entorno. Él fue el artífice de la compra de Galerías Preciado, la antigua Sederías Carretas del centro de Madrid (el eje Sol-Callao), fundada por su primo Pepín Fernández y atrapada en las garras de Rumasa; una digestión lenta de 30.000 millones de las antiguas pesetas. Antes de que Galerías y el Corte Inglés habitaran las dos aceras de la misma calle, Cesar y Pepín fueron meritorios de La Casa Blanca y empleados de El Encanto, dos establecimientos de fuste en la capital cubana. A lo largo de medio siglo, la inspiración americana ha tenido un éxito sin precedentes. El núcleo familiar Rodríguez-Areces-Álvarez es una referencia del comercio en España.

El cliente siempre tiene la razón. He aquí el mantra del ascenso imparable por el que sus empleados pagan un precio muy alto. La plantilla de El Corte Inglés ha sido defendida mayoritariamente por dos sindicatos corporativos, Fasga y Fetico, pero la casa ha arrinconado al sindicalismo de clase, CCOO y UGT. Los derechos adquiridos menguan y el compromiso social pierde fuelle. Los almacenes vetan las huelgas, especialmente las generales, cuando sus tiendas aparecen rodeadas de cordones policiales.

Frente a la crítica, El Corte de Isidoro Álvarez ofrece datos concluyentes sobre su incidencia en el mercado con 81 centros en España y dos en Portugal, además de 31 centros Hipercor, cinco Bricor, 88 Supercor, 187 Opencor, cuatro Supercor Express, 71 tiendas Sfera, y 108 Ópticas 2000. La actividad comercial entre el grupo y sus proveedores supone más de 13.000 millones de euros anuales, con un volumen acumulado de 70.000 millones de euros en el periodo 2007-2012. Su red de proveedores ha creado una cadena de valor que hoy supera el millón y medio entre asalariados y autónomos vinculados. Es más de lo que genera todo el sector de la automoción.

Cesar y Pepín, los antecedentes de Isidoro, enfrentados durante el nacimiento de los almacenes, pertenecían ya a la alta sociedad cubana de los años veinte cuando el mítico Ramón Areces salió del puerto asturiano de El Musel rumbo a la isla caribeña. Cuartas explica en su libro que, para los pioneros asturianos, atravesar el Atlántico resultaba más fácil que llegar a Madrid por el puerto de Pajares, una barrera psicológica. Cesar Rodríguez volvió a España poco después de que los barbudos de Fidel Castro derrocaran a Fulgencio Batista. Su sucesor, Ramón Areces, fue el segundo presidente de los almacenes. Isidoro Álvarez, el tercero, nunca ha olvidado que todo nació en la inspiración de Bon Marché. El antiguo centro comercial francés, primer gran eslabón del consumismo moderno, fue el modelo analizado por Benjamín en El libro de los Pasajes. Las grandes superficies fijaron los precios (frente al viejo regateo), impusieron el aparente deseo del comprador e iniciaron la liberalización de los horarios que ha acabado modificando la concepción del espacio público.

Isidoro tiene a mano el “yo empecé desde abajo”. Sostiene una vocación de privacidad extrema. El Corte Inglés no se sometió a auditorías externas hasta 1990. Siempre se autofinanció. Siguiendo los consejos de Areces, no se ha endeudado hasta que ha sido inevitable. Ahora pende de su pasivo y refinancia su deuda, como todos. Vive un cambio de estilo forzado por la crisis y por los aires de renovación aportados por el recién nombrado director general, Dimas Rodrigo Gimeno Álvarez. Este último ha sido señalado por eldiario.es como ex candidato de Falange Española Independiente (FEI) en tres ocasiones. El Corte Inglés, por su parte, matiza que el hermano de Dimas Gimeno, Miguel Ángel Gimeno, sí formó parte de las candidaturas de Falange pero jura que su actual director general nunca ha participado en política.

Isidoro dispersa insidias a base de cañonazos y, si es necesario, levanta empalizadas de humo. No se broncea en verano. Celebra reuniones de directivos en plena canícula para fortalecer el espíritu de su gente y, a la hora del relevo, mantiene el temple del buen fajador.