Si han sucumbido al titular les diré que tendrán que avanzar unas líneas para tener la solución al enigma. Isak Andic es un empresario visionario. Su empresa ha ladeado la crisis de una actividad industrial internada en la UCI desde hace años. Ha demostrado a los tradicionales gurús que hay otro sector textil posible, rentable y capaz de hacer millonarios.
El dueño de Mango ya ha recibido todos los reconocimientos posibles a su sagacidad empresarial. Ha demostrado que existe una manera original de administrar la logística, la producción, el márketing y el diseño de producto. Que algunos negocios no tienen fronteras, ni tan siquiera patria.
Por eso hay más de un sorprendido porque un hombre de negocios instalado en Catalunya, pero nacido en Estambul en 1955 y perteneciente a una familia judía que se trasladó a Barcelona en los años 60, sea uno de los empresarios más emblemáticos del nacionalismo catalán dominante. El acaudalado emprendedor abrió su primera tienda Mango en el barcelonés paseo de Gràcia en 1984. Hoy posee más de 2.000 establecimientos repartidos por todos los territorios del planeta, por recónditos que parezcan. Es todo un modelo de éxito.
De ahí que Artur Mas lo haya situado como uno de sus más estrechos colaboradores en algunas cuestiones. Por ejemplo, en la defensa de la candidatura catalana para el proyecto Eurovegas. Andic, como otros hombres de negocios próximos al lobby judío barcelonés (Lluís Bassat, Marc Puig y Carles Vilarrubí, entre otros) están trabajando para atraer esa faraónica inversión.
Andic no tiene una actitud pasiva, sino lo contrario. Me explicaban cómo intentaba convecer de las bondades del proyecto a un empresario de comunicación para que, con su aval, dejara de criticar a través de sus medios el proyecto del magnate, también judío, Sheldon Adelson.
Pero lo menos conocido de Andic son sus pasiones marineras. Entroncamos, y gracias por seguir hasta aquí, con el título de este artículo. El multimillonario empresario es un apasionado del mar como pocos. Posee una afición a la náutica poco conocida por su perfil hasta la fecha discreto, una actitud que no le ha impedido disponer del barco más grande del empresariado barcelonés. Se trata de un velero, el Minerva Formentera, de 53,8 metros de eslora y 11,5 de manga. “Una preciosidad”, me dice un amigo del también accionista del Banc Sabadell. Para que puedan comparar, el de Emilio Cuatrecasas, el Concordia, es un velero de unos 30 metros.
El yate fue construido por Vitters BV, un astillero holandés especializado en embarcarciones de máximo lujo, y diseñado por el arquitecto Josep Joanpere. El Minerva tiene la singularidad de que su casco haya sido forjado en aluminio y cuenta en su haber con una vuelta al mundo completa surcando los mares. Puede pasear a una docena de personas acompañadas por una tripulación de entre 9 y 10 personas. Toda una sofisticación de la navegación de recreo.
Pero Andic es un personaje ambicioso en lo personal. Aunque sus sicav domiciliadas en Palau-solità i Plegamans no han acertado en todas sus inversiones (la realizada en el Sabadell, por ejemplo), su fortuna es inmensa. A sus 58 años, este divorciado y padre de tres hijos es el segundo hombre más rico de España y el 221 del mundo, con un patrimonio estimado de 4.800 millones de dólares (unos 3.700 millones de euros al cambio), según la revista Forbes.
Por eso a nadie le ha extrañado que Andic acabe de encargarle a Vitters un nuevo navío. Será, dicen, el mayor velero del mundo, de un único palo. Con más de 100 metros de longitud, capacidad para 24 pasajeros y hasta 22 tripulantes, el nuevo navío del dueño de Mango estará disponible en 2015, cuando se prevé que esté acabado de construir y se haga entrega del antiguo.
Algunos de sus amigos explican que el coste de ese monstruo de la navegación de recreo superará los 140 millones de euros y que difícilmente podrá rebajar el mantenimiento del millón de euros mensual. Un lujo al alcance de muy pocos bolsillos, la inmensa mayoría menos profundos que el suyo.
Supongo que un tipo de su creatividad e inventiva tendrá suficientes ideas como para bautizar a su nuevo compañero de crucero, pero por si le falta alguna, yo le sugeriría que, sin complejos, le llame El más largo. Sin duda, antes de disfrutarlo ya es la envidia de la alta burguesía.