Irene Montero contra Judy Chicago
Podemos elabora un proyecto de ingeniería social deliberado que diluye la pareja varón/mujer como si lo masculino y lo femenino no fueran otra cosa que una construcción cultural de obediencia patriarcal
La historia reciente del feminismo –especialmente del feminismo más reivindicativo– no se entiende sin la figura de Judith Sylvia Cohen, más conocida –fue ella quien se puso el apellido: una manera de autoafirmarse frente al apellido paterno- como Judy Chicago, ciudad en la que nació. Una artista –instalaciones, performances, pintura, escultura, dibujo, bordado, carteles o cerámica- pionera del arte feminista que reivindicaba el cuerpo de la mujer –partes como la vulva entendida como símbolo de identidad- y su historia -sus logros- en todos los ámbitos de la existencia. También, sus derechos.
De Judy Chicago se aprecia fundamentalmente su instalación The Dinner Party, La cena (1979), considerada la primera gran obra de arte feminista. En síntesis: 39 mujeres de importancia universal –historia, cultura, ciencia y arte-, en una mesa triangular –símbolo de la igualdad-, que destaca –a través de platos, cubiertos, copas y manteles con dibujos, bordados y pinturas: añadan las baldosas igualmente trabajadas- el papel de la mujer de la Prehistoria a la actualidad. La instalación –una suerte de ágape cuasi religioso que recuerda la última cena o, quizá, la primera cena- se expone, en un ambiente que remite a lo sagrado y la veneración, en el Brooklyn Museum de Nueva York.
El arte al servicio del feminismo
El arte feminista de Judy Chicago –con su renovación de formas y búsqueda de nuevas maneras de expresión- responde a la necesidad de reforzar el movimiento feminista en una coyuntura –los 60 y 70 del siglo pasado- que le es, en principio, propicia. Si hay que derrocar el orden ideológico masculino dominante, ¿por qué no utilizar para ello el arte feminista? O, por mejor decir, ¿por qué no poner el arte al servicio de la mujer y el feminismo? Judy Chicago abre la brecha por la cual penetrará un nuevo feminismo reivindicativo que la guionista Valentina Grande y la ilustradora Eva Rossetti ponen a nuestro alcance –presentan y repasan vía cómic- en el excelente trabajo Feminist Art. Mujeres que revolucionaron el arte (2022).
En síntesis, Judy Chicago se rebela contra quienes ocultan –mujeres incluidas- que la mujer puede ser una artista tan brillante como el hombre, que la mujer puede de ser al mismo tiempo artista y mujer, que la realización personal de la mujer no depende de la pareja o el marido, que la mujer es capaz de pensar por cuenta propia, que la mujer es mucho más que la proyección de las fantasías masculinas, que la mujer tiene vulva y usa tampones, que la menstruación no es asquerosa.
En definitiva, el orgullo del cuerpo y la reivindicación de la mujer –y sus derechos- como tal. El detalle: Judy Chicago no hipoteca su libertad de creación, sino que la incorpora a la obra de arte. Por un lado, un particular reflejo sensitivo de la realidad. Por otro lado, la manifestación de una determinada consciencia social de orientación femenina y feminista. ¿Por qué no?
El antifeminismo de Podemos
La Tercera Ola Feminista –igualdad jurídica, igualdad de oportunidades, participación en la vida pública y política así como políticas públicas en favor de la mujer-, a la que pertenece –e impulsa- Judy Chicago, se está difuminando por culpa –nos referimos a España- del feminismo trans del Podemos que sale en “defensa de la diversidad sexual y LGTBI” y manifiesta su “compromiso con la autodeterminación en la gestión de las decisiones referidas a la identidad sexual y la expresión de género” (Podemos, Documento de feminismos. Una transición feminista, 2020). Traducción: la identidad de género se elige por la vía de la elección –la autodeterminación, dicen- personal. Esto es, el género no coincidiría necesariamente con el sexo.
Si ello es así, si el sexo es una decisión administrativa –en el Registro Civil consta que yo soy lo que quiero ser y punto-, ¿qué queda del feminismo? ¿Cómo reivindicar los derechos de una mujer que -según el corpus ideológico trans podemita– no existe como tal? ¿Acaso el transfeminismo podemita –obsesionado como está en firmar la defunción de la mujer como realidad biológica: según parece, la biología es una ideología conservadora o reaccionaria- se preocupa de la mujer sin adjetivos y aditivos? Hipótesis: Podemos elabora un proyecto de ingeniería social deliberado que diluye la pareja varón/mujer como si lo masculino y lo femenino no fueran otra cosa que una construcción cultural de obediencia patriarcal. O un sentimiento.
Así se niega la condición de mujer y de hombre al no reconocer la existencia de ambos sexos. ¿Cómo defender unos sexos que, en la mentalidad e ideología de Podemos, no existen?
Urge un nuevo realismo feminista
Ante la Cuarta Ola Feminista y sus consecuencias, la filósofa María J. Binetti -crítica con el postfeminismo y sus performances, los transgéneros, las sexualidades o genitalidades disidentes, los cuerpos o personas sexualmente neutras: todo ello deconstruible o construible a voluntad- propone que se “restituya la realidad de lo femenino”.
Un realismo feminista, “un ecosistema feminista tan múltiple y diverso como la realidad misma” que no se olvide de la “propia energía procreadora [de la mujer]” y ponga “en acción nuestra diferencia [de la mujer]”. ¿Para qué? Para “inventarlo todo en lo tocante a la producción de nuestros deseos, nuestros placeres, nuestras ‘obras'». Y para “ser creadoras de nuestros valores” (En torno a un nuevo realismo feminista como superación ontológica del constructivismo sociolingüisticista, 2019).
Una reivindicación de la mujer y el feminismo y el movimiento feminista clásicos. Una manera de volver a la Tercera Ola Feminista que impulsó Judy Chicago con su arte y su propuesta de que la mujer adquiriera la condición plena de ciudadana adulta con todos los derechos que ello implica.
El postfeminismo desdibuja el feminismo
Frente al feminismo dibujado por Judy Chicago, se levanta el postfeminismo trans desdibujado de Podemos e Irene Montero, Ministra –dicen- de Igualdad. Una Irene Montero –una de las firmantes del citado Documento de Podemos que, por cierto, fue redactado por el “Equipo de Pablo Iglesias”- convertida, por decreto ideológico, en la baby sitter de unas mujeres que ya se gobiernan por sí mismas sin trampa ni cartón. Y sin la retórica huera de un feminismo soi-disant progresista que se define como “transincluyente”, “antirracista”, “interseccional”, “antineoliberal, “intergeneracional y “de paz”.
La tontuna que no cesa. Los delirios ideológicos –sí o sí- siempre tienen sus consecuencias y su precio.
Frente al feminismo dibujado por Judy Chicago, se levanta el postfeminismo trans desdibujado de Podemos e Irene Montero, convertida, por decreto ideológico, en la baby-sitter de unas mujeres que ya se gobiernan por sí mismas sin trampa ni cartón