Ir a ver a Puigdemont, ir a ver a ETA…

Puigdemont trata de salvarse mercadeando con lo único que le queda, con la posibilidad de dejar con el trasero al aire a todos los incautos que fueron a verle y a ofrecerle cosas

Sale ahora Carles Puigdemont desvelando que dirigentes socialistas han ido de tapadillo a verle, y a ofrecerle toda clase de indultos/incentivos si aceptaba volver y comparecer ante el Tribunal Supremo. El gobierno de Pedro Sánchez (y de Miquel Iceta) y el PSC de Salvador Illa guardan un estruendoso silencio, del tipo “quien calla, otorga”, y una se acuerda de aquella mañana de 2004 que todos nos desayunamos con una portada de ABC informando de que el dirigente de ERC Josep-Lluís Carod-Rovira, por aquel entonces vicepresidente de la Generalitat presidida por Pasqual Maragall, se había ido también de tapadillo a Perpiñán a entrevistarse con la cúpula de ETA…

La noticia cayó como una bomba, nunca mejor dicho, en la propia ERC. Joan Puigcercós llamó a Carod, convencido en principio de que una noticia así solo podía ser “una sucia mentira de ABC y de la extrema derecha”. Entonces todavía no estaba de moda hablar de “cloacas del Estado”. A Carod la llamada de Puigcercós le pilló afeitándose: “No, es verdad que he ido, es verdad lo que dicen, ya te cuento luego…”. El cagundena al otro lado del auricular fue de los que hacen historia.

No está de más recordar que, el día que se fue a ver a ETA, Carod-Rovira no solo era vicepresidente de la Generalitat, sino que ejercía de presidente en funciones por encontrarse Pasqual Maragall de viaje. Como además no conduce, para allá que se fue en coche oficial. ¿A hacer qué? Pues a pedir bien pedido a los señores terroristas que dejaran de atentar en Cataluña, que en el resto de España, pues mira, vale, pero en Cataluña no, home…

El escándalo fue mayúsculo en muchas dimensiones y en muchos sentidos. Un ministro de Aznar, presidente entonces, me llegó a decir todo ojiplático: “¿Te imaginas que va ETA y se lo queda, que secuestra a Carod, a un vicepresidente de la Generalitat? ¿Te imaginas la crisis de seguridad y de todo tipo a la que nos enfrentaríamos?”. A Carod aquello acabó costándole la dimisión y una pérdida de confianza generalizada, fuera y dentro de su partido.

“No volveré a confiar en esa gente”, se enfurruñaba por las esquinas. Refiriéndose a ETA, que era quien había filtrado la reunión cuando y como le interesó para hacer más daño. Es lo que pasa cuando uno se mete a hacer política que le viene grande. Me acuerdo de un día comentando el tema con Baltasar Garzón, personaje opinable por muchas cosas, pero no precisamente por chuparse el dedo: “Con ETA no te puedes sentar a negociar tú solo y a escondidas de todo el mundo, porque en cualquier momento lo cuentan, te lo revientan, y además te meten un atentado mañana”.

No sé si Garzón tuvo ocasión de comentarle esto mismo a su pareja y alumna aventajada Dolores Delgado, exministra de Justicia de Pedro Sánchez, exfiscal general del Estado y actual fiscal del Supremo. Porque ella sin duda lo vale. Pero da la impresión de que los socialistas que han ido a ver a Puigdemont, han ido por la misma lana, y han vuelto igual de trasquilados, que Carod cuando fue a ver a ETA. Porque va Puigdemont y lo “casca” cuando más daño puede hacer, más incluso que a Sánchez, a la democracia y a la separación de poderes en este país.

Está claro que si Puigdemont sale ahora con esto es porque le conviene a él y a nadie más. Y probablemente le conviene a él ahora por los siguientes motivos:

  • Porque el tiempo de la ambigüedad se agota y Europa está a punto de mirarse en serio esto de la inmunidad de eurodiputados que ni se molestan en jurar la Constitución de este país, también de la euroorden…
  • Porque tras la salida de Junts del gobierno catalán, hay mucha más gente interesada en rebajar el delito de sedición para que Marta Rovira (ERC) no entre en la cárcel que en solucionarle la vida a Puigdemont, cuyo valor como moneda de cambio es ahora mismo más bajo que el de Liz Truss y la libra esterlina.
  • Porque si Puigdemont tuviera lo que hay que tener, y que obviamente nunca ha tenido, hace tiempo que habría vuelto, arrostrando las consecuencias que fuesen, para ponerse al frente de las maltrechas huestes de Laura Borràs, Dalmases, Cuevillas, etc. Y claro, empieza a espantarse ante la posibilidad, y las consecuencias, de que se le pase el arroz…

Recapitulando y resumiendo: Puigdemont trata ahora de salvarse mercadeando con lo único que le queda, es decir, con la posibilidad de dejar con el trasero al aire a todos los incautos que fueron a verle y a ofrecerle cosas que a día de hoy no le ofrecerían, no porque se arrepientan de su cinismo de ayer, sino porque ya no les encaja con su cinismo de hoy. Salvador Illa fue a las elecciones del 14-F prometiendo voto útil, defensa del bilingüismo y de la legalidad en Cataluña, indultos no, y luego pasa lo que pasa.

Nos vamos a divertir amargamente, y espero que se entienda lo que con esta paradójica expresión quiero decir. Pero en fin, se comprende que Puigdemont, por acorralado que esté, no pierda la esperanza y no renuncie a un futuro político cómodo y hasta esplendoroso. Mira Bildu.

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