Investigación e innovación, de rebajas

Desde 2009 se detecta una tendencia decreciente en la cifra de solicitudes de patentes ante la Oficina Española de Patentes y Marcas. En 2012 cayeron el 5,3% las españolas y el 2,4% las internacionales. España está por debajo del 1% mundial de patentes mientras su PIB es el 2% mundial. ¿Cuántas patentes han legalizado los monstruos del Ibex, si apartamos Grifols, Telefónica e Indra? Países asiáticos lideran en cantidad y en porcentaje sobre población o PIB; siguen Estados Unidos y Alemania. Ambos grupos con una visón estratégica que no se da en la península, acostumbrada al concepto «aquí te pillo aquí te mato». Ninguna empresa española aparece entre las 25 primeras.

Practican, también en el campo de la innovación, un nacionalismo de chotis, que la huella madrileña aplica a todos los frentes que tiene abiertos: no moverse de la baldosa y dar vueltas sobre sí mismo. Así es como España renunció a entrar en la patente europea porque sus lenguas eran inglés, alemán y francés. Italia protestó pero se añadió. Por culpa del chotis español, las empresas catalanas innovadoras no pueden acceder a la patente única europea que abarata los costes un 80%.

Cuando los pregoneros del régimen han recibido la consigna de decir que ahora sí hay brotes verdes y según Montoro no sólo se ve la luz, sino que estamos saliendo del túnel, el sistema atrasado de innovación español está perdiendo posiciones aceleradamente, desde niveles que ya eran los más bajos de Europa. La eliminación en Madrid y Catalunya de programas estratégicos de potenciación de las empresas que nacían o crecían en base a la transferencia tecnológica, junto con la tradicional y escasa actitud favorable a las patentes, tanto por parte de las empresas como de los grupos científicos, muestran que, cuando salgamos del túnel estaremos encarrilados en una vía descendente, hacia el precipicio.

Si las empresas patentan poco y los motores de la innovación, como los centros tecnológicos están muy tocados, observemos qué ocurre en el espacio que debería ser la punta de lanza: la investigación básica. El barco emblema que debía ser el CSIC está en quiebra virtual. Hace poco, Emilio Lora Tamayo, su presidente, alertaba de que o se inyectaban cien millones de euros o el CSIC se hundía. La secretaria de Estado de I D i, Carmen Vela, hizo una transferencia de 25 millones a cuenta de 50 para los pagos urgentes. Más tarde, el Consejo de Ministros les dio un «crédito extraordinario» de 70 millones para cubrir 2013.

Ya hace tiempo que el CSIC devora los recursos destinados a investigación para pagar nóminas. Pero el problema no son sólo los recortes destructivos del PP, que en cambio no toca las partidas destinadas al segmento militar, sino que frente a la crisis, el propio PP, y antes el PSOE, no se han atrevido a cambiar una estructura anticuada, funcionarial, sin eficiencia con resultados que encabezan la lista simplemente por la acumulación de masa crítica, pero que cuando se dividen por ratios de personal y fondos destinados son ridículos.

Este 19% de la investigación española, está condicionado desde hace años por el sumatorio de los centros de investigación autónomos de Catalunya, con mucho menos presupuesto y personal. Catalunya encabeza, de lejos, el ranking de los resultados de investigación. En algunos ámbitos, llega a copar el 50% del total español. Por lo tanto, España tiene un doble problema: el PP, instalado de nuevo en el «que inventen ellos», y un gobierno de funcionarios incapaz de reformar una estructura investigadora también de funcionarios. El tímido intento propiciado por Carlos Martínez Alonso, como presidente del CSIC, y Cristina Garmendia responsable del abolido ministerio de Ciencia, topó con tensiones, internas y externas, de cara a su constitución como agencia estatal, que quedó abortada.

En Catalunya tampoco todo el monte es orégano. Faltó en su momento un diseño estratégico previo a la eclosión de los centros de investigación de referencia. Y esto ha hecho que algunos núcleos de excelencia nunca puedan retornar socialmente lo que son capaces de investigar. Sencillamente porque algunos de ellos (especialmente médicos) están en ámbitos donde no disponemos de empresas o instituciones capaces de convertir en innovación, productos y servicios útiles, y por tanto, crear empleo y bienestar en favor de los ciudadanos, que son los financiadores. Ha habido, sin embargo, la suerte de una política continuada de apoyo a la investigación independiente desde finales de los 90 y al margen de color político que ha gobernado.

Finalmente, con la firma del pacto nacional para la Investigación y la Innovación (2008) se marcaron los caminos estratégicos que se debían seguir hasta 2025. El recorte e incumplimientos parciales del pacto (la no constitución de una agencia unificada de gestión y soporte de la investigación) ha impedido el gran salto que significaba orientar los centros catalanes hacia unos objetivos de país vinculados a los clusters estratégicos. Facilitaba las progresivas coordinaciones y fusiones y el acercamiento a los segmentos tecnológicos y empresariales. Pero no está todo perdido gracias la calidad humana que hay al frente de muchos de estos centros y la amplitud de miras que tienen. Saldremos en Catalunya. Lo siento, pero no veo salida para España.

Adenda

Montoro ha anunciado que ya no es la luz al final del túnel lo que se ve, sino la salida del túnel. Salir del túnel para darse cuenta de que la vía baja por pendientes peligrosas y atraviesa un paisaje empobrecido que ya no tiene nada que ver con lo que había antes del túnel.

Las pendientes: un sistema de investigación e innovación en quiebra y sin reforma; las infraestructuras faraónicas que habrá que ir pagando con los recursos que deberían ir al estado del bienestar o la economía productiva; la marca España tocada políticamente por una justicia europea que le pega un palo por la extralimitación contraria a los derechos humanos de la doctrina Parot; y la justicia argentina que puede que finalmente lleve al estado al banquillo por crímenes contra la humanidad de un franquismo que por ahora todavía sólo propicia la beatificación de sus mártires.

Hay también señales de movimiento de fondos de inversión en el último Meeting Point que indican que España sigue apostando por el ladrillo. Los buitres ya huelen carroña. Y todo ello lo ocultan con gestos protocolarios de menosprecio a las instituciones catalanas. ¡Toreros!