Invasión de Ucrania: la prueba de integridad de Europa
En este tipo de evento histórico las filias personales nos generan sesgos de confirmación que nos hacen construir un retrato de la situación erróneo
Saber qué sucede sobre el terreno en Ucrania es complicado. A pesar de la universal proliferación de teléfonos móviles con cámara y conexión a Internet no tenemos forma de saber si las informaciones, imágenes y vídeos que nos van llegando son representativas del transcurso de los acontecimientos.
En este tipo de evento histórico las filias personales nos generan sesgos de confirmación que nos hacen construir un retrato de la situación erróneo. Algo especialmente habitual en redes sociales gracias a la cámara de eco que generan los algoritmos de las plataformas de redes sociales.
Tampoco podemos tomar al pie de la letra las declaraciones oficiales de los gobiernos de ambos bandos porque por un lado tenemos una dictadura donde no hay libertad de información y por otro una democracia asediada que necesita transmitir buenas noticias a su opinión pública. Pero a pesar de todo podemos hacer un esbozo de la situación.
La invasión rusa de Ucrania vino desde cuatro ejes, rodeando el país desde tres de los cuatro puntos cardinales. Al norte, el principal esfuerzo ruso, partió de Bielorussia dejando a un lado la zona de exclusión de Chernóbil para dirigirse a la capital del país. El segundo eje partió de la propia Rusia y avanzó hacia Járkov, la segunda ciudad de Ucrania.
El tercer eje partió de las repúblicas separatistas prorrusas que controlan parte de las provincias de Donetsk y Luhansk. Y el cuarto partió de la península de Crimea, bajo ocupación rusa desde 2014. Este último es el eje ruso de avance que más territorio ucraniano ha ocupado.
La asimetría de fuerzas es considerable. Rusia tiene tres veces más población y una economía casi diez veces más grande.
La primera noche hubo un lanzamiento masivo de misiles de crucero contra objetivos estratégicos.
Las fuerzas rusas lograron alcanzar la capital de Ucrania muy pronto en esta guerra por la proximidad geográfica con la frontera de Bielorrusia. Amenazado el país desde tres puntos cardinales, era comprensible que la estrategia ucraniana pasara por no sobre extender sus fuerzas militares por todo el territorio tratando de defender cada pedazo de tierra.
Tras años de debates académicos sobre novedosas y disruptivas formas rusas de hacer la guerra, la invasión rusa fue un anodino asalto convencional de manual. La primera noche hubo un lanzamiento masivo de misiles de crucero contra objetivos estratégicos.
Los rusos intentaron cegar la red de radares y destruir las bases aéreas ucranianas para lograr el dominio del aire. Pero aquí encontramos las primeras diferencias con experiencias previas protagonizadas por Estados Unidos.
Rusia, que es un país con una economía aproximadamente del tamaño de países como Canadá y Brasil, no cuenta con los recursos para acumular las cantidades gastadas por Estados Unidos en los primeros compases de campañas como la liberación de Kuwait en 1991 o la invasión de Iraq en 2003. La falta de una cantidad arrolladora de armas guiadas estratégicas rusas supuso que los ataques para neutralizar la red de defensa aérea ucraniana fueron insuficientes.
Los ucranianos presentaron batalla en el aire, derribando unas cuantas aeronaves e impidiendo la completa superioridad aérea rusa. A partir de ahí, vimos que los ataques rusos consistieron en ágiles cabalgadas de columnas mecanizadas y motorizadas por las autopistas del país que terminaron estrellándose contra las defensas ucranianas o agotando su ímpetu por los problemas logísticos.
Según pudimos ver, averías y falta de combustible fueron dejando tirados algunos vehículos por el camino. Es difícil saber cómo se han desempeñado realmente las tropas ucranianas, reforzadas en muchos sitios por reservistas y voluntarios de última hora.
Pero los restos de convoyes rusos atestiguan falta de coordinación y excesiva confianza.
Pero los restos de convoyes rusos atestiguan falta de coordinación y excesiva confianza. La impresión general es que las fuerzas rusas confiaron en que un rápido ataque directo contra la capital descalabraría la resistencia ucraniana y que en general el ejército ucraniano se comportaría igual que en la invasión rusa de Crimea en 2014.
Ocho años después podemos ver que las sucesivas reformas, la experiencia acumulada en el congelado conflicto de Ucrania oriental y la ayuda externa para modernizar las fuerzas armadas han dado su fruto. Pero sobre todo hay que destacar que si las operaciones de guerra informativa rusa han tenido un papel destacado fue sólo hasta el comienzo de la invasión.
La maquinaria de propaganda rusa se dedicó, con su estilo habitual, a tratar con ironía y sarcasmo las advertencias llegadas desde Estados Unidos y Reino Unido sobre una inminente invasión rusa de Ucrania. Lograron desde Rusia generar duda y confusión.
El orwelliano argumentario ruso presentaba los esfuerzos internacionales para defender Ucrania y disuadir a Rusia de invadir el país como una apuesta por la guerra. Y llamaba a defender la inacción e indiferencia occidental ante la inminente agresión rusa trabajar por la paz.
El propio presidente ucraniano se dedicó a negar el peligro ante la debacle económica que se avecinaba por la estampida de inversores y empresas a las que se les decía que una guerra era inminente. Llamó a la movilización demasiado tarde y las fuerzas ucranianas no realizaron acciones fundamentales como volar puentes en los previsibles ejes de ataque ruso.
La realidad ha demostrado que aquellas advertencias sobre una invasión rusa eran ciertas y precisas. Sin embargo, una vez puesta en marcha la maquinaria de desinformación rusa se ha visto operar fuera de su terreno de juego favorito: los conflictos informativos confusos y moralmente dudosos.
Rusia perdió su imperio dos veces en el siglo XX.
La Rusia de Putin ha invadido Ucrania en una acción de agresión que podemos comparar a la sucesión de invasiones de países europeos que lanzó la Alemania nazi entre 1939 y 1940. Encontramos en ambos casos el mismo revanchismo histórico nacido de un sentimiento de profunda humillación.
Rusia perdió su imperio dos veces en el siglo XX. La primera vez fue sucedida por una sucesión de guerras (1917-1940) en la que, en nombre de la expansión de la revolución bolchevique, Moscú trató de recuperar las fronteras del imperio zarista.
La segunda fue en 1991. Lo que Vladimir Putin definió como la “mayor tragedia geopolítica del siglo XX”.
Sin embargo, esta segunda vez no hubo una larga sucesión de intervenciones militares rusas para recuperar sus antiguos dominios. Rusia estuvo demasiado absorta y debilitada en los años 90 por sus problemas internos.
Se comporta ahora como una potencia asertiva porque percibe a Occidente como una fuerza en decadencia y retroceso. Porque el contraejemplo de una Ucrania próspera y democrática desmonta la necesidad de la excepcionalidad política de la “vertical de poder” del sistema autoritario de Putin.
Y porque los acuerdos bilaterales de Ucrania con países como Reino Unido y Turquía auguraban una modernización de las fuerzas armadas ucranianas. La ventana de tiempo para Vladimir Putin se cerraba.
Sus vídeos a pie de calle grabados con el móvil le presentan como la antítesis del líder ruso.
No hay forma de justificar una invasión calculada con los valores del imperialismo del siglo XIX arropándola con los discursos del intervencionismo humanitario del siglo XXI sin resultar ridículo. Los ucranianos no han comprado la mercancía averiada de la Rusia de Putin y las tropas invasoras no han podido presentar vídeos enternecedores de masas entusiasmadas vitoreando y agitando banderas a su paso.
Frente al discurso revanchista y revisionista histórico con el que Vladimir Putin justificó la invasión, el presidente ucraniano Volodímir Zelenski respondió ante la inminente guerra con un discurso emotivo en el que habló directamente en su propio idioma al pueblo ruso desmontando las excusas de Putin. Sus vídeos a pie de calle grabados con el móvil le presentan como la antítesis del líder ruso.
Quizás Zelenski no haya dejado de ser el actor que fue una vez, pero aparece como un compatriota más enfrentado a una difícil empresa que se mantiene firme en unos principios y transmite entereza. Volodímir Zelenski es ahora mismo una de las mayores armas de la guerra informativa ucraniana.
Tras el estancamiento de las primeras olas, el ejército ruso ha empezado a movilizar la artillería pesada. Puede que cambie de táctica y aumente la intensidad de las operaciones terrestres. Ante la simetría de fuerzas es difícil de calcular las opciones de Volodímir Zelenski, que ha empezado a recibir ayuda bilateral de países de la OTAN sólo cuando los defensores ucranianos resistieron dos asaltos sobre la capital.
Europa ha quedado retratada como un continente cobarde y desunido. La nueva invasión rusa de Ucrania no es sólo un episodio de la historia de Ucrania.
Es una prueba de integridad moral, resolución y fuerza que se le presenta a Europa como un examen a ojos de todo el mundo. Vladimir Putin lanzó esta invasión porque calculó que su agresión quedaría impune.
Vendrán más exámenes.
Viendo a los países europeos mercachiflear excepciones para sus exportaciones dentro de las sanciones contra Rusia los que decidieron lanzar la invasión de Ucrania quedarán convencidos de que le han tomado la medida a Europa. Vendrán más exámenes.