Inteligencia Artificial: elemento imprescindible en la política económica del siglo XXI

En los últimos tres siglos, hemos vivido cuatro revoluciones industriales, resultado de avances tecnológicos con capacidad para transformar profundamente la sociedad: la máquina de vapor en la Primera Revolución Industrial; la electricidad y los procesos de producción en masa en la Segunda Revolución Industrial; el ordenador personal e Internet en la Tercera Revolución Industrial y, finalmente, la nanotecnología, la biotecnología, la ingeniería genética, la informática cuántica y la Inteligencia Artificial (IA) en la Cuarta Revolución Industrial, en la que nos encontramos inmersos.

«Sería razonable esperar de nuestro gobierno un compromiso para el desarrollo de la Inteligencia Artificial a nivel nacional de 150 millones de euros anuales durante los próximos 5-7 años. Sin este compromiso, difícilmente España podrá aspirar a ser un actor relevante en este terreno»

La Inteligencia Artificial, por su transversalidad, ubicuidad, escalabilidad y capacidad para predecir tiene el potencial de generar tanto crecimiento económico como contribuir a la prosperidad de nuestra sociedad. Según PwC, el mercado mundial de la Inteligencia Artificial superará los 15 millones de millones de euros a nivel mundial en 2030. En España, se estima que la adopción de la IA conllevaría un aumento de nuestro PIB en 0.8 puntos en los próximos años. El Foro Económico Mundial predice una transformación profunda del mercado laboral como resultado de la Cuarta Revolución Industrial y el desarrollo de la IA. En consecuencia, habrá una generación neta de 58 millones de puestos de trabajo en 2022. La clave es que dichos puestos serán de naturaleza muy distinta a los puestos que se verán desplazados por la IA, de manera que es crítico que invirtamos en la formación a los profesionales, sobre todo a aquellos cuyas profesiones se van a ver afectadas por la IA.

En consecuencia, las grandes potencias mundiales –tanto empresas como gobiernos– han entendido que liderar el ecosistema de la Inteligencia Artificial conducirá a un liderazgo global no solo en el campo económico, sino también desde un punto de vista social y político. Por el contrario, quienes no desarrollen una política ambiciosa en esta materia difícilmente jugarán un papel determinante en la economía de las próximas décadas. Precisamente por este motivo hemos visto cómo en los últimos años más de una veintena de países han presentado estrategias ambiciosas en Inteligencia Artificial, incluyendo Estados Unidos, China, Canadá o Francia.

Colocarse en puestos relevantes en la investigación, innovación y adopción de la Inteligencia Artificial, no debe ser solo una cuestión de las dos grandes potencias que en la actualidad lideran esta competición, China y Estados Unidos (cuyos gigantes tecnológicos dominan sin discusión el mercado de la IA). La Comisión Europea así lo ha entendido y exige desde julio de 2019 a todos los estados miembros que publiquen sus estrategias nacionales con compromisos detallados de inversión e iniciativas que desarrollar.

Desde un punto de vista presupuestario y tomando como referencia estrategias de países de nuestro entorno, sería razonable esperar de nuestro gobierno un compromiso para el desarrollo de la Inteligencia Artificial a nivel nacional de 150 millones de euros anuales durante los próximos 5-7 años. Sin este compromiso, difícilmente España podrá aspirar a ser un actor relevante en este terreno.

Mas allá del crecimiento económico, la Inteligencia Artificial nos plantea retos innegables que hemos de abordar para conseguir realizar el potencial positivo que conlleva y no caer abocados en un futuro apocalíptico de autodestrucción. Dado que el impacto de la Inteligencia Artificial no estará necesariamente distribuido de manera homogénea o justa en la sociedad, deberíamos abordar con urgencia la elaboración de una estrategia nacional para asegurarnos de que el desarrollo e implantación de la IA tienen impacto social positivo.

Dentro del desarrollo de dicha estrategia debemos considerar seis dimensiones fundamentales, relacionadas entre sí: la tecnológica, para asegurar que investigamos, inventamos, desarrollamos y adoptamos tecnología puntera;  la económica y laboral, transformando nuestro modelo productivo y adaptando nuestro mercado laboral a una nueva realidad donde la IA forme parte del mismo; la legal y regulatoria, para actualizar nuestro marco legal de manera que contemple el uso ubicuo de sistemas de IA, siempre centrados en las personas; la ética, yendo más allá de la garantía de los derechos humanos fundamentales e incluyendo la justicia y no-discriminación (como la transparencia, la benevolencia, la sostenibilidad, la diversidad, la igualdad y la no malevolencia).

Además es imprescindible una estrategia que aborde el capital humano, invirtiendo en educación a todos los niveles, con educación obligatoria (incluyendo una asignatura troncal de Pensamiento Computacional así como reforzando la creatividad y las inteligencias social y emocional de los estudiantes), educación a profesionales -sobre todo aquellos cuyas profesiones se van a ver afectadas por la IA, educación a la ciudadanía y educación a la clase política y miembros de la administración pública. Cualquier estrategia debe contemplar igualmente la inclusión de herramientas de inteligencia artificial en las administraciones públicas para, por ejemplo, mejorar la eficiencia de los procesos internos, proporcionar un servicio personalizado y permanente a los ciudadanos y optimizar la toma de decisiones basadas en la evidencia.

A nivel estatal, dos Comunidades Autónomas –Catalunya y la Comunidad Valenciana–han asumido el liderazgo y ya han publicado sus estrategias de IA incluso antes de que se haya publicado la estrategia nacional. Con más motivo, España debe plantearse seriamente la necesidad de realizar una apuesta ambiciosa, holística, plurianual, consensuada por una mayoría política a través de un pacto de Estado, avalada por la ciudadanía e impulsada por un organismo transversal dentro del gobierno, para conseguir un impacto positivo de la inteligencia artificial en nuestra economía y nuestra sociedad.

Las posibilidades son enormes: todavía podríamos jugar un papel relevante en Europa, actuando como puente con Latinoamérica y África. Para ello, deberíamos reforzar nuestra excelencia científica en esta área, invirtiendo significativamente en la formación, atracción y retención del talento, en la actualización de nuestro sistema educativo y nuestras administraciones públicas, así como en el fomento de la creatividad, el emprendimiento y la innovación en IA y áreas relacionadas con ella. Es una oportunidad que no podemos perder, como muy bien han entendido otras economías –tanto lejanas como vecinas– que ya están implementando acciones concretas de sus estrategias en IA. Espero y deseo que no la dejemos pasar. Nuestro futuro depende de ello.