Insultos e indultos

El insulto permanente de los socialistas contra Feijóo es una prueba irrefutable de su debilidad y de su falta de ideas

El balance final del Gobierno de Pedro Sánchez será, de largo, el peor de nuestra democracia: la economía atrapada en una espiral de deuda e inflación, la peor gestión de la pandemia de todo Occidente, el Estado dejado en manos de Esquerra y Bildu, y la regeneración democrática reducida al indulto a los corruptos. En el palacio de la Moncloa son conscientes de la situación y, por esta razón, han decidido que, para resistir en el poder, deben cambiar el debate o, mejor dicho, aniquilar el debate.  

Así, los disciplinados ministros del PSOE han vuelto de las vacaciones cumpliendo la orden de degradar al máximo el nivel de la conversación pública. Se han convertido en marrulleros que embarran el campo para evitar el buen juego del rival. Han redoblado el sectarismo de aquel ZP que reconocía, en privado y ante periodistas afines, que su interés personal era tensar la sociedad española, es decir, fragmentar y polarizar.  

Ya durante los peores meses de la pandemia se dedicaron a injuriar a los partidos de la oposición democrática. El “trifachito” fue su infeliz ocurrencia. Ahora, con la caída en picado de la calidad de vida de los españoles, atacan a Alberto Núñez Feijóo mañana, tarde y noche. La lista de insultos es extensa y nos limitaremos a unos pocos ejemplos.  

En solo unos días hasta 11 ministros socialistas han dedicado su tiempo a insultar al líder del Partido Popular. La portavoz del Gobierno, Isabel Rodríguez, le ha acusado de insolvente, inmaduro, cínico, obstruccionista y frívolo. Diana Morant, ministra de Ciencia, le ha tachado de antidemócrata y mentiroso. La ministra de (poca) Educación, Pilar Alegría, dijo que era “vago en conocimientos”.  

A Feijóo le han insultado por proponer aquello que prometió Sánchez

Félix Bolaños, María Jesús Montero, Teresa Ribera, Reyes Maroto, Nadia Calviño… son tantos, y todos ellos han salido en tromba (y en tropel) a replicar el infame argumentario. No obstante, la palma de máximo vilipendiador se la lleva, sin duda, Miquel Iceta. “Ignorante”, “sectario” e “incompetente”, han sido algunos de sus exabruptos. Como bien sabemos en Cataluña, nadie disfruta tanto insultando a los constitucionalistas como un dirigente del PSC. Es el acervo de las campañas de odio de Pepe Zaragoza.  

Disparan sin preguntar. A Feijóo le han insultado incluso por proponer aquello que prometió el mismo Sánchez. No hace ni tres años que el candidato socialista aseguró en pleno debate electoral que tipificaría como delito la convocatoria de referéndum ilegal; sin embargo, las mismas palabras en boca de Feijóo son las de un peligroso “extremista”.  

El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez en una comparecencia | EFE/Zipi

La escalada verbal acabará siendo contraproducente para un PSOE que demuestra que su único proyecto es llamar fascista a todo aquel que está a un centímetro a su derecha. El insulto permanente es una prueba irrefutable de su debilidad y de su falta de ideas. Conseguirán ruido y titulares, pero la viralidad mediática puede estar reñida con la reputación, y este es un caso claro. 

Con todo, la deriva populista del PSOE va más allá de la retórica. Y es que el populismo no solo es la demagogia de quien inventa enemigos y divide sociedades. Es también un programa de gobierno en el que pueden coincidir desde la derecha radical de Europa del Este hasta la izquierda bolivariana del otro lado del Atlántico. Es la concentración del poder en el ejecutivo y la arbitrariedad en su ejercicio. Es el profundo antiliberalismo de quien desprecia la separación de poderes. Es, por ejemplo, el abuso de los reales decretos-ley y el consecuente desprecio al poder legislativo. Y, en otra vuelta de tuerca, es el uso de los indultos a los corruptos con criterio meramente partidista. 

Si Sánchez indultó a los malversadores del procés por ser sus socios preferentes, cómo no va a indultar a los corruptos que son de su propio partido. La campaña para blanquear el gravísimo y gigantesco caso de los ERE está en marcha y es totalmente descarada. Como los separatistas, los Chaves y Griñán ni pedirán perdón ni restituirán el daño provocado, pero podrían recibir un premio gubernamental a su mal comportamiento. 

La política socialista de insultos e indultos provocará perniciosos incentivos: alienta la corrupción, penaliza la buena política y, en definitiva, cimienta el conflicto futuro. Pero Pedro Sánchez, ya lo sabemos, solo tiene un criterio, que ni tan siquiera es ideológico, es resistir en el poder, cueste lo que le cueste a la democracia española. 

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