¿Innovación? ¡Que inventen ellos!
Durante estos meses estivales, una noticia importante ha quedado eclipsada con la que tenemos montada en nuestro circo político. Pero a medio y largo plazo nos atañe y mucho. Sobre todo, porque puede condenar a las futuras generaciones. Al grano: ni una sola comunidad española se encuentra en el ránking de regiones «líderes innovadoras» del informe publicado recientemente por la Comisión Europea sobre la innovación en Europa, que se centra sobre todo en las pymes.
Echando una ojeada cromática vemos un mapa español pintado de amarillo innovador moderado o mediocre. Y otras partes, como Extremadura con un naranja que simboliza «modesto». Se salva el País Vasco, que figura en el informe como una bolsa de excelencia dentro de España. Un oasis en un desierto de innovación. No quisiera centrarme en las bondades de una comunidad ni echar por tierra otras. Es preocupante en términos generales. Pero no sorprende a nadie.
El escaso gasto en innovación es el perenne problema del tejido empresarial español. Lo decía Unamuno, con aquella consabida frase que tanta polémica despertó ¡Que inventen ellos!, en la que destacaba la escasa capacidad de España de innovar a la altura de sus vecinos del norte de Europa. Sigue vigente, con una coletilla: ¡mientras haya sol y playa!
Esto no se debe a la falta de talento o de personas preparadas. Se explica más bien por dos razones estructurales: la primera es que el gasto en innovación y tecnología es el más caro en términos económicos. Y son principalmente las empresas grandes las que pueden permitírselo. Es sabido que las grandes empresas tienen un mayor acceso a la financiación y mayor capital tecnológico y físico por trabajador e innovación y actividades de I D. Las pequeñas empresas y microempresas tienen que hacer frente a otra realidad, que principalmente es la de acceder al crédito.
De hecho, según datos del Observatorio de Competitividad Empresarial, el 26,3% de las pymes apuntan que innovar tiene un coste global elevado y otro 26,1% afirma que no innova porque carece de recursos para hacerlo. Y de ahí ese desajuste. El FMI ya ha echado más de un rapapolvo a España por las escasas ayudas que concede a programas de innovación en empresas privadas.
Pero no todo es financiación; para que la empresas puedan, por ejemplo, contratar a investigadores para proyectos concretos o acceder a tecnología punta, necesitan flexibilidad y mayores facilidades administrativas.
La otra razón es que el Estado se preocupa poco por fomentar la innovación. Este tema sólo se trata por encima en el debate electoral. La inversión pública no tiene la misma repercusión que la de las empresas, pero aún así es muy baja. Con una ridícula inversión en I D que se ha visto reducida drásticamente con la crisis hasta llegar a niveles de 2003, no podemos avanzar.
Nuestro gobierno, disculpen, eso ya me suena a chiste, nuestro no gobierno, ni de lejos considera la inversión en innovación como prioridad estratégica.
¿Sabían que del porcentaje de financiación pública que se dedica a la Investigación y Desarrollo sólo Andalucía, Madrid y Cataluña están entre el 90% y 120% de la media europea?
Si se invirtiera en aumentar la dimensión de las pymes, para que pudieran a su vez invertir, para que ganaran músculo, si se le diera el valor que se merece a la economía del conocimiento, a la tecnología, a la investigación… saldríamos de este atolladero. Y podríamos competir con grandes líderes europeos como Alemania o los Países Nórdicos.
Se ha dicho por activa y por pasiva en distintos foros económicos y académicos, es hora de cambiar el modelo productivo. El talento está ahí. Pero no nos enteramos. Total, que inventen ellos.