El derecho de la mitad de los catalanes a no “pasar página” y conocer la verdad
El presidente del Gobierno ha convertido los indultos en un debate sobre el perdón y la valentía política pero, más allá de la escenificación y la apariencia, los catalanes constitucionalistas, que fueron abandonados y desamparados durante el golpe catalán de 2017, tienen derecho a conocer el acuerdo completo al que llegó Sánchez para gobernar con los secesionistas
En el periodo escaso de un mes, los indultos a los condenados por sedición y malversación durante el fallido golpe de Estado secesionista de octubre de 2017, han pasado de ser un anatema para el Gobierno a publicarse en el BOE tras su aprobación en el Consejo de Ministros. Finalmente, quedan en libertad condicionada los nueve presos independentistas sin ninguna conducta pública de arrepentimiento o moderación.
Porque no es al independentismo al que se le ha requerido un cambio de actitud, sino paradójicamente, al constitucionalismo. Y concretamente, lo que resulta más delicado aún, es al constitucionalismo catalán al que se le ha exigido no solo acatar esta decisión, sino también compartirla y defenderla; no solo asumir que es lo mejor políticamente, sino también que es lo correcto moralmente. Todo ello bajo un argumentario de “utilidad pública”, como reza la decisión colegiada del Gobierno, y a la conveniencia de “pasar página”, como apremia el presidente Sánchez.
Pero “pasar página” es una tarea harto difícil para los catalanes no independentistas que, en los últimos años, han visto cómo la otra mitad de Cataluña ha colonizado los espacios públicos y las instituciones; ha llenado con lazos e insultos las calles, los teatros, la televisión pública, ¡las escuelas!
No es al independentismo al que se le requiera un cambio de actitud, sino paradójicamente, al constitucionalismo, y más concretamente, al catalán
Además, ha visto cómo el independentismo más salvaje y totalitario, el que les tildaba de bestias, ñordos, españolazos, y colonos, el que se esfuerza en eliminar el español (y lo español) de todo el territorio, dejó en suspenso toda ley en Cataluña en septiembre de 2017 para imponer la unilateralidad secesionista; apropiándose de las instituciones del Estado (Parlament, Catsalut, empadronamiento, centros de enseñanza), para impulsar un referéndum ilegal de independencia el 1 de octubre de ese mismo año.
Y también deben “pasar página” del auténtico miedo y desamparo que sintieron durante los días siguientes, tras verse encerrados en un territorio sin ley y sin frenos hacia la independencia, gobernado por el fanatismo y la radicalidad de la Generalitat y las todopoderosas entidades civiles, y con un Estado derrotado, naufragado y ausente.
Todo ello hasta la intervención del rey Felipe VI el 3 de octubre y, posteriormente, la condena, dura, del Tribunal Supremo en octubre de 2019. Para todos estos catalanes a los que se les pide “pasar página”, estas dos instituciones son de las pocas que han ofrecido ciertas garantías sobre sus derechos constitucionales como ciudadanos españoles durante los momentos más amargos del Procés.
Y ahora ven cómo a la monarquía se la demerita y se la arrincona porque molesta a los (nuevos) dirigentes del independentismo, y a la Justicia se le hace una enmienda a la totalidad al aprobar los indultos y aceptar lo “exagerado” de la sentencia. Es decir, no solo no se revierte este desamparo, sino que el proyecto de hegemonía identitaria del independentismo sigue imbatiblemente hacia adelante, esta vez con la complicidad del Gobierno de la nación.
Si ya es duro asumir todo esto, a los nuevos ‘malos catalanes’, los que recelan de los indultos, se les insta a buscar en su interior a Jesús y el perdón, y seguir el ejemplo de los empresarios catalanes, nuevos referentes de la bondad, tocados por el Sermón del Liceu.
Pero quizás lo más difícil sea tener que creer que, honestamente, el presidente del Gobierno ha cambiado o matizado su opinión desde 2019, cuando negaba los indultos, y que verdaderamente lo hace por el bien de la concordia nacional.
El proyecto de hegemonía identitaria del independentismo sigue imbatiblemente hacia adelante, esta vez con la complicidad del Gobierno
Los ‘malos catalanes’ se merecen al menos que se les diga la verdad, es decir, que esto no va de bondad, concordia o de rectificación, sino del cumplimiento tranquilo de un acuerdo secreto entre el PSOE, Podemos y los independentistas desde la moción de censura de 2018 para ungir a Sánchez a cambio de los indultos, la retirada del Estado de Cataluña y quién sabe qué más.
Por cierto, este “qué más”, sea en forma de referéndum de independencia, concierto económico, reforma constitucional o nuevo Estatut, -¡o todo a la vez, por qué no!- también se nos venderá como algo sobrevenido y en lo que el Gobierno del PSOE ha cambiado de opinión en favor de la convivencia, después de negarlo varias veces.
El constitucionalismo catalán, el que no vive políticamente gracias al permiso del independentismo, el que no participa lucrativamente de los grandes circuitos económicos que el nacionalismo sigue engrasando para mantener vivo el otrora “oasis catalán”, este constitucionalismo merece, señor presidente Sánchez, no ya no “pasar página”, sino una brizna de sinceridad y saber al menos en qué página estamos.