Indra lo sabe todo de nosotros. Lean algunas cosas sobre ella

Es inusual que desde Barcelona se escriba con atino de empresas de Madrid. Menos aún de empresas que, como Indra, constituyen auténticos bastiones del poder político central y nuclear del Estado. Indra es una empresa bien emparentada con las finanzas públicas desde el momento en que tras su privatización ha vuelto a tener capital público. También lo es por su estrecha y nada cuestionada relación con la inteligencia española, aunque el CNI e Indra mantienen unas líneas divisorias con las que es difícil aclararse donde empieza una y acaba otra. Y, finalmente, porque una empresa que trabaja para la defensa de un país encierra más secretos que los estrictamente necesarios en virtud de su papel en la tecnología militar.

 
La habilidad de Monzón es incuestionable para vadear entre gobiernos y partidos distintos

Javier Monzón es el presidente de Indra. Lo es desde que Felipe González, su primer valedor, le nombró en 1993. Después, con cambios de gobierno varios, el mérito de supervivencia de este economista es propio. Su proximidad con el Rey, su capacidad para vadear los diferentes cambios de gobierno y de partido, la supuesta vinculación con los hijos de los políticos y todo lo demás es mérito suyo. Pocos gestores llevan más de dos décadas al frente de una compañía, y si somos capaces de reconocer la especial sensibilidad que despierta Indra (además de la tecnología militar, el grupo hace los recuentos electorales y presta otros muchos servicios tecnológicos al Estado) hay que admitir que Monzón es lo más parecido a un corcho: 22 años flotando en ese magma político no son moco de pavo.

En las últimas horas se ha conocido que el Gobierno quiere acabar con Monzón. Que el presidente de Indra ha conseguido que el monarca le mantenga unos minutos más, que en su día contrató al hijo de Felipe González, que ha nombrado un nuevo director de comunicación (Ángel Boixadós) que no se comunica bien con el consejero delegado, que para suavizar los efectos adversos en Catalunya ha cerrado un contrato con la agencia en la que presta sus servicios Teresa Lloret, la esposa del director de La Vanguardia, y así un largo etcétera de cuestiones que ponen a la compañía –y lo peor, a lo que representa– a los pies de los caballos de la imagen pública.

 
En Catalunya ha pasado de la nada ‘pujoliana’ a comprarle la empresa a su hijo y a los saraos burgueses

Que el equipo directivo interno esté más o menos dividido y que se esperen dimisiones más o menos inmediatas no dejan de ser minucias cuando lo que tenemos enfrente es una empresa que conoce los secretos de todos los españoles.

Monzón, un tipo al que le gusta el festejo, le compró la empresa Europraxis a Josep Pujol Ferrusola para facturar en el mercado catalán. Alguna cosa ha mejorado: del nada pujoliano ha pasado a tener una gran estructura comandada por Manel Brufau, su responsable en Catalunya y un hombre escasamente politizado. También le compró su empresa de externalización de gestión hipotecaria a Joan Mas Brillas, un cortesano de la burguesía catalana que le vendió una compañía que sangra como un herido de guerra, pero que le pasea por el Puente Aéreo de Lacalle, por la fiesta de Palatchi (Pronovias), se asegura que Luis Conde le invite a su ‘civet’ de Fonteta y un largo etcétera de festorrios al más puro y rancio estilo catalán.

A Monzón, el culo le huele a pólvora. Pero, como dice el refranero, se resistirá cual doncella. Ya les advierto de que sus filtraciones, antes de tomar las de Villadiego, serán muy divertidas. Esperen, tomen posiciones de observación, y lean, dará mucho juego… Sobre todo, habida cuenta de que Indra lo sabe todo de nosotros, quizá vale la pena que vayamos sabiendo más cosas sobre ella.