Independencia quizá, pero no con los mismos de siempre arriba
Siempre hemos criticado a los políticos por no bajar a la calle. Hoy era un día en que esta columna sólo se podía escribir desde la calle. Escucho gritos de independencia en la confluencia de Gran Via con Pau Claris de Barcelona, a escasos minutos del inicio de la manifestación.
Tengo la suerte que mi domicilio familiar está en un lugar de transito de casi todas las manifestatciones que se hacen en la capital catalana. En los tiempos de los grises, algunos estudiantes se escondían en nuestra escalera y, la verdad, siempre me ha gustado pasearme por las protestas.
Hoy la calle está llena de banderas, pero a diferencia de otros años y manifestaciones –recuerdo de manis en las que apenas se podía andar– he llegado a primera hora de la tarde sin problemas a la cabecera. Con el calor que hacía, hasta es sana esa pequeña brisa que te daba el superar a manifestantes.
Me sorprende la cantidad de jóvenes, muy jóvenes. Muchos, creo, aún sin derecho a voto. Lo cual en vez de crítico debe hacernos reflexionar sobre el modelo de sociedad donde vamos.
Mas y su ala radical ha lanzado un pulso hoy. Y la calle es una fiesta. Hablarán de millones de personas, pero ciertamente el ambiente es inferior, por ejemplo, a cuando el Barça ganó la Champions.
Sigo caminando y tengo mi espacio para escribir desde mi smartphone. Es bonito el colorido, la música y, como hemos dicho, para algunos podría ser el ambiente ideal. Lo asqueroso y vergonzante es que esta expresión ciudadana no deje de ser otro pulso de los de siempre, donde manipulan a los menos formados –los más jóvenes– hacia un camino donde ellos quieren seguir aprovechándose.
Un país donde los jóvenes participan es un país rico. Un país donde los jóvenes son manipulados es un país triste. Independencia ¿porqué no? Pero con los mismos arriba, no gracias.