¿Independencia?, no, una movilización masiva contra el PP

El soberanismo se ha volcado para transformar el 1-O en una movilización masiva contra el PP, lo que sigue concitando en Cataluña un gran consenso

El movimiento independentista abusa de una expresión: “esto no va de…va de…” En los puntos suspensivos se puede colocar lo que deseen. Esto no va de independencia, va de democracia, dicen ahora, para buscar una mayor complicidad social, con la idea de asociar las acciones del Gobierno en contra del referéndum con una «represión inaceptable». Pero esa expresión, inicialmente, quería expresar que se trataba de reclamar algo tan ingenuo como el voto, con el argumento de que debería ser algo normal que un pueblo pueda ejercer el derecho de autodeterminación cuando lo considere, aunque esté fuera del marco legal del país en el que está integrado.

Ahora la expresión ha cambiado. Esto no va de independencia, sino de echar al PP del Gobierno, se dice. Y ahí sí concita el soberanismo un gran apoyo, porque por muchas razones el PP en Cataluña es el partido que menos predicamento tiene, aunque debemos pensar en los resultados electorales: el PP obtuvo en las autonómicas de 2015, muy polarizadas, porque se presentaron como un plebiscito por la independencia, 348.444 votos, más votos que la CUP, que alcanzó 336.375 sufragios, y un poco menos que los 366.494 de Catalunya Sí que es pot.

Es decir, el PP tiene más apoyo que la CUP, que ha marcado de forma definitiva la política catalana en los dos últimos años.

En cualquier caso, el independentismo afronta las próximas horas con ese mensaje, porque sabe que la jornada de este domingo no podrá ser el referéndum anunciado. Lo dijo el secretario de estado de Seguridad, José Antonio Nieto, tras la reunión de la Junta de Seguridad de este jueves: podrá ser un día festivo, reivindicativo, pero no se podrá votar como si fuera un referéndum.

El PP debe actuar en positivo, y la sociedad catalana debe acabar ya con esa relación fatal ente el PP y la España franquista

Con ello, Nieto anunció y asumió que el 1-O podrá ser una gran movilización, una movilización masiva contra el Gobierno del PP, y que, además,  –eso no lo dijo, pero los mandos policiales de los Mossos d’Esquadra lo dejan entrever—podría contar con votos en algunos o muchos colegios electorales que no se puedan cerrar por distintos motivos, (que los cuerpos de seguridad no lleguen a todos, o porque es mejor en un momento de extrema tensión permitir ese voto que forzar una situación en la que se ponga en peligro la integridad física de alguien).

Con ese esquema se juega a pocas horas del 1-O. ¿Esa posibilidad dejaría a los dos principales protagonistas satisfechos con la posibilidad de iniciar una etapa de diálogo? Eso es lo que deben interiorizar ahora Mariano Rajoy y Carles Puigdemont. Éste último se la juega y de forma grave, porque se ha saltado todas las reglas. Pero también Rajoy si la consulta acaba burlando a los cuerpos de seguridad, con la complicidad de los Mossos d’Esquadra, o si, en defensa del estado de derecho, se producen resultados no queridos, con escenas que podrían dar la vuelta al mundo.

El Gobierno anunció y asumió que el 1-O pueda ser una manifestación en su contra, como mal menor

Más allá de ello, surgen dos cuestiones esenciales: el PP tiene un problema, porque le cuesta mucho actuar en positivo. Si el estado español tiene serios problemas, de orden institucional, ¿por qué el PP no es capaz de presentar reformas de calado, que pueda resolver también el llamado problema catalán? El otro problema, ligado a ese, es saber cómo puede superar la sociedad catalana –va más allá del bloque soberanista— esa relación fatal y propia del pasado entre España-franquismo-PP-que malo es todo– .

Superar esos dos problemas será vital para encontrar ya, cuanto antes, una solución acordada a un conflicto que dura demasiado. Es difícil de entender que una sociedad moderna, dentro de la Unión Europea –el mejor club del mundo—no sea capaz de lograr unas reglas políticas e institucionales válidas para todos.

A no ser que se quiera echar más leña al fuego y se pretenda quemarlo todo. Para resolver esa última duda se deberá esperar unos días, con la esperanza de que el independentismo, encabezado por el presidente Puigdemont no se tire definitivamente al monte con una declaración de independencia. Ahí si que llegaría con todo su peso el estado, y con toda la legitimidad.