Incertidumbre mundial, ventaja americana

Europa paga un precio más alto que los Estados Unidos por la guerra de Ucrania

Además del enorme boato orquestado por la administración Biden, la cosecha de la visita de estado de Emmanuel Macron no ha pasado de las buenas palabras. Europa paga un precio más alto que los Estados Unidos por la guerra de Ucrania. La queja europea tiene fundamento, incluso se queda corta si consideramos lo caro que sale importar gas licuado americano.

En geoestrategia, los errores, o los desaciertos o las apuestas arriesgadas, suelen pagarse caros. Muy probablemente, la culpa es de la propia Europa, y de manera más concreta de Alemania, que optó por depender del gas ruso hasta un punto que solo sería razonable si Rusia fuera un socio pacífico y fiable.

De modo indirecto, como consecuencia indeseada de su dependencia energética, Alemania ha contribuido al resurgir del imperialismo ruso. Al calcular las consecuencias de la invasión de Ucrania, Putin contaba con que la servidumbre europea de su energía obligaría a la Unión e incluso a la OTAN a mantener una reacción de perfil bajo, en el fondo concesiva.

Europa se debilita de momento, es cierto, pero se quita de encima la sombra amenazante de Rusia, lo cual resultará beneficioso no a medio sino a un plazo casi corto

No ha sido así, en primer lugar gracias la determinación de Biden, que ha conseguido barrer las reticencias europeas ante un apoyo masivo a Zelenski. Putin no contaba con este factor, que ha resultado decisivo. El paseo militar programado se ha convertido en calvario sobre el campo de batalla. La guerra puede durar más o menos, pero Rusia saldrá de esta aventura, que ya podemos dar por fracasada, mucho más desprestigiada, menos respetada y todavía menos temida.

Antes de proseguir con China, pongámonos ante los ojos el escenario alternativo, que podría haber sido el real de seguir Trump en la Casa Blanca: Putin invade Ucrania con éxito porque Europa y el mundo se lo permiten. Desde luego que un triunfo de tal calibre hubiera convertido de facto a Europa en un casi satélite sometido al chantaje permanente de una Rusia henchida y dispuesta a seguir recuperándose como potencia imperial a costa de sus vecinos. Mucho peor, desde luego, muchísimo peor.

Europa se debilita de momento, es cierto, pero se quita de encima la sombra amenazante de Rusia, lo cual resultará beneficioso no a medio sino a un plazo casi corto. Para empezar, la transición energética. Biden la apoya sin reservas en su país mediante ayudas de un flagrante proteccionismo. Ni Macron ni nadie hará retroceder medias que a la práctica impiden vender en Estados Unidos coches eléctricos fabricados en terceros países.

Sin embargo, el ventajismo americano tiene el efecto positivo de aguijonear a la Unión. Si América imprime dólares sin freno, Europa acelera en medidas estratégicas de subvención a su industria. La voluntad de no quedarse atrás es evidente. En cuanto acabe esta guerra, Europa estará en condiciones de convertir los costes actuales en beneficios.

Digan lo que digan sus oponentes, en la situación actual del mundo, América es el mayor factor de seguridad y estabilidad

Algo que los Estados Unidos han hecho desde el primer momento. La ideología de la actual administración demócrata es la contraria a la republicana del New American Century, pero los efectos son los mismos. El poder americano se afianza, la primacía de los Estados Unidos se refuerza.

Más aún si tenemos en cuenta la crisis interna del principal rival y sin embargo imprescindible socio, China. En comparación, los problemas de Europa ofrecen mejor perspectiva que los de China. Al día siguiente de convertirse en el nuevo gran timonel, Xi Jinping topa con problemas imprevistos de difícil solución. Encierros draconianos de población, protestas, serio enfado social, bajo crecimiento económico, sectores como la construcción cerca de la bancarrota…

El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden. EFE/EPA/BONNIE CASH / POOL

Si algo está claro es que China no va bien. Sus problemas son internos y no se van a resolver sin unas reformas y rectificaciones que andan lejos de la implacable firmeza de su primer y único mandatario.

Y si algo está claro también, es que el mundo libre, y no solamente el libre, considera cada vez a los Estados Unidos como un referente, una potencia, un socio y en su caso un aliado imprescindible. Digan lo que digan sus oponentes, en la situación actual del mundo, América es el mayor factor de seguridad y estabilidad.

De muy tontos sería propio no obtener ventajas de una tan privilegiada como merecida posición.

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