Iceta, Chacón y la ‘bomba’ Navarro
Los partidos políticos buscan el poder. Y, como en todas las organizaciones, las relaciones que se establecen entre sus miembros son complejas. Imperan las percepciones, la idea de que un compañero ha logrado un puesto que no le correspondía, que ha actuado para lograrlo con deslealtad. O que, después de obtener el poder, porque nadie, en realidad, había mostrado su determinación para obtenerlo, se le deja en la estacada por múltiples factores.
En las empresas privadas esas cosas suelen suceder. Alguien a quien se le confía el mando, no progresa como se esperaba. Y aunque las circunstancias sean adversas, y nadie ponga de su parte, se le aparta. Eso sí, todo con buenas palabras. No busquen paralelismos. Hay ejemplos para todo.
En el caso del PSC, sin embargo, han pasado tantas cosas en los últimos años que es difícil trazar una sola causa que explique el desasosiego actual. Su primer secretario, Miquel Iceta, ha conseguido algo que se creía imposible: el partido se ha estabilizado, existe un discurso identificable y la relación con la dirección del PSOE es buena, algo necesario para los socialistas catalanes, cuya tarea histórica es la de influir y llevar al conjunto del socialismo en España hacia las tesis del catalanismo: transformación económica y social, y aceptación de la pluralidad interna de España para llevar el país hacia un estado federal.
Pero en el lapso complejo de los últimos dos años, el PSC se dejó por el camino a un primer secretario, Pere Navarro, que trató de resistir como pudo ante el vendaval del proyecto soberanista. Navarro buscó que el PSC no se derrumbara por completo ante el deseo de Convergència y de Esquerra Republicana de acabar con los socialistas catalanes, porque, al margen de la defensa con más o menos convicción de la independencia, lo que han pretendido los dos partidos citados es cargarse a un adversario político, que había ocupado el gran espacio central de la Cataluña contemporánea, junto a CiU.
A Pere Navarro no le ayudaron los prohombres del ala más catalanista del partido. Al revés. Se fueron del PSC, con más o menos elegancia. Desde Joaquim Nadal, hasta Marina Geli, o Ernest Maragall, o Antoni Castells. Se convirtió en un apestado, en alguien al que consideraron un ‘incapaz’ para gestionar el partido.
Y eso, al margen de la habilidad o no de Navarro, de sus buenas o peores formas, ha dejado algunas cicatrices entre los cuadros y la militancia del partido. Ahora aquellas heridas se abren. Con la renuncia de Carme Chacón a encabezar las listas en las generales –nadie en el PSC entendió nunca su estrategia, primero enfrentándose a Rubalcaba, y luego con su vida en Miami, aunque se defendiera su posición ante el independentismo—se reabren todas aquellas polémicas sin que Iceta sepa muy bien cómo enderezar la situación.
Es lo que ha tratado de explicar Carles Martí, el ex senador del PSC, con su decisión de presentar su candidatura para provocar unas primarias, que ha dado como resultado la salida de Chacón. Martí querría estar él en esas listas, claro, pero también da un toque de atención para que se tenga en cuenta a Navarro, o para que se explique, si se puede, la posible continuidad de Germán Rodríguez en esas listas que encabezará Meritxell Batet, un colaborador de Chacón, que no tiene un peso concreto en el PSC.