Horizonte Barcelona
Las próximas elecciones municipales decidirán si avanzamos en el horizonte de Barcelona o si quedamos expuestos a la inacción política
Si miramos Barcelona llegando desde el mar veremos que la ciudad se despliega pletórica de movimiento y densidad humana. El horizonte de la ciudad son las imponentes imágenes de turistas que ataviados con ropa vacacional y subidos en patinetes, bicicletas o a paso firme se amontonan para recibir los rayos del sol.
Es una ciudad órfica que recuerda los paisajes de mar de Xavier Prat, donde las figuras humanas desnudas y pensantes se tocan como nunca antes lo habían hecho. Si observamos la ciudad al llegar a Barcelona entre nubes, a punto de aterrizar, la vemos dominada por una extensión donde el Prat de Llobregat, Hospitalet de Llobregat, Sant Adrià del Besós, Santa Coloma y Barcelona se unen en una densidad de piedra y de calles que parecen arterias donde el rojo de la sangre se torna en el gris del asfalto.
Barcelona debe ser capaz de dirigir sus esfuerzos para dar cobijo al talento y la creatividad
Desde el aire, Barcelona se divisa como la Gran Barcelona, la deseada y nunca lograda área metropolitana. Es una Barcelona dominada por el urbanismo y la pérdida de límites físicos. Nadie diría que el próximo alcalde o alcaldesa puede lograr la alcaldía de tan extenso territorio con menos de 200.000 votos.
También podemos llegar a la ciudad desde sus ríos, el Llobregat y el Besós; entonces la ciudad se abre ante nosotros como una promesa de crecimiento infinito, ideal, donde los ríos se conviertan en áreas de creatividad y acuerdos municipales con los que ciudad se muestra capaz de crecer horizontal y verticalmente.
La Barcelona de los ríos es la Barcelona capaz de dirigir sus esfuerzos para dar cobijo al talento y la creatividad. La ciudad también puede ser descubierta como realidad pensada y física, desde los barrios y distritos: la plaza Huesca en Sants, el Carmelo, el Raval, el parque de la Ciudadela, el barrio de Sarriá, Pueblo Nuevo, el Borne, Poble sec, Gracia, el Ensanche o la Rambla.
Los habitantes de Barcelona temen la ciudad turística: desean el bullicio y aspiran a la tranquilidad
Es la ciudad de los ciudadanos que, al cruzar el umbral de sus hogares, penetran en un espacio que vive sometido a la tensión de los retos de las grandes urbes, y no en tensión, para transformarla. Es la Barcelona de los barceloneses que tan bien describe Màrius Carol en su libro Els barcelonins (i les barcelonines), donde los habitantes son a la vez una cosa y su contrario.
Aman la Barcelona cosmopolita pero temen la Barcelona turística, desean el bullicio y aspiran a la tranquilidad, desean una ciudad capaz de crecer pero no quieren que crezca la desigualdad sino que se combata con decisión y logros.
Hay también una visión de la ciudad que sólo se aprecia desde lo alto de los grandes edificios donde se percibe que vivimos en una ciudad horizontal no vertical. La Sagrada Familia es la referencia de la altura máxima edificable, no superando en altura la montaña de Montjuïc, que mide unos 180 metros, considerada como la montaña de Dios; el resto de edificaciones se alzan sabiendo que nunca tocarán el cielo.
Es la Barcelona del 22@, la Diagonal o el litoral. Aquí, el horizonte de Barcelona es el de la actividad, los negocios y las oportunidades. Sus habitantes esperan el nacimiento de una ciudad conectada al crecimiento, la tecnología y la internacionalización. Todos los horizontes señalados, todas las visones expuestas, confluyen en la preocupación y el anhelo de apreciar que Barcelona importa y mucho.
Un proyecto para Barcelona
Las próximas elecciones municipales decidirán si avanzamos en el horizonte de Barcelona o si quedamos expuestos a la inacción. Todos los candidatos y candidatas empiezan a advertir que no se puede liderar la ciudad sin establecer el diálogo entre todas las fuerzas políticas, alcanzando acuerdos y promoviendo consensos. Nadie desea caer en la ciudad/casa del ángel exterminador de Buñuel, donde sus habitantes no podían salir de ella, atrapados por una fuerza aniquiladora de la voluntad.
El futuro que se quiere construir para la ciudad ya no permite convertirla en arma arrojadiza ideológica, identitaria o victimista, impidiendo su desarrollo. Como ocurre cuando miramos el horizonte, es mejor saber lo que queremos lograr y mirar, lo que nos sugiere, que ir a su encuentro con el vano anhelo de alcanzarlo pues todos sabemos que el horizonte es un ideal.
Los candidatos y candidatas que sólo busquen mostrar un proyecto de Barcelona a partir de cifras y argumentos de gestión sin ser capaces de hacernos conectar con aquello que imaginan o fabulan para Barcelona, sucumbirán al proponer un debate alejado a las aspiraciones reales de la ciudad.