Homenaje a Orwell
El pasado 21 de enero se cumplieron 64 años de la muerte de Eric Arthur Blair, más conocido como George Orwell. Este autor británico nacido en la India y que pasó su vida entre ese país, Francia y el Reino Unido, nos ha dejado una de las obras más fascinantes de la literatura universal: 1984. Se trata de una distopía, situada en lo que entonces era un futuro próximo, que critica ferozmente los regímenes totalitarios, especialmente el estalinismo.
Orwell –que transitó a lo largo de su vida por el anarquismo y el socialismo– odiaba a Stalin, sobre todo, desde su estancia en España con la Brigadas Internacionales para defender la II República.
La lucidez del autor demostrada en su famosa novela no es tan solo una excelente ilustración para brutales dictaduras como la de Corea del Norte, sino que también se anticipa al control de los ciudadanos ejercido a través de la tecnología, control al que, muchas veces, nos sometemos de manera voluntaria como en el caso de los geolocalizadores.
Pero uno de los hallazgos más interesantes de 1984 es, a mi entender, la neolengua diseñada, entre otras cosas, para evitar el crimental (crimen mental). O, lo que es lo mismo, cualquier idea contraria a lo que dicta el Gran Hermano.
Además, en neolengua, los conceptos significan muchas veces justo lo contrario de lo que enuncian. De esta manera, el Ministerio de la Abundancia gestiona la miseria en la que vive la mayoría de la población. El Ministerio del Amor se encarga de torturar y así sucesivamente.
Es muy fácil encontrar casos similares en la actualidad y no solo en las dictaduras: daños colaterales por víctimas de una guerra; deceleración en lugar de crisis; préstamo en condiciones sumamente ventajosas mientras España era rescatada; Gallardón diciendo que su retrógrada reforma del aborto es la ley más progresista del Gobierno, por nombrar tan solo algunos de los más conocidos.
El nacionalismo catalán es, por su parte, una fuente inagotable de neolengua y –hay que reconocerles el mérito– lo hacen realmente bien. Logran que sus neologismos se propaguen por toda la sociedad española y que sean utilizados, incluso, desde posiciones contrarias: Estado propio y la inquietud ontológica que produce en pensar en un Estado impropio; inmersión lingüística, cuando para los catalanoparlantes no es una inmersión sino una educación monolingüe en su lengua materna; derecho a decidir, que no es un derecho y tampoco se puede decidir nada ya que, según ellos mismos afirman, se trata de un acto meramente consultivo y así hasta crear un universo propio.
Pero hay más concomitancias con 1984. El trabajo de Winston, el protagonista de la novela, consiste en rectificar informaciones aparecidas en los medios y destruir los antiguos documentos en aspectos que van desde las predicciones del Gran Hermano hasta las cifras de la producción de chocolate. Es un empleado del departamento de registro, una rama del Ministerio de la Verdad cuya función es, precisamente, mentir y manipular la información.
Esto está relacionado con el doble pensar, acto esencial del Partido, que radica en saber que algo es mentira y, a la vez, creer sinceramente en ello. Algo similar ha sucedido en Catalunya con el concepto lengua materna. Es un favorecedor del aprendizaje, sobre todo en la primera enseñanza, y en eso coinciden numerosos trabajos. Además, tanto la UNESCO como UNICEF recomiendan que esa sea la lengua utilizada para la lectoescritura e intentan velar por la protección de ese derecho de los infantes.
De hecho, esa fue una de las grandes reivindicaciones del nacionalismo catalán durante la Transición, a saber, la necesidad de escolarizar a los niños en su lengua materna con argumentos de eficacia pedagógica y de necesidad psicológica, tal como se pone de manifiesto en un opúsculo editado por Rosa Sensat en 1972.
Pues bien, de la misma manera que Winston lanzaba documentos por los agujeros de la memoria y una corriente de aire caliente se llevaba los papeles hacia enormes hornos ocultos, así la lengua materna ha sido vaporizada de la lengua oral y escrita en Catalunya porque, si esto aparece, resulta que se le está negando un derecho a más de la mitad de la población.
Ya no hay debate sobre el tema. Ninguna publicación al respecto. Y, por poner un ejemplo, en la Encuesta de usos lingüísticos de la población de 2008 en lugar de preguntar por la lengua materna, como sería lógico y habitual –que es como se denomina internacionalmente–, se habla de lengua inicial, que en el resto del mundo se entiende como el primer curso de una lengua extranjera y no como sinónimo de materna.
Sin duda, un gran homenaje a Orwell y su obra más conocida. Lo que no tengo tan claro es si a él le hubiese gustado.