Hohlmeier y la manta que Feijóo no ve

Que viene a hacer oposición parece poco discutible. Como que hará el trabajo, directa o indirectamente, que Feijóo no ha querido o sabido desempeñar

Ursula von der Leyen podría ser investida como la ministra número 23 del Ejecutivo Sánchez. Esa comunicación no verbal, sobre la que pierde el control ante la presencia de Pedro, el de Parla, la delata. Y si se pasara el rodillo de la misma ley de filias y fobias bruselescas, otra alemana sería nombrada nueva jefa de la oposición en España.  

Alberto Núñez Feijóo haría bien en disolverse “pacíficamente y en grupos de uno”, como decía en tiempos de Franco algún que otro “gris” iletrado (narra mi padre), ante semejante vendaval inquisidor. Y es que Monika Hohlmeier ya está en Madrid.  

La jefa de la delegación de las “mujeres de negro”, la “súper tacañona” –cito a Susanna Griso— o la “señorita Rottenmeier” –nick traído por Cándido Méndez— promete trasladar las luchas partidistas europeas a la fiscalización de, al menos, 11.000 millones en fondos next generation abonados a España.   Aún es pronto para afinar sus intenciones, aunque apunta maneras. Solo cuenta públicamente que “no sabe dónde están” esos miles de millones.  

Puede que Hohlmeier rastree el dinero, haga la oposición a Sánchez, a Von der Leyen, a ambos, o todo a la vez. Pero que viene a hacer oposición parece poco discutible. Como que hará el trabajo, directa o indirectamente, que Feijóo no ha querido o sabido desempeñar.

Hohlmeier sí dejará en evidencia un entramado chapucero

Cierto: la porquería que Hohlmeier saque de debajo de las moquetas monclovitas apenas tendrá consecuencia alguna sobre el futuro de los fondos. Manda la ministra Ursula y ya le ha dicho a su jefe, Pedro, que ni se preocupe por el siguiente tramo. Aunque el ministro “listillo” todavía no ha empaquetado la reforma de las pensiones.  

Pero Hohlmeier sí dejará en evidencia un entramado chapucero, construido sobre un decreto ley que, por su ambigüedad, inexactitud y redacción, parece escrito por los bachilleres del Ministerio de Igualdad (nótese que escribo ‘parece’; medio Madrid sabe que se hizo con corta-pegas entre varios ministerios socialistas). 

A estas alturas de artículo procede preguntar de nuevo dónde está Feijóo. ¿Por qué no dedica ni un solo minuto a una fuente de ingresos notable para España, tanto que, sin ellos, la economía tranqueará todavía más?  Si el Partido Popular tuviera un mínimo de iniciativa habría visto, como poco, tres problemas enormes relacionados con los fondos europeos. Los cronistas creen que Hohlmeier piensa que alguien se lo ha llevado crudo. Pero la alemana no está en esos debates. Sabe dónde mirar.

A pocos extraña que los altos funcionarios de las administraciones vean riesgo de litigio en cada concurso público

A ella y a las “mujeres de negro” le preocupan estos tres problemas que Feijóo debería denunciar un par de veces al día: 

1 La chapuza legislativa que los regula. La historia de los fondos europeos tiene dos capítulos. A/ el de Iván Redondo, la amputada mano derecha sanchista, y B/ el del decreto ley que entró al Congreso con la abstención de Vox.  

Veamos: en plena pandemia, en la Moncloa decidieron que semejante cantidad de dinero (140.000 millones) se repartiría desde presidencia.   Así que Redondo montó la estructura que consideró adecuada para drenar esos fondos a su gusto. O sea, al de Sánchez. Nació el real decreto-ley 36/2020 y se crearon los famosos PERTE, los ‘Got talent’ del Gobierno.  Pero tras echar al ideólogo del asunto, la estructura legal debía mutar.  

Astutamente, el mismo Pedro que va con un dron a las bibliotecas pensó que Óscar Bolaños no podía liderar estos quehaceres. Así que mandó encontrar una salida en el Congreso que enmiende lo de Redondo y que reparta el sacrificado trabajo de repartir tanta pasta entre varios ministerios.  Nadia Calviño era la nueva empoderada por los fondos. María Jesús Montero también rascaba algo más de poder. 

El trámite parlamentario, sin embargo, se ha enquistado en forma de proyecto de ley: está en vía muerta. Según narró el profesor Javier Santacruz en uno de los podcasts de finanzas.com, el plazo de enmiendas se ha prorrogado tantas veces que el asunto crea un cúmulo de inseguridades jurídicas que echa para atrás.  

Y es que mientras tanto, ¿qué ley se aplica? ¿La de contratos del sector público? ¿La de subvenciones? ¿Las autonómicas? ¿Todas? ¿El decreto original de Redondo?… “Computer says no”. A pocos extraña que los altos funcionarios de las administraciones vean riesgo de litigio en cada concurso público.  

El asunto sigue.  

No es que solo falte una arquitectura legal que aclare cómo se distribuyen los fondos, sino que la que está en camino da pie a la arbitrariedad por la superpoblación de conceptos y definiciones puramente valorativas que vagan, por ejemplo, en el proyecto de ley que, quizá, algún día quede finalmente convalidado.  

El real decreto original también flojea por ahí, según varios funcionarios.

En las autonomías se amontonan las solicitudes

2 No hay tanto técnico para tanto proyecto. Mientras en la Moncloa deciden orillar el tema y trampear con Bruselas, en las autonomías se amontonan las solicitudes. Falta personal y/o no se imparte formación sobre los conocimientos mínimos para evaluar los proyectos aspirantes.   Esto es particularmente dramático en pequeñas acciones, que, obviamente, presentan las pymes.  

3 El último problema es todo un clásico: la escasez de recursos y la falta de previsión del Gobierno. Grandes anuncios que no llegan a ninguna parte –como las ayudas a los autónomos durante la pandemia— por la inoperancia y descoordinación entre las distintas administraciones.  

Este tridente memorable es lo que “la señorita Rottenmeier” quiere documentar.  

Por ahora no busca a corruptos –como insinúan los titulares periodísticos—, solo dejar en evidencia el descontrol español ante sus jefes del partido conservador europeo, el Parlamento europeo y que éste, a su vez, dé un toque de atención a la Comisión. O sea, a la ministra Ursula.  

Allí, como en Madrid, las elecciones están cerca y el tiempo para elegir candidatos, más. Las motivaciones quizá sean difusas, egoístas y oportunistas; pero Hohlmeier haría un favor impagable a España si tirara de la manta que Feijóo ni siquiera ve.