Hervé Falciani: testigo de cargo
Falciani ha superado la línea que separa el código penal del delito fiscal. El primero dice: «quién la hace la paga»; el segundo afina: «quien lo puede pagar, lo hace». Es decir, quién está en condiciones de pagar declaraciones paralelas y sanciones, espera la prescripción del delito. Pero, si finalmente le pillan, paga y se queda tan ancho.
Falciani se refiere a los bancos como «los feudales de hoy». Articula su lucha contra la evasión a partir de paquetes de información obtenidos en el Hong Kong Shanghai Banking Corporation (HSBC) de Jersey y de Ginebra. En su nube, se articulan además otros vectores, como el Consorcio Internacional de Periodistas, LuxLeaks y Offshore Leaks. Controla un archivo parecido al The World Factbook de la CIA, y propone un remedio contra la evasión: «ofrecer a los denunciantes un porcentaje de lo que se recauda». Su negocio es el fuego contra el fuego.
La lista Falciani se ha convertido en un arma arrojadiza. Montoro la utiliza para amenazar a deportistas, artistas o medios. Sin embargo, a la hora de la verdad, el ministro de Hacienda ofrece una amnistía fiscal al delito de cuello blanco y le tiende un puente de plata al patriotismo de Patek Philippe con pulsera roja y gualda.
Podemos, por su parte, alcanza un acuerdo con el bancario protegido y amenaza con dar a conocer la lista íntegra de los ciudadanos con cuentas opacas en SHBC. En España se desata una ola de escalofríos.
Mientras tanto, la Audiencia Nacional y los siete mejores fiscales anticorrupción del país han ganado ya la partida. La segunda entrega de la lista de evasores ha desvelado el secreto mejor guardado: los embudos fiscales de los grandes defraudadores con cuentas en Andorra trasladadas a Suiza y a paraísos fiscales de todo el planeta. De rebote, Andorra bloquea las cuentas de Jordi Pujol Ferrusola en el principado pirenaico y desata temblores en los comparecientes de la Comisión parlamentaria de su padre, el ex president.
Pero, por encima de todo, la segunda entrega de la lista ha desvelado nombres de condenados por narco, como José Mestre o Arturo del Tiempo, un hombre que fue nombrado policía honorífico en la República Dominicana, la antigua finca de Trujillo, el Chivo de la sonrisa.
El cartel de Sinaloa y la antigua Al-Qaeda le han metido un turbo al asunto fiscal. De repente, las cosas han cambiado: ya no se buscará únicamente el delito tributario. «Nos podremos centrar en el origen de los fondos opacos», dicen los magistrados. En opinión de los fiscales pata negra, «ahora sí, el código penal le ganará la partida al delito tributario».
Prófugo y protegido, el ciudadano Hervé Daniel Marcel Falciani lleva consigo la estética del delator. Es el ex empleado rencoroso de HSBC que dice «os vais a enterar». Sustrajo los datos confidenciales de los ordenadores de su banco en Suiza, el extraño país que convirtió en divisas el oro que Hitler había robado a los países ocupados. Después se vino a España, una nación cuyo saqueo data del tiempo de los Reyes Católicos. Estuvo cinco meses detenido antes de convertirse en protegido y participó en las elecciones europeas con el Partido X. Nació en Montecarlo, fue bancario desde la infancia y ahora vive en medio de ninguna parte, en pisos protegidos por la policía.
La lista de defraudadores de HSBC, que las autoridades francesas entregaron a Helena Salgado, acabó en la vía muerta de Montoro. Le llovieron los nombres del cielo, y él les puso en antecedentes a base de cartas amables; pero solo ha recaudado 468 millones, 200 de los cuales son de los Botín, sobre una base imponible oculta que podría alcanzar los 2.000 millones.
Ahora estalla la segunda entrega de Falciani, un total de 130.000 ciudadanos europeos. Y es que, de vez en cuando, David le gana a Goliat, como el día lejano en que Indalecio Prieto salió a hombros del Congreso (literalmente) tras ganar a Calvo Sotelo en un debate sobre la deuda española.
Los nombres suenan incesantes: Botín, Masaveu, Luca de Tena, Eufemiano Fuentes, Lao, Bosch Aymerich, entre muchos; acompañan a ilustres franceses, como el cocinero Paul Bocuse y la modista Nina Ricci o a británicos falsarios, como el ministro Stephen Green, ex alto cargo del HSBC, el banco que blanquea fondos provenientes del narcotráfico y de los señores de la guerra; el banco que tiene las manos manchadas de sangre.
Falciani, el delator, se ha convertido en el que aporta las pruebas de la verdad; quiere que los demás desvelen lo que sus conciudadanos esconden. No es, desde luego, Julian Assange, el filtrador de WikiLeaks refugiado para siempre en una embajada ecuatoriana. No se detendrá en la transparencia porque trata de comprometer a jueces y políticos.
Ha saltado de víctima a héroe. Es el canalla de las buenas causas. Representa a una parte de un puzle sin neutrales. Quiere regular el dinero caliente planetario porque acaso no mereció un ascenso en HSCB. Tiene en sus manos el destino de la oligarquía nacida al calor de la burbuja. Es el testigo de cargo.