¿Hay un conflicto con las lenguas en Catalunya?
En los medios públicos y subvencionados catalanes, así como desde diferentes formaciones políticas, se repite una y otra vez que en Catalunya no hay ningún conflicto con las lenguas y que todo es obra de algunos partidos y de seis familias que quieren crear problemas donde no los hay.
De entrada, parece evidente que hay padres a los que el actual modelo lingüístico, la mal llamada inmersión lingüística –solo se puede hacer inmersión en una lengua que no es la materna–, no les parece adecuado para sus hijos y, por este motivo, optan por escuelas privadas que ofrecen otras opciones.
Un ejemplo de esto sería el President de la Generalitat, Artur Mas, que eligió Aula, famosa por su defensa del plurilingüismo. Lo mismo sucede con el anterior Presidente, José Montilla, que llevó a dos de sus hijas al Colegio Alemán, con inmersión en esa lengua y a un tercero, a la escuela La Miranda, que utiliza el plurilingüismo como reclamo publicitario.
Finalmente, el que se postula como próximo President de la Generalitat, Oriol Junqueras, afirmó en una entrevista que cuando su hijo esté en edad escolar piensa llevarlo al Liceo Italiano. Tenemos, pues, a un primer grupo de padres que no desean una escuela solo en catalán, pero que pueden pagar los elevados precios de estas escuelas privadas por lo que no son percibidos como problemáticos.
Tenemos después un segundo grupo que también tiene claro que el sistema monolingüe vigente en Catalunya para la escuela pública es un modelo claramente obsoleto y que, además, dificulta la consecución de un nivel de español culto aceptable pues es difícil adquirirlo haciendo dos o tres horas de clase en ese idioma.
Por este motivo, realizan un importante esfuerzo para pagar, por ejemplo, los más de 700 euros al mes que cuesta la primaria en Aula. Estos tampoco ocasionan ningún problema aunque, tras hablar con varias de estas familias, se puede percibir su indignación por no poder obtener este mismo tipo de educación en una escuela pública que les evitaría los sacrificios económicos y los problemas de organización para llevarlos a lugares muchas veces alejados de sus casas.
Existe, finalmente, un tercer grupo que son los que en Catalunya cargan con el estigma de conflictivos (y que la Generalitat cifra en unos 1.500): aquellos que no pueden pagar los altos precios de las escuelas elitistas o que no tienen ninguna a una distancia que haga factible su escolarización en uno de esos centros.
Algunas de estas familias han optado por llevar su demanda hasta las últimas consecuencias y se han enfrentado a largos procesos judiciales que han acabado por darles la razón. Sin embargo, la Generalitat ha manifestado públicamente su intención de hacer todo lo posible para que las sentencias no se cumplan y, además, ha puesto a todo un ejército de opinadores a cargar contra ellos. En el colmo de la indignidad, han dado los nombres y apellidos de sus hijos menores de edad.
Especial atención merece el caso de Francisco Rivas, el padre de una alumna de primaria de la escuela L’Era de Dalt. Hace varias semanas se dirigió a Marc Peñarroya Casals, director del centro, para reclamarle una presencia equilibrada del español como lengua vehicular, tal y como ordenan los tribunales.
Lejos de atender su petición, Peñarroya envió una carta a las 313 familias del centro en la que señalaba a Rivas acusándolo de decir mentiras y de que su petición se debía a una acción política. Por si esto fuera poco, el Ayuntamiento de Tona publicó la carta en su página web.
Da la casualidad de que ese consistorio está gobernado por CiU, cuyo jefe de filas así como otros destacados miembros de su partido optan por carísimas escuelas que ofrecen justo lo que este vilipendiado padre reclama para su hija. Antes semejante escándalo, Rivas ha recibido el apoyo de la Asamblea por una Escuela Bilingüe (AEB) que se está extendiendo por Catalunya para asesorar y acompañar a familias en casos similares.
De lo hasta aquí expuesto se puede inferir que el problema en Catalunya no está en demandar un modelo plurilingüe frente al modelo monolingüe de la inmersión, ya que muchos padres llevan a sus hijos a este tipo de colegios sin recibir ninguna condena por ello. El problema está en el hecho de desearlo pero no tener recursos económicos para poder pagarlo. Y esto tiene, sin duda, un nombre: clasismo.