Hay química
Hace pocos días, asistí a la celebración del décimo aniversario del Institut Català d’Investigació Química (ICIQ) en Tarragona. Un equipo de 250 profesionales de alta cualificación dirigidos por Luis Pericàs sobresale en diversos campos que le valen varios reconocimientos internacionales. El último, el de centro Severo Ochoa. El ICIQ es de los pocos centros de investigación de Catalunya que desde los orígenes tuvo claro que sus investigaciones básicas debían ir orientadas hacia un nicho de necesidades conectados con un clúster industrial. En este caso, el de la química de Tarragona; que representa la mitad de la química catalana y la cuarta parte de la de España.
En el transcurso del acto, escuchamos al consejero de Economia i Coneixement, Andreu Mas-Colell, quien puso de relieve las causas del éxito del ICIQ: la vinculación con un clúster concreto; la continuidad de las políticas científicas en Catalunya durante más de 10 años y que ya han tenido cinco gobiernos distintos –en este sentido, agradecí, en un gesto que no suele ser frecuente en política, la mención a mi etapa frente al tema–; un equipo científico motivado e internacional; y la capacidad de cooperación interinstitucional desde la Unión Europea hasta el Ayuntamiento.
Después, habló el representante de los empresarios químicos de Tarragona. Se quejó amargamente de que todo el polígono está en riesgo por el retraso sistemático en la implantación del ancho europeo desde Tarragona hacia la frontera. Una vez más, el Estado aparece como el principal obstáculo a nuestro desarrollo.
Un caso similar es el de la conexión de las minas de Súria y Sallent con ancho europeo hasta el puerto de Barcelona, hecho que también permitiría la conexión con la vía que llega a Francia. Ahora mismo, las únicas minas de espesor que tiene Catalunya (con impacto indirecto de 2.000 empleos) reflexionan sobre qué hacer con su previsión de inversiones. Atrapadas entre el pasado y el futuro, se deberían acelerar las negociaciones y los planes de empresa para que una actividad que suministra materia prima, precisamente en la industria química, no quede tocada.
En el pasado, incluyendo el periodo en el que las minas fueron propiedad pública y donde los controles ambientales eran escasos, la exportación de potasa dejó como residuo montañas de sal que contienen a la vez en cantidades menores otros metales de gran interés. Entre ellos, el magnesio.
La actual propiedad y dirección de la empresa heredó el monte. Para su gestión, también se quedó con varias autorizaciones de la Generalitat o municipales que seguramente no estaban suficientemente bien elaboradas. La cuestión es que ahora la empresa tiene que hacer frente a procesos judiciales que dan la imagen de una cierta inseguridad jurídica. En el mismo momento en el que la compañía presenta el plan Fénix, que implica pasar de tener residuos a disponer de recursos de la montaña de sal y que incluye su comercialización masiva, sale la competencia monopolista de la sal común europea. Una guerra en varios frentes con el objetivo de evitar que salga al mercado una sal más pura que las actuales y más barata. Como decía, el pasado y el futuro se unen contra el principal proveedor de materia prima a la química catalana y europea. Y muy ligado al clúster industrial y de conocimiento del Bages (BCN). En la ciudad de Manresa hay la única ingeniería de minas y materiales, el Centro Tecnológico de Manresa (CTM), experto en materiales y reciclaje de residuos industriales. También existe un núcleo importante de industrias metalúrgicas que han diversificado sus productos, desde el automóvil al material médico.
Por ello, se deberá hacer frente al problema que tienen las minas con creatividad. No veo otra salida que la de acelerar la construcción de la planta de transformación salina en Sallent, destinada a explotar la sal acumulada, al mismo tiempo que se pone en marcha la de Súria que ya evitará que de la mina salga ningún residuo. Todo se aprovechará. Potasa, sal, magnesio y otros minerales. Pero para que la empresa pueda dar este paso pronto, las administraciones se deben mover. Y aquí topamos, de nuevo, con las infraestructuras. El ancho europeo desde la comarca del Bages hasta el puerto de Barcelona y hacia la frontera francesa es una cuestión de Estado. Tanto, que me temo que irá ligada a la próxima construcción del Estado catalán.
MACEDONIA
- La última encuesta sobre proceso da un 45% a favor de la independencia, tres puntos más que en mayo. La misma semana que se conoce que la Unión Europea estudia un procedimiento especial para la incorporación de Escocia.
- Fabra, de Castellón, se va a la cárcel. Sigue a Matas. Mientras tanto, a Bauzà le estallan las crisis locales, ahora en Ibiza. El PP de los países catalanes, «antes partio y a la cárcel, que doblao» .
- Partido también por las conclusiones de las cocinadas balanzas fiscales de Montoro. A pesar de cientos de capas de maquillaje, Baleares, Valencia, Murcia y Catalunya son las que reciben menos por ciudadano. Y Catalunya, con toda la cocina de Angel de la Fuente, regala 8.000 millones de euros con los que no hubiera sido necesario pedir crédito ni hacer recortes.
- Sin embargo, según el INE, Catalunya es la tercera economía que menos ha retrocedido durante la crisis, un 4,1%. El PIB catalán es el que gana más peso en el conjunto del Estado, que ha pasado del 18,5 % a tocar el 19%. En cambio, Asturias pierde en cinco años el 9,5% del PIB; y, de nuevo, Murcia, y Valencia un 9,4%. ¿Reaccionarán algún día los electores del Levante? ¿O recibirán el premio a la inocencia?
- Según Eurostat, en España ha habido un grave hundimiento de salarios. Del 6,6% en el periodo que va desde 2008 a 2013. Comparable a Irlanda, Grecia y Letonia. A mucha distancia, bajan Lituania, Portugal y Chipre. Todos los demás suben. Y, con más del 9%, por orden: Bulgaria, Luxemburgo, Finlandia, Malta, Reino Unido, Bélgica, Hungría, Austria, Holanda, Alemania, Estonia, Dinamarca, Italia y Eslovenia. ¿Salimos de la crisis? ¿Y, cómo salimos?