En esta España que busca dinero debajo de las piedras de la sanidad, la educación o las infraestructuras que sustentarían nuestro futuro, hay al menos 55 millones de razones para abolir el Senado, esa antigualla constitucional sobre cuya utilidad nadie, sinceramente, podría dar cuenta.
Ese es aproximadamente el presupuesto anual del Senado español. Lo que nos cuesta a todos los españoles. Eso en este 2011. El año pasado el presupuesto era un 7% más alto, pero en un ejercicio de responsabilidad sus señorías aprobaron rebajas que afectaron a gastos corrientes y nóminas.
55 millones de euros para mantener en funcionamiento una maquinaria institucional que no interesa a nadie. O a casi nadie. No recuerdo en el barómetro del CIS o en alguna de las múltiples encuestas que elaboran partidos, medios de comunicación u otras instituciones una sola pregunta destinada a indagar la opinión de los ciudadanos de este país sobre los senadores que supuestamente les representan.
No recuerdo alguna iniciativa legislativa o de otro tipo en la que el Senado haya tenido alguna relevancia. No interesa, efectivamente, a nadie. O casi, para los partidos políticos es una forma más de financiación. Además del retorno por escaño y votos que consiguen a cambio de una prácticamente nula inversión en candidaturas, los partidos cargan a las cuentas del presupuesto de Senado, es decir, a costa de nuestros impuestos, más de 200 nóminas de senadores, cuya actividad política en el Senado, no en el partido al que pertenecen, es una incógnita en la mayoría de los casos.
Pero es que además la inutilidad de esta segunda cámara supuestamente legislativa es uno de los secretos peor guardados de nuestra democracia. Tan convencidos están todos de que no vale para nada que llevan ya bastantes legislaturas hablando del Senado exclusivamente con la intención de reformarlo. No hay manera. Tras eternas discusiones, la única conclusión que cabe sacar es que nadie sabe qué hacer.
La cantinela más repetida es que hay que convertirlo en una auténtica cámara de representación territorial. Pura palabrería. Nadie ha detectado una auténtica necesidad en ese sentido. Los problemas de coordinación territorial van en otra dirección.
¿Recuerda alguien quienes son los candidatos al Senado en estas elecciones del 20N? Me cuesta trabajo creerlo. ERC es el único partido que reclama la desaparición de esta institución en su programa, pese a lo cual ha decidido presentar como candidato a Mosés Broggi, un médico de 103 años, cuya dedicación futura a la cámara si fuera elegido será, lamentablemente, reducida, en principio. He leído en algún sitio que el PP ni siquiera lo menciona en su programa y el resto de formaciones se limita a proclamar una serie de propuesta con un entusiasmo indescriptible como se pueden imaginar.
No le demos más vueltas. Si estamos poniendo patas arriba la casa, para ubicarla en unas coordenadas de severa austeridad, es prioritario meter la tijera sin miedo por los gastos más improductivos. El Senado estaría, seguramente, en el top de esta clasificación. Si hemos podido reformar la Constitución en un plis plas para recortar nuestra soberanía e imponer un techo de gasto en el déficit, hagamos un ejercicio de eficacia y carguémonos ya el Senado. Nadie lo va a echar de menos.