Hasta el gorro del ébola

En nuestra redacción abunda el personal joven. Lo que constituye un activo muy preciado en la mayoría de ocasiones por el arrojo y valentía que supone no deja de constituir un desequilibrio en otras. Por ejemplo, ante un caso como el contagio del ya populoso ébola por parte de una enfermera (tan desgraciada en su suerte como contradictoria en sus manifestaciones y actitud), ya que supone un elemento propicio a las actitudes hipocondríacas, de un lado, y al castigo político, de otro.

Llevamos dos días hablando ininterrumpidamente del asunto. La mayoría de los periodistas de ED se muestra partidaria de lapidar a la ministra, sus técnicos, al conserje del hospital y a cualquiera que se atreva a opinar lo contrario… La juventud interpretativa impide, a veces, tomar la distancia suficiente en el análisis y hace más apetecible el comadreo con los aspectos más estéticos, personales y menos estructurales del asunto. Un servidor discrepa. Dicho esto, seguro que el gobierno del PP la ha vuelto a pifiar. Casi podríamos poner un órgano en el fuego a que la ministra de Sanidad, Ana Mato, no es la mejor de las dirigentes para afrontar un caso como el mencionado. Lo que quieran, y dos huevos duros más.

 
Hay suficientes razones para criticar la política del PP sin tener que convertir el contagio en un circo político
   

Si hemos de criticar al Gobierno, por favor hagámoslo con argumentos más ajustados, menos sentimentales y más profundos que los del contagio de marras. Haberlos, haylos. Y podríamos escribir una enciclopedia con los incumplimientos, falta de capacidades, reformas prescindibles, ineficiencias, involuciones… Pero no tiremos al bulto, porque ni es efectivo ni justo.

Criminalizar al Ejecutivo de Mariano Rajoy por lo del ébola se me antoja una auténtica sinrazón. Que la enfermedad africana haya llegado a Europa, que sea tras una operación de marketing político y que luego no exista otra iniciativa ni tan siquiera similar para poner en claro el asunto seguro que es un error, un grave tropiezo, pero de las muchas culpas que tenga esta Administración la muerte de Manolete no es una de ellas.

El asunto del ébola en España ha ocupado a la prensa pretendidamente seria y a la más amable. Los acontecimientos han servido igual para ofrecer contenidos a periódicos serios preocupados por la alarma social que genera cualquier amenaza contra la salud pública que a programas de entretenimiento que han hecho del perro de la familia un héroe y de Rajoy y Mato unos villanos. Los Sálvame televisivos de turno van locos con la demagogia del caso, con el análisis de corto alcance. Es una lástima, porque es un asunto serio que está siendo tratado como se vilipendia en la plaza del pueblo al vecino que han pillado robando. No minimicemos, pero seamos más serios. Que crucifiquemos a Rajoy por este asunto, cuando la práctica totalidad de las competencias sanitarias han sido transferidas a las comunidades autónomas (que son las que cierran hospitales y en algunos casos, como el catalán, abogan por la sanidad privada) es cuando menos injusto. Hablemos del modelo sanitario del PP (y del de CiU, de paso), de cómo afecta al ciudadano la poda realizada en la salud pública y del desmoronamiento tolerado de una parte de nuestro estado social.

El ébola es un asunto serio, por más programas de cotilleo que se dediquen. Y la política debería serlo en la misma medida. No todo vale para castigar al adversario, salvo que nos hayamos vuelto completamente locos. Cualquiera diría que los verdaderamente infectados están fuera del hospital.