¿Hasta dónde piensa llegar Junts pel Sí con la CUP?
Los últimos acontecimientos protagonizados por la CUP, incluida la petición de dimisión del conseller Jordi Jané, ponen de manifiesto el grave error que cometió Junts pel Sí al buscar la mayoría parlamentaria con esta formación política, o lo que sea la CUP.
Todo viene de no interpretar correctamente los resultados de las últimas elecciones al Parlament de Cataluña: no había mayoría social ni política suficiente para iniciar el «procés», que, según afirmaron en la campaña electoral, consistía en crear el estado propio, «la república catalana» en dieciocho meses.
Con el resultado en la mano, el «mandato democrático» que recibió Junts pel Sí no era iniciar el proceso, (ellos mismos calificaron las elecciones de plebiscitarias), si no buscar otras alianzas parlamentarias que hicieran posible un gobierno estable. Se optó por ignorar a todos los grupos parlamentarios excepto la CUP, y estamos donde estamos.
La actuación de Junts pel Sí al aceptar la renuncia de Artur Mas no tiene precedente en las democracias occidentales, sobre todo en cómo se pactó la renuncia y la sorpresiva elección de Carles Puigdemont. ¿Resultado? A las primeras de cambio la CUP rechazó los presupuestos para 2016, y eso que Artur Mas aparecía constantemente en TV3 mostrando el documento pactado con la CUP y afirmando, para tranquilidad de los ciudadanos, que él era el garante de los acuerdos con la CUP, que incluían los presupuestos. ¡Menudo garante!
A continuación, se nos plantea una cuestión de confianza en diferido. Tramitada la cuestión de confianza, estamos como al principio. Es cierto que la CUP, a trancas y barrancas, permitirá la tramitación presupuestaria, pero ¿alguien de Junts pel Sí puede afirmar ahora que al final del trámite parlamentario la CUP aprobará el Presupuesto?
Pero todo ello, que por sí solo constituye un auténtico despropósito, no es lo más grave de la situación. El acuerdo de Junts pel Sí y la CUP ha convertido al Parlament de Cataluña, y por extensión a la política catalana, en un esperpento que nos lleva a concluir que estamos dando el peor ejemplo de lo que debe ser un parlamento y de los valores que debe proyectar.
La constante teatralidad y gestualidad de la CUP, tolerada pacientemente por Junts pel Sí, ha normalizado unas actitudes dentro del Parlament que socavan de raíz la esencia de lo que debe ser un parlamento democrático.
Que un grupo de diputados, en sede parlamentaria, hagan mofa y rompan símbolos que otros ciudadanos tienen como suyos y respetan, es negar la esencia misma del parlamento, que debería ser el templo del respeto, el diálogo, y el pacto.
La discrepancia, cuando se manifiesta con burla y falta de respeto, es intolerancia, y la intolerancia es contradictoria con el parlamentarismo. Si el conjunto de la sociedad fuera despreciando y no respetando los valores de unos y de otros, la convivencia y la cohesión social saltarían por los aires. Y nuestro Parlament, lamentablemente, hoy es el buque insignia de proyectar actitudes que van directamente a socavar los principios sobre los que debe asentarse una verdadera democracia.
La política catalana, que siempre ha alardeado de ser la más europea del conjunto de España, la más tolerante y la más avanzada, hoy se está «batasunizando» a velocidad de vértigo.
Las actitudes que hoy se están proyectando desde el Parlament: intolerancia, desobediencia, y cerrar el diálogo a los grupos parlamentarios que no comparten el procés, es responsabilidad de Junts pel Sí, que se ha puesto, por lo que parece gratuitamente, al servicio de la CUP. La CUP ya ha puesto a Artur Mas, cortándole la cabeza, en la papelera de la historia.
El debate presupuestario, y lo que Junts pel Sí acabe aceptando de la CUP, puede mandar a la «basura» de la historia a la economía catalana y descabezar a buena parte de nuestra sociedad.
Cuanto más tarde Junts pel Sí en romper su alianza con la CUP, más grave será su responsabilidad.