¿Hacia dónde va Podemos?

Las nuevas fuerzas que se definen como «del cambio» se encuentran todavía en un contexto de profunda indefinición interna. Son movimientos surgidos como consecuencia de una cierta crisis de la política dominante y como rechazo de la misma, pero que tienen enormes carencias de definición.

Nos podemos centrar especialmente en el momento del proceso interno de renovación por el que pasa la principal formación de la «nueva política» cómo es el caso de Podemos y su próxima Asamblea Ciudadana denominada Vistalegre 2.

Hasta el momento aquello que aparece en los medios no son más que discusiones dentro del núcleo dirigente sobre varios aspectos relativos a cómo tiene que ser la forma de debate del proceso congresual que ni siquiera esconden lo que son luchas de poder dentro del núcleo dirigente de la formación, entre Pablo Iglesias e Iñigo Errejón.

Podemos ha demostrado ser una maquinaria electoral muy eficiente en manos de un núcleo dirigente muy centralizado y buen dominador de la propaganda mediática mediante la cual ha lanzado conceptos generales y poco concretos. Sin embargo, todavía hay muy poco conocimiento sobre elementos básicos de que es o quiere ser Podemos como partido, y sobre cuáles son sus objetivos estratégicos, al margen de hacerse con el gobierno.

Es hora que clarifiquen muchos interrogantes en torno a la formación y sus planteamientos y objetivos políticos.

¿Cuál es su concepción ideológica? ¿Cuáles sus objetivos políticos y su estrategia para llevarlos a cabo? Todo esto más allá de genéricos hablar de «la necesidad del cambio que la gente necesita», o de planteamientos como «estar con la gente» o «con lo que la gente decida en cada momento».

Hay que concretar conceptos poco definidos como ¿cuál es la gente a la que se quiere representar? ¿Qué sectores sociales la conforman? ¿Quién son los de abajo? ¿Qué es y quien compone la «casta»? Y más allá, ¿cuál es su concepción del estado?

Más allá de defender una mayor democratización y participación. ¿Qué modelo productivo se defiende? ¿Cómo se define la sociedad y su composición? ¿Qué política de alianzas sociales se plantea? ¿Cuál es su relación con los movimientos sociales y sindicales? ¿Cuál es la política de alianzas en el ámbito político? ¿Cómo se quiere conseguir la mayoría social y política necesaria para gobernar? ¿Cuál es su concepción de la hegemonía ideológica y de cómo se consigue?

¿Cuál es el modelo de partido que proponen? ¿Cuál es su modelo organizativo? ¿Cuál es la función del partido? ¿Cuál es su modelo de militancia y su papel? ¿Cuál el compromiso y la participación del militante?

No hay duda de que hay que pasar de las frases genéricas y del tacticismo constante y con objetivos mediáticos a concepciones políticas más profundizadas.

Hasta el momento Podemos ha sido una formación que podríamos definir como «de vanguardia», es decir con un núcleo compacto y reducido de dirigentes y con una militancia muy poco estructurada que sigue las directrices de sus dirigentes, es un modelo que podríamos calificar de «caudillista» donde el secretario general, en este caso Pablo Iglesias, tiene un alto grado de decisión política. Era de alguna forma un partido que tenía como objetivo conseguir el poder en poco tiempo. Eran los momentos de «asaltar a los cielos».

Ahora la organización se prepara para un planteamiento de conseguir el poder, o mejor dicho el gobierno, en un tiempo más largo. Y esto comporta la necesidad de estructurar el partido. Pero ¿Se pretende un partido que tenga relaciones fluidas con los movimientos sociales y sindicales, que el partido los acompañe en sus luchas, o un partido que esté inmerso en los movimientos sociales y sindicales y donde su función sea establecer una práctica política que aglutine y dé una visión globalizada de las reivindicaciones sociales?

Esto dejaría como estéril el falso debate que se ha querido plantear en Podemos sobre la preeminencia de la función institucional o la movilización social. En un partido de masas inmerso en la sociedad no hay preeminencia puesto que la lucha social y la acción institucional están en plena sincronización sin preeminencia de una sobre el otro.

Por otra parte el actual modelo organizativo que se presenta como muy participativo esconde una realidad de relación virtual de la militancia y una nula capacidad real de participación decisiva de esta. La consulta directa a las bases sólo es razonable en determinados momentos y sobre cuestiones muy concretas. Pero los debates precisan realizarse en las organizaciones donde los militantes se encuadren de forma que permitan el debate de documentos con enmiendas, transacciones y síntesis etc. Lo contrario es un espejismo de participación de todos que en realidad deja todo el control en las élites dirigentes.

En definitiva Podemos tiene que aclararse y aclararnos mucho. No es fácil construir de la nada una fuerza política con voluntad mayoritaria y alternativa a lo ya existente. Quizás le hará falta un proceso más largo de maduración del proyecto político y organizativo si quiere ser a medio plazo una fuerza con capacidad real de transformación social.

Y lo que vale para Podemos vale también para sus confluencias, como el proceso de construcción del nuevo sujeto político en Cataluña.