Guerra sucia
Los independentistas catalanes pretenden poner un cerco a Madrid con un plan de intervención que puede vulnerar el estado de las autonomías
Forzar a la Comunidad de Madrid a reimplantar el impuesto de patrimonio para evitar que sigan las fugas de otras comunidades hacia una fiscalidad más amable. Ese es el triunfo de ERC, lo que ha conseguido en sus negociaciones para apoyar los presupuestos de Pedro Sánchez.
Este impuesto, que tiene un componente ideológico por excelencia, acaba de desatar la guerra del agravio comparativo. El Gobierno de la Moncloa, con Sánchez y Pablo Iglesias al mando, es una máquina de apertura de frentes; de creación de problemas donde no los había.
Con un Gobierno asociado a secesionistas y antisistema que buscan la desestructuración del Estado de las autonomías, el espectáculo no ha hecho más que empezar.
De la negociación de los apoyos a los presupuestos generales ha salido victoriosa una ERC que, en vez de proponerse bajar los impuestos que tanto asfixian a los contribuyentes en Cataluña, ha logrado un compromiso de Sánchez para que la armonización sea “por arriba”.
Ha conseguido mayores tajadas económicas, desde luego, con los 2.300 millones en inversiones y transferencias de capital para Cataluña. Y una victoria más que simbólica, con la eliminación de cualquier control de Hacienda como al que estuvieron sometidos cuando el gobierno de Mariano Rajoy les impuso un marcaje financiero.
Pero la baza de la que Gabriel Rufián y Oriol Junqueras se sienten más orgullosos es el compromiso de Sánchez a promover una reforma tributaria para que Madrid ponga en marcha el impuesto de Patrimonio.
¿Aceptaría ERC que otra comunidad interfiriera en sus cuentas como pretenden hacerlo ellos con Madrid?
Cataluña aporta tres veces menos que Madrid a la caja común del fondo estatal de garantía de servicios públicos, con los impuestos más elevados de todas las comunidades, además de Asturias. Una circunstancia que, agravada por el procés, provocó en su día el mayor éxodo de las empresas ubicadas en Cataluña.
Para tapar esa desigualdad ahora los independentistas catalanes pretenden poner un cerco a Madrid. Que es donde gobierna el centro derecha. Una guerra sucia, por ideológica.
Ese plan de intervención en una comunidad puede vulnerar el estado de las autonomías y acabar siendo una medida inconstitucional. ¿Se pretende aplicar un 155 financiero en Madrid si su Gobierno autonómico se niega al atropello?
Grandes contribuyentes vascos también se fugaron hacia Madrid
Pero lo más lacerante es ver quién lo ha exigido. El partido que propaga la independencia de Cataluña pretende hacer una tabla rasa financiera para todo el Estado. Menos para las comunidades que tienen régimen fiscal propio, claro, como Euskadi y Navarra. Los fueros, ni tocar.
¿Aceptaría ERC que otra comunidad interfiriera en sus cuentas como pretenden hacerlo ellos con Madrid? Seguro que no. El PNV aplaude el plan de meter en vereda a Madrid meses después de que su partido se hubiera mostrado dispuesto a estudiar la eliminación del impuesto de patrimonio (la fórmula de Madrid) sin perder la recaudación. Nada oficial. Pero los nacionalistas vascos también sangran por la herida.
Grandes contribuyentes vascos se fugaron en su día en busca de horizontes fiscales que les dieran más margen. Ahora el PNV busca algún complemento para competir al nivel de Madrid. Creen que estaría bien que Madrid pasara por el aro, siempre que no se buscara una armonización general. Por eso, en una votación parlamentaria, se abstendría porque la reforma fiscal no afecta al Pais vasco.
Rubalcaba pensaba que Sánchez no era un socialista sino un radical de izquierdas
“Bajar los impuestos es de izquierdas” sentenció José Luis Rodríguez Zapatero un año antes de llegar a la Moncloa. Enseguida le desmintieron los suyos, en cuanto llegaron al poder. Quizás haya que llegar a la conclusión de que mentir sea de izquierdas teniendo en cuenta los movimientos de este Gobierno.
Detrás de Sánchez (o al lado y, quién sabe si en breve, delante) está Iglesias. El mensajero de la cárcel. El intermediario en cenáculos independentistas. El muñidor de posibles tripartitos (con el PSC en Cataluña, con Bildu en Euskadi). El presionador que va marcando a sus elegidos, que son los que pretenden desmontar el Estado de las autonomías.
Y Sánchez, con tal de permanecer en el poder, o deja hacer o está de acuerdo. ¿Sánchez está presionado o, en el fondo, coincide con Iglesias? Es la pregunta del millón.
Afredo Pérez Rubalcaba, tan recordado ahora por la aparición del libro que le dedica Antonio Caño, pensaba que Sánchez no era un socialista sino un radical de izquierdas. Ahí puede residir la explicación de su comportamiento.
Abandonen toda esperanza quienes esperan que este presidente recupere el centro y la moderación. Ese Partido Socialista dejó de existir con Sánchez. Ciudadanos acaba de caerse del caballo.