Grecia, el Vaticano y el Cuarto Reich

La crueldad e intransigencia de Wolfgang Schauble y Angela Merkel ante el sufrimiento del pueblo heleno ha traspasado todos los límites. Aunque pretenden aparentar dureza, el historial del dúo germánico presenta una realidad diferente.

En 1998, el ahora ministro Schauble reemplazó a Hemult Kohl como presidente del partido Unión Demócrata Cristiana (CDU), con sede en Berlín.

En menos de dos años tuvo que dimitir como jefe de la cancillería a causa del escándalo por financiación ilegal del partido, por un monto de 100.000 marcos alemanes en efectivo provenientes del traficante de armas alemán Karlheinz Schreiber en 1994. Interesantemente fue, precisamente, que Merkel asumiera el cargo de Schauble.

Schauble y Merkel estuvieron juntos en el CDU, ya que ésta última fue la secretaria general del partido durante la cancillería de Schauble. Cabe destacar que Merkel, en 2001, no llevó a cabo nuevas investigaciones sobre la financiación ilegal del CDU a pesar de las previas promesas de «limpiar» el partido.

Poco sorprendente fue que el ministro Schauble defendiera la utilización del Bundeswehr, las Fuerzas Armadas Alemanas, en asuntos internos. Esta acción estaba prohibida por la constitución alemana. Dicha prohibición es a su vez una especie de ratificación de las cláusulas anti-bélicas establecidas en el tratado de Versalles, es decir el tratado de paz clave entre los aliados y Alemania firmado en junio de 1919.

Es también conocido que Schauble apoyó y recomendó la lectura de la obra de Otto Depenheuer, Selbstbehauptung des Rechtsstaates (Autoafirmación del Estado Constitucional), donde se pretendía legitimar la utilización del infame campo de detención de Guantánamo que Barack Obama prometió cerrar una vez en la presidencia.

Se espera que el Sumo Pontífice en el Vaticano prosiga con una posición clara y humana de apoyo a Grecia. Ha declarado la necesidad de mantener la dignidad humana de los helenos por encima de todas las consideraciones. Toda posición de neutralidad de Roma en el conflicto griego tendrá un inaceptable eco del Reichskonkordat de 1933, tratado entre Berlín y la Santa Sede en vigencia hasta el día de hoy.

Ya en 1921, el elegante John Maynard Keynes advirtió de los estragos procedentes de la imposición de sanciones de austeridad brutales que fijaba el articulo 231 del Tratado de Versalles. Keynes comprendió y vaticinó, perfectamente, que la paz cartaginesa es una paz abusiva y contraproducente.

La Unión Europea, como un narciso enamorado de su propia reflexión y sordo al sufrimiento causado, se encuentra ahora en una encrucijada histórica. Los aliados, esta vez, están bastante confundidos.

Rosy Milene Meza es abogada y doctora en jurisprudencia estadounidense