Granollers no es la capital de Lleida 

Hace cuatro años, la semana después de las elecciones municipales, escribí una crónica titulada Granollers es la capital de Lleida. Y cuatro años después, lo niego. La frase sigue siendo, hoy como ayer, ininteligible, pero la entenderán si continúan leyendo.

Voy a hablar de ambas ciudades como espejo general de lo que sucedió el domingo 24 de mayo en la geografía nacional. 

En 2011 con ese título quise hacer un paralelismo entre ambas ciudades, porque su avatar político desde la recuperación de la democracia en 1979 había sido un calco. La norma de todos esos años era que el PSC había gobernado con mayoría absoluta Lleida, antes con Ciurana y luego Ros, como Granollers primero con Pujadas y ahora Mayoral. En ambos casos hubo el ínterin de una moción de censura que permitió a CiU asir la vara de la alcaldía.

Empero, este paralelismo se ha roto. No es que el alcalde Àngel Ros haya perdido la alcaldía, pero el varapalo ha sido de tembleque. Ha dejado en la gatera casi la mitad de sus concejales (7). Puede conservar la alcaldía en precario porque mantiene ocho, frente a los seis de CiU. Y el alcalde Ros tiene margen de maniobra para pactar con otras formaciones.

Por su parte, Josep Mayoral, en Granollers, no ha sufrido el descalabro. Ha revalidado su mayoría absoluta de trece ediles y CiU ha repetido sus tristes resultados de cuatro gatos.

La pregunta es ¿qué ha ocurrido en esta legislatura para que dos líneas paralelas se hayan distanciado? Máxime cuando en ambas ciudades la opinión general de los vecinos es que se sienten satisfechos con la gestión de sus ayuntamientos.

La ruptura de ese paralelismo tiene un nombre antipático: la sombra de la corrupción. Utilizo lo de sombra en cursiva, porque no existe ninguna investigación abierta. Simplemente lo que hay es la denuncia de la número dos de Àngel Ros, Marta Camps, de que había gastado dinero público para asuntos personales.

Esa denuncia, no presentada en el juzgado, lanzada en una rueda de prensa cuarenta y cinco días antes de las elecciones, tiene toda la pinta de ser una venganza de quien creía que iba a sucederle como alcalde. Y, al no serlo, reacciona como el escorpión clavando el aguijón.

Estoy convencido que si lo mismo hubiera hecho la número dos de Mayoral, Alba Barnusell, el alcalde de Granollers habría perdido la sangría de votos de Ángel Ros. Porque no es la crisis económica la que ha bofeteado los dos carrillos de Rajoy –y ahora cambio de escenario–, sino el escándalo de la corrupción, aunque sólo sea su sombra

Sé de lo que hablo. Como Pablo R. Picasso, que había estudiado el plan del ministro Moyano en el que la enseñanza obligatoria era la Primaria, y el bachillerato para los privilegiados que aspiraban a carrera. El pintor malagueño decía que Barcelona había sido su primaria, en su período de aprendizaje del oficio, y París su bachillerato. Mi primaria (ciudad natal) fue Lleida, y mi bachillerato (ciudad de adopción), Granollers.