González, ‘manu militari’ en BBVA

Hace más de una década, Francisco González, presidente de BBVA, ya era un hombre de contundencias. Antes, incluso de que en 2000 asumiera la presidencia única del banco. En su forma de relacionarse, en sus respuestas, en la valentía con la que asumía determinados retos.

No parece que el tiempo haya dulcificado esa versión más adusta del hombre fuerte de Argentaria que se comió a los banqueros de Neguri tras las fusión con el BBV. La proximidad con José María Aznar y con su entorno económico fueron bastante para consolidarse al frente del proyecto bancario. Eso, y descubrir los papeles de Jersey y aquellos planes de pensiones ocultos que los consejeros vascos se habían preparado por lo bajini.

González pasó factura a Emilio Ybarra y a Pedro Luis Uriarte (Plus). Se quedó con el banco y con el poder ejecutivo. Como consejero delegado, disminuido, aceptó a José Ignacio Goirigolzarri al que unos años después también despidió. Ni rastro de Neguri, ni rastro de la burguesía financiera de Bilbao en la sede central del banco, más madrileño que nunca.

En 2005, el banquero de Chantada (Lugo) resistió el embite de Luis del Rivero y Juan Abelló, que con el apoyo del entonces ministro socialista Miguel Sebastián y del propio presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, intentaron meter a la constructora Sacyr en el capital del banco. Objetivo compartido: había que sacar a FG del sillón.

Sin éxito, por supuesto. En el despacho barcelonés del BBVA, en la plaza de Catalunya, González dijo ante un reducido grupo de periodistas: «Me sacarán con los pies por delante o con la Guardia Civil».

Que no iba en broma lo prueba su continuidad ininterrumpida en un cargo que sólo dejará cuando él desee. El último movimiento pone de manifiesto que sus maneras de gestor siguen intactas, que el tiempo no le ha afectado y que no le tiembla la mano. Al contrario, es pura manu militari.