Gobierno vs Govern
En la calle se habla de Pedro Duque, Grande Marlaska y los demás ministros de Pedro Sánchez, pero del gobierno de Quim Torra nadie ha dicho ni pío
Una de las bases de la comunicación política del siglo XXI es que a pesar de que se mantienen las instituciones parlamentarias estas sirven exclusivamente para legislar.
Pero la relación de los gobernantes con la sociedad y, en gran medida, la fiscalización al gobierno es directa gracias a los medios de comunicación y las redes sociales.
Pedro Sánchez ha entendido esto a la perfección.
La forma de presentar su Gobierno, escalonadamente como se hace en EEUU en el periodo de transición, y su composición formado por algunos nombres con autoridad y notoriedad social hace que su precaria minoría parlamentaria deje de ser, ni que sea provisionalmente, un problema para él.
Al separatismo le ocurre lo mismo que a CR7: si no se habla de él entra en pánico
Ahora es un problema para sus adversarios, por mucha mayoría que sumen juntos. La razón es obvia: la opinión publica difícilmente entenderá que no se dé un margen de tiempo y confianza para desplegar sus propuestas a tan ilustres nombres.
Al igual que ocurre en EEUU cuando la Cámara de Representantes bloquea la acción presidencial, si esto sucede en la Carrera de San Jerónimo o en el Senado, supondrá un socavón a la ya de por si baja valoración que la gente tiene de las Cortes Generales.
Mientras todo esto sucedía al separatismo le ha ocurrido esta semana lo que a CR7 el día de la final de la Champions League: si no se hablaba de él entraba en pánico y tenía un ataque de celos.
Mientras en la calle se habla de pocas cosas más que de Pedro Duque, Grande Marlaska o Josep Borrell, del gobierno de Quim Torra nadie ha dicho ni pío si no es para mostrar su estupefacción por lo radical y rancio que es.
Pero esto es solo el principio. El nuevo gobierno pone en jaque al separatismo dado que en el nuevo escenario este queda amenazado y acorralado en varios frentes.
En Europa, la presencia en el Gabinete de Nadia Calviño, Luis Planas o Borrell supondrá un retroceso en el terreno conquistado por el separatismo. Rajoy había trabajado la posición de las cancillerías europeas pero no a la opinión pública del viejo continente.
Poco podrá hacer Puigdemont sumido cada vez más en la melancolía de la distancia
Sánchez, al apostar por personas prestigiadas en Europa y que han realizado gran parte de su carrera en Bruselas, deja noqueado al separatismo.
Es posible que la principal razón de la elección de los ministros no sea Cataluña, pero fuera cual fuese la razón tiene un efecto positivo para el constitucionalismo en relación al tema catalán.
Si, por ejemplo, dentro de unas semanas un tribunal alemán rechaza la extradición de Carles Puigdemont, el nuevo ministro de exteriores podrá salir a la palestra y explicar que él como catalán es ministro del Reino de España y que su región de origen en absoluto es un lugar oprimido u ocupado.
Ante eso poco podrá hacer Puigdemont sumido cada vez más en la melancolía de la distancia. El alinienamiento global de Sánchez con los Gobiernos proeuropeos frente al populismo Italiano además supondrá un plus en su defensa de que es España es una “full democracy”.
El nuevo Gobierno socialista va a intentar cargar la culpa de la no aprobación de reformas o iniciativas como la nueva financiación, tan reclamada por Valencia, que tiene nada más y nada menos de cuatro ministros, a la oposición parlamentaria, eso es PP, Cs, Podemos y los nacionalistas y separatistas.
Así las cosas, es previsible que Sánchez despliegue un montón de iniciativas. Batet ya ha anunciado que quiere abrir diálogo con el Govern catalán, y eso es mala noticia para Torra, que vive cómodo en su rincón y en el extremismo.
La esperanza del nuevo Gobierno es un mal síntoma para el separatismo catalán
Abrir diálogo servirá para constatar que el separatismo se ha ido tanto al monte que en realidad no está en condiciones de dialogar sobre nada excepto sobre la separación.
Los primeros pasos sobre Cataluña serán interpretados por unos como signo de debilidad de La Moncloa, por otros como un gesto imprescindible para cargarse de razones. Aunque temo lo primero deseo fervientemente que sea lo segundo.
Cuando un país estrena Gobierno, y lo hace con buen pie, se abren nuevas esperanzas y horizontes. Eso es también un mal síntoma para el separatismo. El tema “catalán” ya no será el único de la agenda política y en ese nuevo escenario el independentismo quedará cada vez más aislado y fuera del tablero.
Los videos que hemos visto esta semana de los exconsejeros en la prisión, como si fueran un robado, dan nuestra de la preocupación del separatismo por quedar out.
En el marco de grandes anuncios, de los que ya veremos cuales se materializan, si hacemos caso a las agencias de raiting muy pocos, de nuevos frentes y actores políticos, el separatismo será percibido en los próximos tiempos como un factor de distorsión.
Gobierno contra Govern, optimismo contra pesimismo, Europa contra Autarquia. El escenario ha cambiado.