Gobierno singular, agenda plural

A Pedro Sánchez le basta con que el panorama no empeore para consolidar un Gobierno que será incapaz de emprender grandes reformas

Perfilemos un poco la última metamorfosis de Pedro Sánchez. El que fuera un tigre funambulista, capaz de dar tremendos zarpazos mientras pasaba la maroma, ha conseguido tras mil y una vicisitudes instalarse en el lado satisfactorio de la política, que es el ejercicio del poder. Ahí es donde pretende asentarse por mucho tiempo. ¿Lo va a conseguir? No nos precipitemos a negarlo.

Desde el punto de vista de sus intereses y con el bagaje de tantos errores y sinsabores, Sánchez ha procurado, y en parte ha conseguido, dar la máxima solidez posible, aunque no sea mucha, al Gobierno y sus apoyos. Depender en última instancia de alguien que está en la cárcel pero podría no estar es rocambolesco pero es lo que hay.

Sánchez, Pablo Iglesias y Oriol Junqueras (que no ocupa silla alguna pero cuyo espectro sobrevuela la mesa del Consejo de Ministros) saben que están ahí, de socios y aliados, no por simpatía entre ellos ni por voluntad de formar equipo sino porque para cada uno de los tres cualquier otro escenario era peor.

Este y no otro, el temor a caer en el abismo, tanto de los líderes como de sus formaciones, es el engrudo que mantiene unido al gobierno y estable, de entrada, la mayoría. Saben de sobra que si el muro se viene abajo la derecha invade España, con la pica alta de Vox en vanguardia.

También lo saben los líderes de la oposición, que fían sus expectativas en el ataque constante al muro, para provocar desgaste, erosión y en último término derrumbe. De ahí que vayamos a tener una legislatura a cara de perro, extremadamente tensa en el Congreso y con los medios afines muy dispuestos a no dejar pasar ni media.

Verbigracia, el nombramiento de Dolores Delgado como fiscal general. Tal cargo siempre ha sido afín al gobierno de turno. Afín y fiel, no nos aventuraremos a decir servil. Sin embargo, como bien reza el titular de Economía Digital, la novedad es la falta de disimilo de Sánchez. El mensaje es claro: está ahí para mandar y no va amilanarse.

Sánchez anuncia un gobierno activo y revolucionado, si bien no revolucionario

Las asociaciones profesionales y la oposición tendrán que tragar. El recurso de la pataleta, o las correspondientes denuncias ante los tribunales, no surtirán efecto más allá del clima político, ciertamente enrarecido, y va para largo.

Comentaba en privado un líder económico y social que nos esperan cuatro años horribles. Todo es posible. En cualquier caso, la previsión racional es que por malos que resulten no van a ser peores que los cuatro anteriores.

Sánchez anuncia un gobierno activo y revolucionado, si bien no revolucionario. Veremos. Lo importante para él y sus socios es que dure. Hay que gobernar, claro, y qué duda cabe que lo va a hacer, con mayor o menor acierto. Pero más que gobierno mejor o peor considerado, en la presente legislatura persistir es ganar.

Si Sánchez consigue su propósito de acabar la legislatura, lo probable es que repita victoria, incluso al alza. Y al contrario, cuanto menos dure la presente coalición, más votos a la derecha. Después de tantos vaivenes y de elección general tras elección general –cuatro en cuatro años— la estabilidad va a ser el factor decisivo.

La estabilidad y su corolario, el incremento de la tranquilidad y la confianza. De entrada, el muro gubernamental parece muy débil. Los márgenes de maniobra en gasto social y en reforma territorial (disculpen el eufemismo, préstamo del propio presidente) van a ser estrechísimos.

El gobierno podrá aparentar gran actividad pero se verá incapaz de emprender reformas en profundidad. No hay ni habrá consenso para ello. Tampoco es posible un incremento notable del gasto público a pesar de la benevolencia de Bruselas, ni de la carga impositiva.

De lo que trata esta legislatura es de llegar hasta el final

Mucho ruido, tanto gubernamental como de la oposición, pero pocas nueces a lado y lado. Si Sánchez consigue que sus socios no pierdan la paciencia, su gobierno será tenido por singular en la doble acepción de la palabra.

Singular, por raro, al ser las coaliciones extrañas a la naturaleza política de España. Singular, o sea unidireccional, a pesar del indudable pluralismo y colorido de los materiales que lo componen.

La pluralidad va estar en las agendas. La económica. La simbólica, a la que también podríamos denominar progre e incluye igualdad, ecología o eutanasia. La social con infancia o vivienda. Y en primerísimo lugar la catalana. Más aún.

Cada uno de los innumerables ministros estará ya preparando su propia batería de medidas. Los cauces de comunicación, léase en buena parte propaganda, van a estar saturados. Hiperactividad inicial. Luego ya veremos.

Cuidado entonces con las prisas. Con independencia del efecto que surjan tales medidas, si es que consiguen algo positivo, gastar la pólvora, en fuego real o de artificio, durante los primeros tiempos pude resultar contraproducente. Piano piano si va lontano. Una vez desfogados, los caballos sicilianos pueden transformarse en burras manchegas.

El movimiento se demuestra andando, pero la solidez sólo se consigue aguantando, y aguantando y aguantando. De lo que trata esta legislatura, antes que de contentar a los socios de una mayoría más que plural, es de llegar hasta el final. Aunque el panorama no haya mejorado mucho, basta con que no empeore para que Sánchez se consolide.