Gobierno de recuperación
La naturaleza de una agenda política es irse complicando. Le está ocurriendo a Mariano Rajoy en el momento en que, con ETA en liquidación y la salida de la crisis económica, parecía tener el control de tiempos e imponderables. Un imponderable es la fecha que le ponga a una remodelación de gobierno. No parece que la cuestión sea sí o no, sino cuándo.
Es decir: el gobierno de recuperación, el gobierno de los indicadores positivos, los nuevos rostros. En fin, el gobierno que reduzca impuestos y edulcore la huella de la crisis. Un gobierno capaz de comunicar sus logros acabando con los arcaísmos de una política de comunicación insólita en la nueva era mediática.
¿Se le están complicando las cosas a Rajoy o es que ya tiene en su mente galaica el timing concreto? Previsiblemente, esa remodelación debiera producirse antes de la campaña de las elecciones europeas. Desplazando un peso pesado del actual gobierno a la cabecera de la lista electoral, tal vez con algún otro ministro, Rajoy ganaría margen de maniobra. La campaña europea, aunque represente desgaste para los partidos en el gobierno, acabará por tener su peso si el ejecutivo de Rajoy ha pasado antes por los “bóxers”.
La envergadura del problema secesionista en Catalunya no se resuelve, cierto, con una remodelación de gobierno. Eso requiere de una estrategia en profundidad, algo de difícil concreción cuando desde la Generalitat se dicen las cosas más dispares. ¿A qué entendimiento puede llegarse cuando la consejera de educación de la Generalitat una y otra vez se niega a cumplir sentencias judiciales?
Pero tanto algunos problemas políticos como estados de opinión, tendrían mejor alivio con un gobierno de recuperación. Ahora mismo, el proyecto de ley de aborto está atascado, el PP tiene problemas en Andalucía y el País Vasco, y el ministro Wert ha pasado de estar en todas partes a no poder estar en dos sitios a la vez, como ha reconocido. Eso no se cambia con rostros amables pero, al fin y al cabo, los gestos tienen significado.
Un gobernante, por ejemplo no puede aceptar que la oposición le obligue a cambiar su gobierno, pero al mismo tiempo ha de administrar eficazmente las expectativas, los vientos favorables que en estos momentos pudieran ser claramente receptivos a un gobierno de recuperación. Remodelar es un dilema. El truco está en minimizar ese riesgo de remodelación y darle el mejor contenido al nuevo paisaje.
No es menos evidente que Rajoy no es un hombre que paladee las crueldades de la política. En tiempos del franquismo eso se solventaba repartiendo los ceses por motorista.