Glocal
En mitad de la campaña municipal, quizás es bueno hacer algunas reflexiones sobre el papel económico y social que creo que tendrán en el futuro los ayuntamientos y las comunidades locales. Se va extendiendo la percepción de que la macroeconomía es gobernada por fuerzas distantes al ciudadano y opacas a los ojos de la población. Esta percepción, incluso puede dar lugar a fenómenos políticos aparentemente opuestos en el espectro político, derecha-izquierda, pero en la práctica con un discurso populista similar. Se tiene la sensación o la certeza de que los estados, especialmente los grandes estados complejos, no condicionan la economía, sino que es la economía, cierta economía, la que marca la agenda y el comportamiento de los estados. Ante esto, los populismos piden todavía más Estado, o proponen que con una simple variación de la clase política se pueda cambiar su rumbo.
Lamentablemente, no es así. La imposibilidad de hacer esta transformación cosmética es evidente en los grandes estados jacobins que suelen tener una democracia de baja calidad. Es por eso que será imparable allá donde haya realidades nacionales claras o regiones con mucha personalidad que éstas reclamen un aparato estatal más próximo a sus ciudadanos y a sus criterios.
Pero, incluso en este caso donde el Estado es plenamente representativo de una sociedad cohesionada culturalmente, la globalización extiende las dudas sobre sus posibilidades de ofrecer alternativas unilaterales al modelo dominante internacionalmente. Por eso, aquel planteamiento que parecía un pelo ingenuo de pensar globalmente y actuar localmente, quizás acabe siendo la única manera sensata de abordar seriamente la democratización de la economía. El regreso de la economía a las clases populares y la capacidad de estas de garantizarse la igualdad de oportunidades y los servicios básicos.
Por eso, el peso de las capacidades recaudatorias y competenciales de los ayuntamientos en sociedades avanzadas es alto. Y crece al contrario de la línea marcada por el PP de restringir los poderes municipales y traspasarlos a organismos superiores como las diputaciones, sin elección directa.
Pero tampoco es suficiente. Un aumento del poder municipal tiene que ir acompañado de un empoderamiento de los vecinos y usuarios de servicios públicos por su control y la contribución a su gestión. El ayuntamiento, a pesar de ser la administración Km0, no lo puede hacer todo, y no lo tiene que hacer todo. Sin la corresponsabilización de los ciudadanos en tareas comunitarias de apoyo mutuo, a los mayores, a los escolares, de cuidado de la naturaleza, de promoción de mutuas de entierros, de cooperativas de generación eléctrica, de participación en las empresas municipalitzades de agua, etc, los ayuntamientos pueden ser fácilmente comprables. O dicho más suavemente, influibles.
El 24 de mayo, vista la coyuntura de fin de régimen que vivimos y el fin de ciclo económico, a pesar de las apariencias de reactivación, no serán unas elecciones municipales más. La gente más concienciada de las problemáticas estructurales tiene que mojarse y votar, porque por desgracia, una masa adocenada influida por la ideología dominante también votará, todavía, en clave anticuada, por el continuismo o por su recambio. Y, obviamente, los neopopulismos aparecidos como esperanza de renovación, no abordan el problema del Estado, ni la necesidad de empoderamiento de las comunidades locales. En Cataluña, hay que responder cuatro preguntas para saber a quién votar: continuidad o deconstrucció del Estado; derecha o izquierda; método de gobierno basado en la concertación o basado en la bronca y la agitación; poder a la comunidad o delegación a las instituciones más lejanas.
Artículo dedicado a Benjamin R. Barber, asesor de Bill Clinton y defensor de un gobierno mundial de alcaldes
PD. Otra buena noticia. A pesar del boicot del Estado al corredor mediterráneo y a un sistema portuario independiente, BASF escoge Tarragona para una nueva planta de 21 millones. El mismo día que el Parlamento de Dinamarca, con 7 grupos sobre 8, reconoce a Cataluña como sujeto político y reclama una salida negociada en España por el tema de la independencia.