Giren la mirada, olviden el ombliguismo y miren la China que viene

Uno de los retos de la prensa es combinar de forma adecuada lo que es interesante con lo que es importante, trascendente. Los medios debatimos casi a diario la combinación más adecuada de esas dos fórmulas y, a partir de ellas, presentamos una oferta a nuestra audiencia en forma de menú informativo.

Hay una noticia que ha pasado inadvertida para la mayoría de los medios españoles en las últimas horas. Nada tiene que ver con nuestras pugnas domésticas ni con la convulsión política y económica que atravesamos. Se trata de las últimas decisiones del Partido Comunista de China, cuya cúpula ha decidido incorporar medidas que van a transformar aquel país en los próximos años.

Los chinos van a relativizar la política del hijo único. Van a reabrir sus mercados al capitalismo. Se acabó la economía planificada en la fijación de los precios de los suministros básicos. En materia de libertades, el laojiao, una suerte de reeducación para el trabajo en campos de concentración, resultará abolida y la pena de muerte dejará de ser un castigo muy extendido en diferentes tipos delictivos. Todo ese conjunto de medidas reformistas y occidentalizadoras transformará en los próximos años el paisaje económico chino de manera trascendental. Se acabó vivir en dependencia de las inversiones extranjeras y las exportaciones de manufacturas para, con este proceso liberalizador, estimular el consumo interno.

 
Pronto dejarán atrás las servidumbres políticas y sociales que les impedían arrebatarnos el cetro capitalista

Pronto habrán clases medias en China. Pronto los veremos transformarse como potencia económica en un país competidor del capitalismo clásico occidental. Y hagan caso, ahora lo será ya sin las servidumbres políticas y sociales que les impedían enfrentarse en serio con los motores clásicos de la economía mundial.

Durante los últimos años, el papel de China ha transformado la vieja Europa. La importación masiva de productos asiáticos ha llegado a modificar nuestros sistemas productivos hasta límites que eran insospechados unos años antes. Algunos sectores incluso han desaparecido por la competencia asiática.

Pero hoy, las empresas, los gobiernos y las economías occidentales deberían estudiar con mucho detalle cómo les influirá esa transformación iniciada por los chinos en el corto y el medio plazo. Cómo afectará a nuestras importaciones, a nuestro mercado interior, a las inversiones extranjeras, a las políticas monetarias… Seguro que no es una cuestión interesante en breve, pero es lo más importante que está aconteciendo a nuestro alrededor, en ese cosmos económico que es la globalización. Dormidos, ensimismados, endogámicos y ombliguistas no iremos muy lejos. Advertidos estamos.