Ghali y Puigdemont, dos ríos de lava
Pedro Sánchez ha demostrado tener ojo clínico a la hora de elegir ministros: si ejercer el poder desgasta, lo aconsejable es que se desgasten todos menos el líder
Dicen que a la hora de viajar es más importante la compañía que el destino. Si permanecer en el poder al frente de un gobierno es un viaje en sí mismo, con un final siempre incierto, convendremos en que las cualidades, defectos y virtudes de quienes integran el grupo gubernamental serán cruciales a la hora de prolongar el mandato. Que en el caso de Pedro Sánchez es de lo que se trata. Así que nos encontramos con ejecutivos integrados por personas que responden más a los intereses de perpetuidad del presidente que a una acreditada formación en la materia de la que se van a encargar sus respectivos ministerios.
Y en esto hay que reconocerle mérito al presidente del Gobierno. Porque ha demostrado tener ojo clínico a la hora de elegir ministros, por lo menos entre los afines a su partido. Si ejercer el poder desgasta (aunque más desgasta la oposición) lo aconsejable es que se desgasten todos menos el líder. Lo ministros pasan, el presidente permanece. Podría ser el lema del inquilino de la Moncloa. Y ocurra lo que ocurra, se tome la decisión que se tome, el éxito será capitalizado por Pedro Sánchez y el fracaso o la metedura de pata por el ministro o la ministra de turno.
Dirán que siempre ha sido así, pero no. Ha habido presidentes de Gobierno que no han podido eludir los errores de su ejecutivo e incluso de su partido y han acabado pagando un alto precio. Y no hay que remontarse mucho en el tiempo.
De momento, Pedro Sánchez se escurre como una anguila mientras otros y otras, la exministra de Exteriores, Arantxa González Laya, un suponer, va a tener que dar explicaciones ante la Justicia sobre el caso Ghali. Que Sánchez acertó en su día con el nombramiento de Laya parece claro. Lo de menos son las diferentes meteduras de pata que protagonizó al frente del ministerio, porque lo importante es que tras la más gorda de esas meteduras se va a comportar como siempre se ha esperado de ella: con fidelidad al jefe.
Hay quien dice que cuidado. Que esta mujer está dolida porque le han cargado con un marrón del que ella no es responsable. Pero todo hace pensar que su reciente nombramiento como presidenta del comité de expertos de la UE para la Unión Aduanera se lo pondrá más fácil para ejercer de pagafantas cuando tenga que comparecer ante el juzgado de instrucción número 7 de Zaragoza.
Así que quienes han visto en este asunto un elemento de posible desestabilidad del Gobierno de Pedro Sánchez deberán esperar. Fascinados, eso sí, como quienes miran la erupción del volcán de La Palma y ven descender los ríos de lava. El caso Ghali y ahora la detención de Puigdemont en Cerdeña suenan en los medios como los rugidos del volcán. La incógnita es si esos casos, que descienden como el magma por la ladera mediática, van a llegar al mar o se detendrán por el camino.
Que Pedro Sánchez ha elegido bien a sus compañeros de viaje está claro. Todos parecen tener claro cuál es su cometido y todos parecen estar dispuestos a sacrificarse en la pira que alimenta la continuidad del líder en el poder, objetivo supremo y razón de su existir político. Los cesados callan y los que están en activo con más razón. Y la oposición, como los geólogos en La Palma, con la esperanza puesta en que la vida se pueda recuperar bajo la piedra volcánica un siglo de estos.
Si Alejandro Dumas hizo célebre la frase “cherchez la femme”, en alusión a que en todo asunto de difícil y oscura explicación la presencia femenina puede arrojar luz, nosotros en España deberíamos aplicar el “cherchez le Maroc”. Podemos remontarnos a hace un siglo para conocer las graves consecuencias que tuvo para nuestro país la Guerra del Rif. O al levantamiento del ejército africanista que dio lugar a la Guerra Civil de 1936. Y si retrocedemos a 2004 y a los atentados del 11-M en Madrid entenderemos que el “cherchez le Maroc” se hace más imprescindible que nunca.
El caso Ghali, el líder del Frente Polisario hospitalizado en Logroño tras aterrizar con identidad falsa en Zaragoza, ha dado lugar a una crisis diplomática con Marruecos que, recordemos, todavía no se ha resuelto. Las consecuencias de la decisión de atender a Ghali están por llegar. Pedro Sánchez está rodeado de buenos compañeros de viaje, pero Marruecos no es precisamente uno de ellos.