El genocidio lingüístico que nunca existió

Las razones de la nueva cruzada: hay que recuperar y difundir el conocimiento sobre el intento de genocidio cultural contra Cataluña

El nacionalismo catalán está obsesionado con la teoría del genocidio lingüístico. El nacionalismo catalán está convencido de que la lengua catalana ha sido y es víctima de un genocidio lingüístico-cultural implementado, sin solución de continuidad desde siglos, por el lingüicida Estado español. De ahí –a Òmnium Cultural, Plataforma per la Llengua, Assemblea Nacional Catalana, el Grup Koiné y un número indeterminado de individualidades y colectivos damnificados reales o imaginarios, sin olvidar a la totalidad del catalanismo/nacionalismo de derecha e izquierda habido y por haber- que haya que sumar a la causa –apenas un par de años de existencia- a la plataforma Octuvre (con “v” en conmemoración de la victoria del 1-O de 1917 en Cataluña) que, como no podía de ser de otra manera, “explica lo que los grandes medios no te explican”.

¿Octuvre? Un azote –populismo sectario- del capitalismo, la democracia liberal y la España constitucionalista. Título de la última campaña de Octuvre: «Genocidio cultural: Acción por la Memoria Lingüística».

Las razones de la nueva cruzada: hay que recuperar y difundir el conocimiento sobre el intento de genocidio cultural contra Cataluña; el Estado español intenta borrar está información de nuestra memoria colectiva; por eso es necesario que, colectivamente, difundamos esta información; plantemos cara, pásalo.

El genocidio no tiene quien le lea porque no existe

La lectora/locutora del segundo vídeo de Octuvre empieza afirmando –una frase de Josep Benet– que resulta imprescindible difundir toda la información sobre el “genocidio cultural de Cataluña”, porque el conocimiento es la mejor arma para luchar contra quienes quieren borrar la represión sufrida por millones de catalanes a lo largo de la historia. Los negacionistas –concluye- tienen muchos medios a su alcance para ocultar sus agresiones. Para ello –añade-, hay que facilitar bibliografía al respecto. Y eso es lo que hace recomendando cinco libros y una tesis doctoral.

¿Por qué el genocidio lingüístico no tiene mercado? Porque, no existe

Sorpresa: dos de los libros recomendados –’L´intent franquista de genocidi cultural contra Catalunya’ y ‘La persecució política de la llengua catalana’, de Josep Benet y Francesc Ferrer i Gironès respectivamente– no se pueden adquirir si tenemos en cuenta que el segundo -editado en 1985- está descatalogado y que del primero –editado en 2009- la editorial solo tiene dos ejemplares en el almacén. Veamos.

¿Quién quiere borrar la represión? ¿Quiénes ocultan las agresiones? La pregunta que subyace a las dos anteriores: ¿a quién interesa el hipotético genocidio lingüístico y cultural de Cataluña? Responderé diplomáticamente: el asunto no tiene mercado. ¿Acaso los catalanes ocultan la historia, o no se la creen, o piensan que es una pesadez, o barajan la posibilidad de que se trate de otra fake impulsada por el nacionalismo catalán? ¿Y si los pequeños medios -no los grandes- son los que tergiversan la historia y la realidad?

Por lo demás, vale decir que los mencionados libros de cabecera brillan por su falta de lectores en las bibliotecas públicas de Cataluña. Datos: del libro de Josep Benet existen 12 ejemplares en las bibliotecas públicas de la provincia de Barcelona de los cuales 7 están disponibles; de los de Francesc Ferrer i Gironès existen 25 ejemplares en las bibliotecas públicas de la provincia Barcelona de los cuales 20 están disponibles. Por su parte, en las bibliotecas públicas de las provincias de Girona, Lleida, Tarragona y Terres de l´Ebre, existen un total de 60 ejemplares del libro de Josep Benet de los cuales 59 están disponibles y 25 ejemplares del libro de Francesc Ferrer i Gironès de los cuales 24 están disponibles. No hay mercado.

Manifestación a favor de la inmersión lingüística en catalán. EFE/ Quique García

Algo parecido –idéntico- con los otros títulos recomendados por Octuvre: en todas las bibliotecas públicas de Cataluña, del libro ‘Cronologia de la repressió de la llengua i la cultura catalanes‘ (Josep Maria Solé i Sabaté y Joan Villarroya) existen 18 ejemplares de los cuales 13 están disponibles, del libro ‘Cròniques negres del català a l´escola’ (Pere Mayans Balcells) existen 53 ejemplares todos ellos disponibles, del libro ‘¡En Cristiano! Policia i Guàrdia civil contra la llengua catalana’ (Ignasi Bea Seguí) existen 13 ejemplares todos ellos disponibles. No hay mercado: ni en la capital ni en las otras provincias y comarcas de Cataluña. ¿Y por qué el genocidio lingüístico no tiene mercado? Porque, no existe.

Un fracaso anunciado

El fracaso anunciado del apostolado lingüístico de Octuvre –la enésima campaña de adoctrinamiento y manipulación- se explica en función de la sociedad realmente existente en Cataluña. Esto es, una ciudadanía que ya dejó atrás los fantasmas del franquismo y se instaló hace tiempo en la Cataluña de carne y huesos de hoy. Una ciudadanía que ya ha dicho adiós a los fantasmas del pasado y hace oídos sordos al agitprop victimista de un nacionalismo sectario que sigue vertiendo combustible en la charca del odio.

Una ciudadanía que ya sabe que el franquismo –una dictadura- censuró el uso de la lengua catalana como también sabe que el nacionalismo de hoy –en un régimen democrático- hace lo propio –¿qué es peor el franquismo lingüístico en tiempo de dictadura o el nacionalismo lingüístico coactivo en tiempo de democracia?– con la lengua española en Cataluña. Una ciudadanía nada rencorosa que no vive del pasado, sino del presente con la mirada puesta en el futuro. Una ciudadanía que en cada momento, en función de variables de índole diversa, elige la lengua –bendito bilingüismo– que quiere cuando y donde quiere.

Hay que explicar lo que no te explican

Si Octuvre quiere realmente “explicar lo que no te explican” podría activar una nueva campaña en pro de la memoria lingüística en Cataluña durante el franquismo y después. La verdadera memoria. No la imaginada –¿quizá la deseada por aquello del enemigo secular que justificaría la causa?- por los Cuatro Jinetes del Apocalipsis y sus superiores políticos que aparecen en el primer párrafo de este artículo. Algunas cuestiones, al respecto.

¿Acaso –después de la Guerra Civil- a muchos catalanes no les interesaba imponer el español en Cataluña? ¿Acaso los notables catalanes no preferían el español por aquello del ascenso social? ¿Quién apoyaba las órdenes inquisitoriales de los gobernadores civiles en Cataluña?

Si el catalán está hoy en retroceso es porque la política lingüística coactiva de la Generalitat de Cataluña crea anticuerpos

Por lo demás, el asunto viene de antaño. A los catalanes, por motivos distintos –de la identidad al negocio y el comercio- que se perciben –lean a Cristòfor Despuig– a partir del siglo XVI, asumieron como lengua propia el español. Y que nadie nos engañe con la teoría de la imposición legal. No es cierto. Las leyes del siglo XVIII que hablan de la uniformización lingüística se refieren –en beneficio del comercio- a la moneda, la banca y los aranceles. Y no es una casualidad que los estatutos fundacionales de la UGT (Congreso Obrera de Barcelona, 1888) estuvieran castellano.

Quiérase o no, guste o no, los catalanes –al igual que los valencianos y los baleáricos- adoptaron, hace un par de siglos como mínimo, el español como lengua propia y común, porque les resultaba, económicamente y comunicativamente, beneficiosa. Y el español, como el catalán, las dos, siguen ahí. Cosa que a la mayoría de la ciudadanía de Cataluña no le molesta ni le incomoda, porque ambas son percibidas como sus dos lenguas. Siempre, dos mejor que una. Y si el catalán está hoy en retroceso es porque la política lingüística coactiva de la Generalitat de Cataluña crea anticuerpos.

Señoras y señores de Octuvre: expliquen –críticos como son- la legislación lingüística excluyente y represiva –resumo: lengua propia vs. lengua impropia con lo que ello implica, la identidad colectiva y otras ideas poco recomendables- de un nacionalismo catalán escasamente democrático –recuerden ustedes los meses de septiembre y octubre de 2017 que harían las delicias del Hans Kelsen teórico del concepto de golpe de Estado- que emerge con la Transición y llega hasta nuestros días. De ahí, precisamente, provienen los problemas lingüísticos inexistentes hace unos años.

¡Si incluso el Estatut de la Segunda República decía que “el idioma catalán es, como el castellano, lengua oficial de Cataluña… [que] para las relaciones oficiales de Cataluña con el resto de España, así como para la comunicación de las autoridades del Estado con las de Cataluña, la lengua oficial será el castellano… [que] toda disposición o resolución oficial dictada dentro de Cataluña, deberá ser publicada en los dos idiomas… [que] dentro del territorio catalán, los ciudadanos, cualquiera que sea su lengua materna tendrán derecho a exigir el idioma oficial que prefieran en sus relaciones ante los Tribunales, autoridades y funcionarios de todas clases, tanto de la Generalitat como de la República”.

Una anécdota que es más que una anécdota

Juan Ramón Lodares, en su ensayo ‘El paraíso políglota’ (2000), relata lo siguiente: “el veintinueve de agosto de 1939 el gobernador civil de Barcelona le puso a la casa comercial catalana La Saldadora una multa de diez mil pesetas por no anunciarse en la ‘lengua nacional’, o sea, en español. En 1998 el parlamento catalán aprobaba una normativa popularmente conocida como ‘ley del catalán‘ por la que los herederos de La Saldadora podrían sufrir sanciones, según y cómo, por no darse publicidad en catalán”.

Señoras y señores de Octuvre, de eso se trata: de que el gobernador civil –o sucedáneo- no restrinja la libertad de elección de lengua y de que ustedes no colaboren con semejante atropello.

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