Gastar más no es gastar mejor sino todo lo contrario

Nos han colado es que lo público es garantía de algo, que bajo el paraguas de la administración y dejando que otros hagan y decidan por nosotros estamos salvados

Estos días, en los que se han aprobado no solo los Presupuestos Generales del Estado, sino también los de casi todas las comunidades autónomas, 50 diputaciones, cabildos, consejos insulares, consejos comarcales y más de 9.000 municipios, una de las proclamas que se oye de forma prácticamente transversal, aunque con más ahínco por parte de la izquierda que de la derecha, es que “batimos un récord de gasto”, como si eso fuera intrínsecamente positivo.    

Uno de los muchos mantras que en estos tiempos de eslóganes y frase nivel tuits nos han colado es que lo público es garantía de algo, que bajo el paraguas de la administración y dejando que otros hagan y decidan por nosotros estamos salvados. ¡Qué horror!

Si uno reflexiona, ni que sea por un instante, en lo que está sucediendo en estos tiempos convulsos se da cuenta de que es el sector privado, con su esfuerzo de investigación es el que crea y produce una vacuna en tiempo récord en la historia de la humanidad y es el sector público el que colapsa en la parte que le toca, su distribución y administración. Competencia vs incompetencia.

Si profundizamos nos damos cuenta que la expansión de lo público como elemento salvador de la sociedad en su conjunto en una falacia. Tener más funcionarios, más gasto público y más burocracia no garantiza más protección social o mejor cobertura. Todo lo contrario. Es certeza de más impuestos, menos capacidad de inversión privada y más trabas burocráticas- administrativas que dificultan el desarrollo.

«La expansión de lo público como elemento salvador de la sociedad en su conjunto en una falacia»

El Gobierno presentó un presupuesto con un incremento de gasto del 19,4%. Del total del gasto público, 550.000 millones, una cantidad inasumible para una mente corriente. Partidas clave para el desarrollo como las telecomunicaciones o el turismo reciben poco más de 2.000 millones cada una, alrededor del 0,4% en cada caso.  ¿Cuánto gasto de esos 550.000 millones es parasitario y cuanto realmente eficaz? ¿Para qué pagamos impuestos? ¿En que redunda el esfuerzo fiscal de empresas y personas? Vista la nefasta gestión de la pandemia, que tiene como resultado la desaparición de miles de empresas, decenas de miles de empleos y, lo que es peor, de vidas humanas, pagar y gastar no es garantía de nada.

Estado fallido

Visto lo sucedido en España en 2020 podemos llegar a la conclusión que la estructura elefantiásica y deforme del estado en sus diversos niveles tiene como resultado un entramado imposible de hacerlo funcionar de forma competente para el fin que fue concebido: la presentación de servicios a la sociedad. La administración ha acabo siendo un ente incomprensible solo justificable como sostén de si mismo.   

En España hay 14 millones de personas dependientes del Estado entre pensionistas (8,9 millones), empleados públicos (3,2) y receptores de prestaciones diversas (dos millones) frente a 13,5 cotizantes del régimen general en el sector privado o autónomos. No es sostenible en ninguna manera que cada trabajador privado sostenga de forma directa a más de una persona.

Esta estructura social crea dos escalafones sociales insostenibles e injustos, los que trabajan y pagan cantidades de impuestos altísimas para sostener a otros que reciben y no aportan nada o casi nada dado que la productiva del sector público es infinitamente menor que la del privado.

«Los esclavos del Siglo XXI, que no son otros que los cotizantes del sector privado, no asaltarán el Capitolio, ni el Parlament de Cataluña ni rodearán el Congreso porque no tiene tiempo, tienen que trabajar»

Los esclavos del Siglo XXI, que no son otros que los cotizantes del sector privado, no asaltarán el Capitolio, ni el Parlament de Cataluña ni rodearán el Congreso porque no tiene tiempo, tienen que trabajar para mantener a los que acuden a esas concentraciones… y eso no durará siempre. No puede durar siempre.

Maldita.es afirma que en España hay 72.000 cargos públicos a los que hay que añadir 4.385 altos cargos y 20.000 asesores lo que da un total de unos 100.000 políticos. Otros informes hablan de casi 500.000 cargos políticos. La diferencia es que incluyen asesores del sistema sanitario y educativo, 17.000 a los que hay que sumar 131.250 empleos en empresas de titularidad pública pero con los trabajadores en el régimen de cotización general de la seguridad social. Si los datos del El Aguijón son ciertos en España hay 300.000 políticos más que en Alemania, pero con la mitad de población.

La sangría de incompetencia, que podíamos intuir y que la gestión de la pandemia ha puesto de manifiesto en toda su amplitud no termina ahí. Las patronales cuentan con 31.210 “liberados” frente a 65.130 de los sindicatos, 100.000 más, de los que dos terceras partes dedican su tiempo a ingeniar fórmulas para reducir la productividad, generar normas y reglamentos que impidan a los primeros generar empleos para los trabajadores que los segundos dicen representar.

«Mientras los trabajadores del sector privado están en ERTE, en el paro o ven reducido su salario, los del público ganan un 0,9% más de salario»

En 2020 se han perdido en España 360.000 empleos, los contratos firmados en diciembre de 2020 han caído un 22,1% en relación al mismo mes del año anterior. Los datos podrían ser peores porque todo el empleo destruido se da en el sector privado. ¡El público ha generado empleo! Las desigualdades injustas no terminan aquí. Mientras los trabajadores del sector privado están en ERTE, en el paro o ven reducido su salario, los del público ganan un 0,9% más de salario que en 2020 a costa del esfuerzo fiscal de los trabajadores del sector privado.   

Gastar más no es gastar mejor. Gastar más es garantía de gastar peor, con menos control. “El dinero público no es de nadie” dijo Carmen Calvo. “El dinero público no existe, es de los contribuyentes” dijo Margaret Thatcher. Entre un extremo insensato y eI otro, sensato, los datos, indiscutibles de nuestro país: el impulso fiscal de España hasta noviembre de 2020, o sea gasto público adicional e ingresos no cobrados durante la pandemia, ha sido del 4,3%, mientras que en los Estados Unidos ha supuesto el 9,1% de su PIB, en Alemania y en el Reino Unido el 8,3% y en Francia el 5,1%. En aplazamientos de impuestos y cotizaciones a la Seguridad Social, Francia ha dedicado el 8,7% de su PIB, Alemania el 7,3%, USA el 2,6%, UK 2% y España 0,4%.

No necesitamos gastar más, necesitamos gastar menos, mejor y cambiar la escala de valores.  El esfuerzo merece reconocimiento, ser puesto como ejemplo, no ser señalado como extractivo ni castigado con impuestos.

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