Gaseosas Feijoo

Las opciones de Núñez Feijóo para presidir el PP se enmarcan en un país que se encuentra instalado, en estos momentos, en la ultramodernidad gaseosa

En menos de un mes, el panorama político español ha conseguido superar en profundidad al pensamiento político europeo más hondo y renombrado. Ya no nos alcanzan ni Gilles Lipovetsky con sus aproximaciones a la era del vacío o al imperio de lo efímero en la postmodernidad ni el tantas veces citado y laureado Zygmunt Bauman, quien acuñó el término modernidad líquida. Nosotros ya estamos más allá de la solidez de lo postmoderno, alejándonos incluso del estado líquido para adentrarnos en lo gaseoso. España se encuentra instalada, en estos momentos, en la ultramodernidad gaseosa (tomamos el primero de los términos de nuestro filósofo José Antonio Marina; a poder ser, hay que acudir siempre a los de casa).

Como ocurre con las gaseosas, abierto nuestro futuro más inmediato con el imprevisible resultado de la moción de censura, una vez accionado el mecanismo de apertura de la botella, lo carbónico de la gaseosa se ha expandido, impregnándolo todo de un perfumado, afrutado y dulce aroma.

Historia de la gaseosa

Producto muy habitual en las mesas de casi todo el mundo, la gaseosa o soda es una bebida carbonatada (efervescente), incolora, saborizada y lo que es más importante, sin alcohol. Se suele considerar el año 1832 como el inicio comercial de este común líquido, cuando en la ciudad de Nueva York a un tal John Mathew se le ocurrió la feliz idea de mezclar agua con dióxido de carbono mediante una máquina denominada gasómetro agregándole además azúcar. Pues bien, esta brillante combinación dio paso a todo un variado elenco de bebidas carbonatadas refrescantes ya sobradamente conocidas, algunas de las cuales tienen un alcance absolutamente planetario, como Dr. Peper, Seven Up o la inevitable Coca-Cola.

La gaseosa, por su alto poder digestivo, llegó a venderse en las farmacias. Ello fue debido a que con anterioridad a Mathew, el médico Philip Syng Physick encargó a un químico que hiciese un preparado de agua carbónica para paliar los problemas de estómago que martirizaban a algunos de sus pacientes.

En España se descorcha la gaseosa de modo masivo a mediados del siglo XIX teniendo de inmediato un éxito efervescente. Y será una situación muy particular la que haga de la gaseosa una solución no solo a los problemas gástricos sino también a otros mayores: la gaseosa se vendía como paliativo del agua durante las epidemias de cólera. La ponzoña albergada en el agua corrupta emanada de las fuentes públicas no se usaba en las bebidas carbonatadas y por ello estaban consideradas como un refresco sano, facilitador de la circulación y, sobre todo, sin contaminación (en ocasiones, se anunciaban como “sifón higiénico”). La publicidad del producto transmitía sus virtudes medicinales alentando con ello una imagen de salud y alegría.

Hacia 1860 había en España solo diez fábricas de gaseosa, siete de ellas en Cataluña pasando a ser 675 industrias las productoras en el año 1900. En Galicia, la primera fábrica se abre en Santiago en 1874 y la segunda en 1886 en Cesures. Y así, el período hasta el inicio de la segunda mitad del siglo XX se considera la época dorada de la gaseosa así como la eclosión de sus marcas más renombradas: La Pitusa, Mimosa, Revoltosa o, en particular, Feijoo (sí, sin acento). Gaseosas Feijoo, como marca, tuvo dos enseñas productivas, una en el eje Santiago–Padrón y otra en Vigo.

Los experimentos, con gaseosa

Aunque la gaseosa, a partir del inicio de los años sesenta del siglo pasado, comenzó a perder terreno ante los nuevos refrescos, en particular los de cola (a medidos de los años 50 del siglo XX llegó a haber en España más de 3.000 marcas), mantiene todavía diversos modos de presencia en la vida española. Y así, parar aludir a la realización de algo importante precisando antes un tratamiento cauteloso y controlado, se dice que, en formato de prueba, se elabore con gaseosa.

Dicha expresión tiene su propia y documentada historia. Y cómo no, tratándose de gaseosa, la anécdota que da pie a la expresión nace en una taberna. Encontrándose don Eugenio D´Ors i Rovira con unos amigos en un bar celebrando un acontecimiento, se reclamó la presencia de una botella de champán. La impericia del camarero provocó que el carísimo líquido foráneo se desparramase por la chaqueta del escritor, a lo cual el egregio jurista respondió recriminando al mesero con una lacerante expresión: “Los experimentos, con gaseosa, joven”.

Al hilo de lo anterior, cuenta en su blog Iñaki Anasagasti, testigo privilegiado de la transición, en una entrada de título “López quiere gaseosa, Urkullu, champán”, una ilustradora anécdota:

“En el caluroso julio de 1978, se discutía en el pleno del Congreso, el texto constitucional aprobado en la ponencia. Se había llegado al famoso Título VIII. Manuel Fraga había presentado un voto particular a la totalidad a este título autonómico. Y para describir la, a su juicio, azarosa experiencia que iba a emprender el país, contó la muy conocida anécdota de Eugenio d’Ors.(…) El champán y la gaseosa se convirtieron así en el leit motiv de la jornada, y cuando Felipe González subió a la tribuna para pronunciarse contra el voto particular de Alianza Popular, aludió a la anécdota d’orsiana, aunque enmendando la metáfora fraguista: “Experiencias, como la que España está iniciando con las autonomías, dijo Felipe, no pueden hacerse con gaseosa. Hay que hacerlas con champán, pues de lo contrario no son válidas ni interesan a nadie”.

Llegados a este punto, no tenemos más que unir las piezas del puzle: irrupción gaseada de la crisis y la renovación, metáfora de la gaseosa, Feijoo (sin acento), Feijóo (con acento), experimentos, don Manuel Fraga, el pasado y, finalmente, quien represente el futuro.

Fácil sería acabar resumiendo todo lo expresado en esta inserción con el socorrido y manoseado lema de la conocida gaseosa “La Casera”, “Si no hay Casera, nos vamos” sustituyendo la marca por Feijóo (con acento). Pero, de hacerlo así, preferimos el soniquete de algo más nuestro, “La Pitusa”: “La mejor gaseosa, la más digestiva, ligera y gustosa”.

Manuel Carneiro Caneda es director general de IFFE Business School