¿Ganará el soberanismo ahora con Mas de President?
Poco a poco los diferentes grupos que conforman la CUP –Candidatura d’Unitat Popular– se han ido definiendo sobre la investidura de Artur Mas. Este domingo es el día definitivo. La asamblea se pronunciará y el grupo parlamentario tomará una decisión. Aunque los dirigentes de Junts pel Sí aseguran que no se puede dar nada por seguro, y que la CUP es impredecible, sí es cierto que se ha generado ya la expectativa de que Mas sea investido la próxima semana, antes de fin de año. La junta de portavoces de los grupos parlamentarios se reúne el lunes y el pleno se podría convocar el 29 y el 31, para votar en primera y en segunda vuelta.
Al margen de lo que ocurra, el soberanismo en su conjunto se juega su propia influencia en la sociedad catalana. En el seno de los partidos y de las entidades soberanistas se ha creado un debate oportuno. ¿Es o no mejor para el propio soberanismo, que se quedó en el 48% de los votos en las elecciones del 27S que Mas sea ahora investido President?
Y no hay una conclusión clara. O ta vez sí. La sociedad catalana se ha transformado en los últimos tres años, pero no con la intensidad que exhibe el independentismo. Es verdad que la independencia de Cataluña es hoy un objetivo para una parte no menor de los catalanes. Puede ser desactivada si existe un proyecto atractivo para España que apueste por reformas importantes, pero, por ahora, se mantiene firme. Existe. No es mayoritaria, pero se debe tener en cuenta.
El problema para el soberanismo es si debe iniciar ahora una hoja de ruta con Mas a la cabeza y el apoyo de una fuerza política muy respetable, pero que es una minoría en la sociedad catalana. Lo prueba el hecho de que en la asamblea de la CUP asistirán unas 3.700 personas, y no todas ellas son militantes de la formación, que no llega a tener 2.500 adheridos. Es decir, ¿todo el Govern de la Generalitat se va a jugar en una asamblea con esa parte ínfima de la sociedad catalana? Se dirá que no es para gestionar la Generalitat, si no para construir un proceso hacia la independencia. Parece que, en ese caso, precisamente, la mayoría debería ser mucho mayor.
Lo que está en juego, por tanto, es que si Mas inicia su camino con el apoyo de la CUP podrían aflorar todas las contradicciones del proceso, y la sociedad catalana, esas clases medias que se han decantado en los últimos tres años por el independentismo, podría abrir los ojos de forma definitiva y decir en voz alta que todo comienza a parecer un gran engaño.
El mismo soberanismo, el que de verdad cree que Cataluña podría lograr un acuerdo con el resto de España para dotarse de un autogobierno real, con una relación bilateral –ese era el objetivo real de Mas– podría verse perjudicado ante un inicio tan caótico como el que se avecina con el apoyo de la CUP.
Una de las falsedades del debate político en Cataluña se basa en la necesidad de romper con políticas de derecha, con el argumento de que se necesita un proyecto de clara transformación social. Hay lagunas y problemas, pero el estado de bienestar en Cataluña –aunque lejos de otros países europeos– no ha desaparecido. Lo que defiende la CUP es loable, pero es el producto de un debate de una minoría en Cataluña.
Por ello, el autogol del soberanismo si Mas inicia su camino con la CUP puede ser muy real.