¿Gana el padre o el hijo Godó?
Unos hechos sin opinión: el conde de Godó, Javier Godó, reforma la cúpula de su diario, La Vanguardia, porque la presión política y de su entorno empresarial impedía mantener el negocio en condiciones. Y los Godó son de esos editores que no sólo quieren influencia, sino que aspiran a ganar dinero. Aunque les parezca un Perogrullo, apenas quedan editores de medios en España con ese perfil. Ante la duda, repasen la propiedad de los principales medios del país y vean cuántos de ellos obtienen beneficios en los últimos cinco años.
El diario centenario se subió al carro soberanista tras la llegada de Artur Mas al poder y fue recompensado por ello sin medias tintas. El grupo Godó, en general. Lo que fuera necesario para sacar adelante la empresa política: licencias de radio, televisión, subvenciones directas, publicidad institucional, suscripciones en bloque… Siempre ha sido un diario contemporizador con el poder y un producto concebido para las clases medias bienpensantes de Barcelona; de calidad, eso sí. Jugó fuerte en lo empresarial y eso le permitió superar lo peor de la crisis sin endeudarse y con apenas algunos ajustes mínimos si se comparan con los de su competencia.
Godó ha demostrado que es tan buen empresario como editor. Vive de los recursos propios a la par que sostiene algunos negocios ruinosos. La división audiovisual perderá este año cerca de cinco millones de euros, porque aunque la radio (RAC1) tiene algo de beneficio el canal de televisión (8TV) pierde aún a raudales. Por eso, el movimiento de timón. Había llegado el momento de ajustar el producto a las nuevas necesidades del mercado.
Dicho de otra manera, el padre Godó ha impuesto sus tesis de negocio/periódico a las de su hijo Carlos, más financiero, menos preocupado por la ortografía de los titulares, más negocio/negocio. Pero justamente por eso, los cambios en la dirección del diario parecen tener un perfil de interinaje. Le gustan a Mariano Rajoy, a la Casa del Rey y… paren de contar. Esos son los raquíticos avales con los que llega Màrius Carol al cargo. Otra cosa será lo que él sea capaz de procurarse desplegando su habilidad para las relaciones públicas.
La Vanguardia recuperará durante un tiempo un tono menos radical en lo político. Interesaba al tacticismo de Madrid, pero también a varios partidos y políticos catalanes. ¿Duran Lleida? De los más entregados al cambio, pese a su histórica relación con José Antich. Es posible, sin embargo, que el grupo se vea obligado a refundar sus alianzas en lo empresarial. Y ahí padre e hijo de la larga estirpe editora tienen sutiles diferencias de criterio. El progenitor ha ganado la primera batalla, pero no la guerra larvada. Y ambos, en comandita, han perdido el control sobre la comunicación de sus propios cambios internos. Inédito y mal presagio.