Gambito de caballo
En los primeros días de Gobierno de Pedro Sánchez se han producido una serie de movimientos que bien podrían tener su reflejo en un tablero de ajedrez
Hay quien considera que la vida es como el futbol (la vida en noventa minutos), o como una caja de bombones o que, en el fondo, es un juego y que de serlo, cuando se considera bajo el prisma de una orientación finalista y estratégica, se asemejaría al ajedrez. Es más, el gran campeón Garri Kaspárov tituló su biográfico alegato a favor del milenario juego de tablero bicolor con el contradictorio título de “Cómo la vida imita al ajedrez”. Quizá, una vez más, imitando el también al gran maestro Bobby Fischer, intentó plasmar de otra manera su tan citada frase “el ajedrez es la vida”.
Y hasta es posible que ambos tengan razón, tal y como parecen querer demostrar los presentes acontecimientos en esa “imitación a la vida” que es la política. Las últimas intervenciones del presidente Sánchez semejan estar dirigidas por un maestro ajedrecista.
“En el ajedrez, como en la vida, el adversario más peligro es uno mismo”. (V. Smyslov).
Se denomina Gambito a un tipo de apertura en el juego de ajedrez que consiste en sacrificar una pieza al inicio de la partida, habitualmente una de menor importancia estratégica como el peón, con el objetivo de lograr una posición favorable y, en un futuro, obtener ventajas posteriores.
La jugada de gambito permite, en primera instancia, producir tres ventajas: facilita ganar tiempo, desconcierta y logra poner piezas en lugares inaccesibles al inicio y, finalmente, provoca debilidades en el contrario.
El Gambito por antonomasia lo representa el Gambito de rey. Dicho movimiento de apertura, propio de un ajedrez dinámico y de ataque, pensado para apropiarse del centro del tablero, principia con la oferta de sacrificio de un peón, este al lado del rey, para obtener una posición de dominio y provocar así la iniciativa en la partida para dirigirla. Según los manuales de ajedrez, este tipo de apertura resulta ser muy arriesgada por mostrarse agresiva en exceso y ser característica de la Escuela Romántica de ajedrez, que es aquella que se caracterizaba por la búsqueda de un juego espectacular y cuajado de vistosos efectos. En fin, como la vida misma, la imitación a la vida, se entiende.
Una vez aceptado el Gambito de rey (por cierto, jugada que se denomina Gambito de rey aceptado), las líneas estratégicas siguen dos caminos posibles: el Gambito de alfil y el Gambito de caballo.
“La vida es como un juego de ajedrez, cambiando con cada movimiento” (proverbio chino).
Paul Morphy fue el gran defensor del uso del caballo en la apertura del Gambito de rey. Experto en el uso del ataque como modo táctico de juego, deslumbró en su época, el siglo XIX, considerándosele su más grande ajedrecista, con una breve y brillante carrera a lo Bobby Fischer, quien lo valoraba entre uno de los diez mejores jugadores de todos los tiempos.
El Gambito de caballo, la variante principal posterior a la apertura del Gambito de rey, supone, como ocurrió anteriormente con el peón, el ofrecimiento de un posible sacrificio del caballo para forzar el movimiento del rey contrario, obteniendo jaque y un muy posible mate en tres jugadas. Además provoca la defensa del propio rey. En definitiva, jugadas de apertura rápidas y decididas, cuajadas de audacia y que provocan acciones y reacciones inmediatas y en ocasiones poco meditadas por parte del contrario. En fin, como la vida misma, la imitación a la vida, se entiende.
En esto parece haberse convertido la política patria, en un inmenso tablero de ajedrez sobre la piel de toro donde se escenifican jugadas, al estilo gambito, plagadas de golpes y contragolpes, preñadas de efectismo y con la consideración de que, en el fondo, la política no deja de ser un juego, un juego más. Pero, en realidad…
“El ajedrez no es como la vida… ¡tiene reglas!” (J. Pasternak, cineasta húngaro).
Hay que salirse del juego para, cotejándolo con la vida, darnos cuenta de que, como consideraba Anatoly Karpov, otro ajedrecista legendario, “el ajedrez es mi vida, pero mi vida no es el ajedrez”.
Si seguimos considerando al ajedrez como un referente para entender lo que está pasando con este gobierno comandado por Pedro Sánchez, podemos recurrir a otro ajedrecista renombrado, Savielly Tartakower, quien afirmó que los siete pecados del ajedrez son: superficialidad, voracidad, pusilanimidad, inconsecuencia, dilapidación de tiempo, excesivo amor a la paz y bloqueo.
Qué curioso porque de cada uno de estos pecados podemos encontrar equivalencias posibles en las acciones de estos primeros 100 días del gobierno de Sánchez. También es frase feliz de Tartakower la que considera que “una partida de ajedrez se divide en 3 etapas: la primera cuando piensas que tienes la ventaja, la segunda cuando crees que tienes la ventaja y la tercera… ¡cuando te das cuenta que vas a perder!”.
Como en todo juego, si se desconocen las reglas y la enajenación nos lleva a desgajarnos de la realidad, se puede acabar considerando que el ajedrez es la vida y que la vida son jugadas de ajedrez. Pues no, y mucho menos la política, que no debiera ser cosa de juegos.
“Gambito de caballo” es también el título de un libro extraordinario del magnífico escritor americano William Faulkner. Compuesto por seis relatos de corte policiaco que tienen como protagonista al fiscal del distrito de Yoknapatawpha, territorio inventado situado al norte del rio Mississippi. Gavin Stevens, recomendamos vivamente la primera de las narraciones, titulada, muy a cuento, “Humo”.
P.D. Según puede verse en un video publicado en Youtube de título “Sobre la relación entre ajedrez y política”, Iván Redondo, actual asesor áulico del presidente Sánchez, resulta ser un consumado… ajedrecista. Entenderán muchas cosas.
Manuel Carneiro Caneda es director general de IFFE Business School