Frankenstein se ha instalado en la Moncloa

Un Gobierno que socializa las pérdidas y personifica los aciertos genera un extraño juego de intereses entre socios de distinta índole

La construcción del monstruo

La relación dialéctica que mantienen la pandemia de la Covid-19 y el gobierno de coalición de PSOE y Unidas Podemos evidencian varias cosas:

  1. Un Gobierno que práctica la desinformación –difusión de mentiras, propagación de mensajes falsos y omisión de información- con el objeto de engañar o ilusionar a la ciudadanía en beneficio propio. Pedro Sánchez y Pablo Iglesias recuperan una máxima leninista: “la información es un arma no muy diferente de las bombas”. La frase se pronunció unos días después de la Revolución de Octubre al ordenar el cierre de la prensa contrarrevolucionaria.     
    1. Un Gobierno que elude las responsabilidades y socializa su ineficiente gestión de la pandemia cargando las culpas en las Comunidades Autónomas. En cualquier caso, el Gobierno asume el mando único –Yo, el Príncipe de la Vacuna- en la distribución de la vacuna. 
  2. Una España autonómica que no parece estar de acuerdo consigo misma, porque la legalidad la iguala. Cosa que se traduciría –una manera de socializar los errores con el Gobierno- en la ineficiente gestión en la  lucha contra la pandemia. ¿Alternativa? ¿Quizá un Checkpoint Charlie autonómico?  
  3. Unas autonomías de vocación secesionista que -además de estar acampadas en España, como decía Manuel Azaña- aprovechan la coyuntura de la pandemia para dar un salto adelante en su hoja de ruta. Pere Aragonés, después de pactar los Presupuestos Generales del Estado, afirma que “los independentistas tenemos que seguir construyendo la República. Arnaldo Otegui percibe los Presupuestos como paso previo a la “República Vasca”.   
  4. Un Gobierno populista que pacta con los nacionalismos para conservar el poder. Todo vale, incluso el acuerdo con esas fuerzas democráticas ejemplares llamadas EH Bildu y ERC. ¿A cambio de qué? Todo vale:  exclusión del castellano como lengua vehicular en la escuela, levantamiento del control de las finanzas de alguna Autonomía que hace un uso inadecuado de las mismas, cogestión del dinero público, armonización fiscal, cesión de terrenos militares y otras nimiedades.  

Intereses creados                           

En un momento determinado de Los intereses creados (1907), un personaje de Jacinto Benavente pronuncia la frase según la cual “mejor que crear afectos es crear intereses”. Lo que está ocurriendo hoy en la política española –la ya citada entente entre populismo y nacionalismo- responde a la sentencia del dramaturgo madrileño.

En efecto, Pedro Sánchez y sus socios han diseñado un pacto que interesa y beneficia a quienes –ya sea de forma implícita o explícita: ahí están los Presupuestos Generales del Estado- lo firman. Veamos.  

PSOE. A cambio de cesiones como las señaladas anteriormente, y las que vendrán, se asegura el cumplimiento íntegro –quizá con una prórroga de los Presupuestos- de la legislatura al tiempo que aviva y alimenta el frentismo y cultiva la imagen de gobierno progresista sin tacha. Cosa que –frentismo y progresismo se retroalimentan- puede serle de gran utilidad para recoger los votos que Podemos perderá en las próximas elecciones.   

Unidas Podemos. Como colaborador necesario y muñidor en parte del pacto frentista y soi-disant progresista, el podemismo y los restos del viejo comunismo intenta limpiar la imagen de un partido revolucionario que, pese a cooperar con la socialdemocracia, continúa estando por la labor como se demuestra con la política de alquileres y desahucios -¿un ataque a la propiedad privada?- consensuada con PSOE. Así -¡somos útiles- se recuperaría el voto perdido.

EH Bildu. El segundo partido del País Vasco en número de votos, pacta con el PSOE para blanquear su imagen -es el PSOE quien los blanquea- y mostrar que ellos también son útiles. Objetivo: destronar electoralmente al PNV y alcanzar el poder en el País Vasco.    

PNV. Al nacionalismo vasco tradicional le interesa el pacto con PSOE-Unidas Podemos para seguir mostrando su utilidad –el cupo, la “y griega ferroviaria”, la cesión de un cuartel y la próxima trasferencia del régimen económico de la Seguridad Social y la gestión de las prisiones- frente a la heteróclita muchachada –poco de fiar- que proviene del movimiento batasuno y la extrema izquierda 

ERC. En plena guerra electoral con JxCat, el pacto consolida el liderazgo que le confieren las encuestas y consagra una “moderación” –nosotros gobernaremos mejor- que recibe una importante cantidad de dinero a fondo perdido. Añadan, la gestión tú a tú de recursos, el levantamiento del control financiero y una armonización fiscal –esa obsesión por la Comunidad de Madrid- que atenta a la autonomía y la corresponsabilidad fiscal. ¿Un indulto o reforma del Código Penal pro políticos presos?

El humor negro lo ha puesto el ministro José Luis Ábalos al asegurar que el pacto se hace “a favor de España”.  

Un fantasma deambula por la Moncloa

El pacto con el nacionalismo –previa exclusión del mismo de Ciudadanos- confirma tres cosas:

  1. Que Pedro Sánchez, libremente y conscientemente, ha decidido aprobar los Presupuestos Generales del Estado con unas fuerzas políticas que buscan desarticular España. 
  2. Que Pedro Sánchez ha formalizado una mayoría legislativa frentista con dichas fuerzas.
  3. Que Frankenstein ha llegado a la mayoría de edad y se ha instalado ya en la Moncloa.    

El monstruo de Frankenstein -personaje inventado por Mary Shelley en 1818: un ser creado con fragmentos de cuerpos diseccionados- admite diversas interpretaciones.

Hay quien lo asocia a los problemas que genera una ciencia que va más allá de lo razonable, quien aprovecha la ocasión para reflexionar sobre las consecuencias negativas o perversas de la acción, quien advierte del peligro de jugar a ser Dios, quien avisa del riesgo que implica la liberación de las fuerzas desconocidas.

A lo dicho, hay que sumar tres interpretaciones más: el monstruo sería una celebración de la diferencia, o una manifestación simbólica del pensamiento revolucionario, o una alegoría sobre la caída del hombre y la consiguiente pérdida del paraíso. En cualquier caso, todas las interpretaciones tienen un substrato común: el monstruo no nace, se construye.

Finalmente, el monstruo y sus ideales devienen una pesadilla. Tan es así, que la historia de Frankenstein termina mal: después de matar a los seres queridos, después de ser expulsado de la sociedad –se le rechaza por su grotesca fealdad y su maldad-  muere ahogado en el Ártico. Quien también desaparece en el Ártico es su creador y perseguidor en la novela de Mary Shelley, Víctor Frankenstein.

Les invito a que traduzcan la historia de Frankenstein a la realidad española de hoy. 

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