Francia será implacable y nosotros también deberíamos serlo

¿Qué decir? ¿Qué punto de vista algo original puede aportarse sobre la tragedia ya demasiado repetida? ¿Cómo analizar desde una perspectiva mínimamente lógica algo que carece por completo de sentido?

Cuando 10 ó 15 individuos pertrechados con armas, envueltos en cinturones de explosivos, van por la calle disparando a personas sentadas con normalidad en la terraza de un bar, se autoinmolan junto a un estadio donde hay reunidas miles de hombres y mujeres para ver un partido de fútbol o irrumpen en una discoteca con el objetivo de matar a los jóvenes que están allí, ¿qué argumentos cabe emplear en su inexistente explicación?

Y, sin embargo, no podemos caer en la melancolía. La insistencia de los bárbaros en el terror no debe callarnos, resignados, pensando que todo ya se ha dicho. Habrá que repetir una vez más y ante todo nuestra solidaridad con las víctimas. Decirlo de nuevo aunque muchos crean que ya se ha dicho demasiadas veces.

Y a los que insistan hacerles ver cómo en esa terrible noche de viernes, con un París desconcertado y asustado, un gobierno herido y reconociendo el horror de la situación, cientos, tal vez miles, de ciudadanos pararon sus coches espontáneamente para hacer de chóferes de aquellos que se habían quedado colgados ante la parálisis de buena parte del transporte público. O, forzando algo más el recuerdo, esas colas interminables de ciudadanos en Madrid prestos a donar sangre a las víctimas de aquel infame 11M. En medio del espanto, siempre acaba rompiendo con fuerza la fraternidad entre la gente de buen corazón.

Dijo Hollande que Francia será implacable y, aunque esa rotunda declaración no amedrente a los actuales o futuros terroristas, ése es seguramente el camino. Los valores de la democracia, la igualdad y la libertad deben ser defendidos implacablemente, sin concesiones.

La sociedad abierta que hemos construido, con todos sus defectos y oportunidades de mejora, no puede retroceder ni un paso y menos ante aquellos que pretenden devolvernos a la Edad Media, si es que realmente tienen alguna propuesta que no sea pura y llanamente la de la violencia y el terror justificados en su particular teocracia.

Inflexibles en la defensa de las libertades y nada timoratos a la hora de combinar la custodia de esos valores con las exigencias de mayor seguridad para intentar que no vuelvan a reproducirse noches como la de este viernes.

Un estado moderno puede combinar una mayor vigilancia de sus ciudadanos con la preservación de las garantías individuales, siempre que haya los controles democráticos adecuados. No puede haber contradicciones que nos debiliten. Este nuevo golpe contra ciudadanos de la República Francesa es un nuevo atentado contra las libertades democráticas y ante ello debemos, como asegura Hollande, ser implacables.