Francesc Homs, el perfecto convergente
Retórica. Francesc Homs es hábil en la utilización del lenguaje. No dice apenas nada. Pero es convincente. Para los suyos. Para los que ya saben lo que escucharán. Le gusta el uso de giros, de frases hechas, con invocaciones religiosas, que entroncan con el carlismo familiar de la mayoría de los nacionalistas catalanes.
Se trata de ese carlismo que ha sustituido los crucifijos por las esteladas, pero que mantiene las apelaciones a Dios para que les ayude en todas sus acciones políticas. La última obra de Homs es la votación de Convergència en el Congreso, para elegir a la presidenta Ana Pastor y a los miembros de la Mesa.
Homs ha jugado a todas bandas. Lleva meses buscando la complicidad de la izquierda española, con la idea de que Pedro Sánchez se atreviera a presentar una alternativa al PP. Sabe que el proceso soberanista es una quimera, que se planteó mal, que no se puede declarar nada de forma unilateral, y que el pacto es la regla número uno de cualquier catalán. El de siempre y el contemporáneo.
Pero a Homs le gusta marear la perdiz, y ha acabado ordenando el voto de los suyos para que Pastor, la ministra admirada por consellers como Santi Vila, pero criticada con contundencia por los más duros nacionalistas por los desastres en Cercanías o por la falta de inversión real en el corredor Mediterráneo, sea la presidenta del Congreso.
Y aunque era suficiente el voto en blanco, Convergència habría prestado hasta cinco de sus ocho diputados para asegurar el tiro y permitir la vicepresidencia primera para un miembro de Ciudadanos, Ignacio Prendes, y la vicepresidencia tercera para Rosa Romero, del PP. Todo muy estudiado, todo para que el PP facilite a CDC tener un grupo propio en el Congreso.
Es lícito. Es, incluso, loable. Porque la política sirve para lograr alianzas, para encontrar puntos en común, para romper los bloqueos. Y no es menor, ni para CDC ni para ningún otro partido, no tener grupo propio, cuando, en realidad, se han logrado ocho diputados, aunque con la ley en la mano Convergència no haya alcanzado el 15% de los votos en cada una de las circunscripciones en las que se presentó.
Lo que no es presentable, y Homs lo sabe, es haber llevado a Cataluña hasta la actual situación desde 2012, animando a ciudadanos catalanes que sí creyeron que la independencia era algo tangible, y cercano en el tiempo. Y tuvo una gran responsabilidad, al ser el consejero áulico de Artur Mas.
Homs es el perfecto convergente. Pero lo dejo de ser, y ahora trata de recuperar el terreno. Es capaz de asegurar que CDC le votará a él, para la presidencia del Congreso, en la primera vuelta, como un acto de rebeldía, porque está imputado por «poner las urnas» el 9N, –la pseudoconsulta soberanista– y quedarse tan ancho después tras facilitar la presidencia de Ana Pastor. Pero es un paso.
Convergència está de vuelta. Aunque a Homs le costará ahora explicar su pasado reciente. Le toca convencer a los suyos, y rehacer los puentes en Cataluña. Igual él ya no puede hacerlo. Pero puede iniciar el camino en Madrid. Comienza una nueva etapa.