Francesc Cabana, un héroe
Hace años que leemos a Francesc Cabana Vancells. Este historiador económico tiene una amplia obra publicada sobre Cataluña, sus empresas, empresarios y grupos financieros. En virtud de esa larga producción bibliográfica, el abogado se ha consagrado como uno de los autores de referencia para conocer algunos hechos relevantes de la burguesía catalana de los dos últimos siglos.
Una vez hecho este reconocimiento de sus trabajos, debe agregarse que Cabana no es el tipo de historiador que forma parte de la escuela científicamente más reconocida. Podría decirse que lo suyo tiene un gran mérito desde la perspectiva de arqueología documental, pero que su análisis histórico hace aguas por demasiadas vías. La historia de campanario, romántica y épica que explica a menudo debe leerse con distancia, puesto que el rigor académico y el análisis social no son su fuerte.
Cabana fue fundador de Banca Catalana, pero es igual. Ni se le conoce como banquero ni tampoco cuenta con una grandísima reputación como historiador del nacionalismo económico, más allá del valor de sus trabajos desde una perspectiva aglutinadora de fuentes y documentos inéditos. Al bueno de Cabana se le ha conocido durante muchos años como el cuñado de Jordi Pujol Soley, quien fuera presidente de la Generalitat y hasta el verano pasado un político reconocido.
El cuñado dijo ante el Parlamento catalán que de herencia recibida no hubo nada de nada
Casado con Maria, la hermana de Jordi Pujol, Cabana ha tenido la valentía de asistir a la feria parlamentaria de la comisión de investigación que tiene lugar en estas fechas para hablar claro y sin tapujos. Dijo que de herencia, nada de nada. Que los fondos de los Pujol ubicados en el extranjero durante años y detectados en Andorra hace poco no proceden de ningún legado del padre (suegro del historiador), Florenci Pujol.
Es la segunda vez que da la cara. La primera ocasión fue el día después de la confesión de fraude fiscal de Pujol, cuando explicó ante la prensa que su cuñado había aterrizado por su casa el 25 de julio de 2014 y que frente al matrimonio les alertó de que hablaría de una herencia de su padre en la confesión que hizo horas después. En el Parlamento catalán, Cabana ha aclarado más la situación: ni el desaparecido Florenci dejó una herencia a su hijo Jordi, ni éste tiene credibilidad alguna en sus excusas legales para evitar que él o sus hijos se vean ante el dilema de explicar cómo obtuvieron los fondos hallados en Andorra.
El ex presidente se refugió, aconsejado por Albert Carrillo y Cristóbal Martell, en esa milonga de la herencia para afrontar un eventual delito: la posesión de fondos en el extranjero que ni habían pasado por la lupa tributaria ni tampoco por la del origen lícito y la procedencia regular. Tras escuchar al cuñado Cabana da un poco lo mismo qué pueda suceder. Es probable que a la justicia le falten elementos para encausar al patriarca de un clan familiar que llevó el ejercicio del engaño hasta límites inimaginables. Sin embargo, será terapéutico para muchos nacionalistas convergentes de toda la vida. La declaración del historiador debería resultar suficiente para entender que, con independencia del resultado final de este proceso jurídico-político, Pujol vendió una idea de país y de persona que eran un completo fraude en su dimensión conjunta.
Cabana es un héroe, un cuñado mayúsculo. En lo sucesivo leeré todavía con mayor atención y cariño sus libros.