Fitur y el turismo que viene
A pocos días para que arranque Fitur es bueno recordar que estamos ante una industria que, pese a la crisis que está viviendo Europa, tiene posibilidades de crecimiento. El aumento incesante procedente de los países emisores emergentes así lo corrobora.
La feria madrileña no es, sin embargo, un lugar donde se mueva mucho negocio. Nada comparado con Londres o Moscú, por poner dos ejemplos donde sí realmente hay intercambios provechosos. La de la capital española está centrada en el consumo interno y, de hecho, la gente dice aquello de “tenemos que estar, pero no sabemos muy bien para qué”.
La parafernalia de algunas comunidades autónomas, que han llegado a ocupar pabellones enteros, sólo se justifica, muchas veces, para que políticos locales o regionales se luzcan con sus séquitos durante varios días. Catalunya en los últimos años ha ido con un stand modesto, pero bien planteado.
En él, las marcas territoriales se ordenaban y agrupaban y se presentaban al mismo tiempo los diversos productos especializados: turismo de naturaleza, activo, gastronómico… También una muestra de artesanía y del ámbito agroalimentario. De hecho, desde la modestia, Catalunya ganó varios años el premio a la mejor representación.
Pero cerremos el inciso. La efectividad de Fitur, como decía al inicio, es escasa y en este sentido, en Catalunya, se recomendó tanto a particulares como a patronatos locales y territoriales que si lo que querían era ser eficientes en la promoción, mejor que utilizaran los servicios que ofrecía la Agencia Catalana de Turismo a través del Espacio Blanquerna. Esta vía se ha demostrado la más segura porque permite a lo largo del año hacer varias presentaciones donde los agentes privados y la prensa prestan más atención.
Estas ferias sí sirven para ver las tendencias más avanzadas. Y ahora mismo el turismo sostenible, el turismo responsable, el turismo de la experiencia y el turismo cultural están en alza. Incluso los sectores más clásicos, como el turismo de litoral, deben evolucionar ofreciendo complementos basados en la singularidad del territorio, que acaba siendo siempre una singularidad cultural.
Y es en este sentido que me alegra ver la evolución que está haciendo la gestión municipal de Barcelona. Curiosamente desde el área de cultura. Esta misma semana, el descubrimiento de la existencia de una Barcelona dual visigótica y arriana y una de católica y francorromana, no es sólo una buena noticia para los eruditos. Da más elementos que, explotados museisticamente, añaden singularidades a la Barcelona actual.
La política de Jaume Ciurana a favor de una planificación activa de la investigación arqueológica, estableciendo objetivos prioritarios, para cubrir huecos y agujeros negros en el discurso sobre la ciudad, tendrá consecuencias turísticas por poca inversión que se haga en museografía física o virtual 2.0.
Es un caso de manual, donde la investigación básica sobre arqueología, historia política, social o cultural, tiene una aplicabilidad inmediata y un retorno económico y social, si se pone después en manos de buenos equipos museográficos o de divulgación cultural.
Este aspecto y la mentalización que la programación cultural espectacular de la ciudad se debe pensar en clave de atracción de turismo cultural o de escapadas son indicativos sobre hacia dónde hay que ir.