Fiscalización

Hace siete años, después de un intenso proceso participativo, se aprobaba con la unanimidad de los partidos políticos, agentes socioeconómicos y universidades el Plan Nacional para la Investigación y la Innovación. Uno de los resultados del plan era la necesidad de reagrupar los esfuerzos de las universidades, los centros de búsqueda y tecnológicos y las empresas en el entorno de focos compartidos. Los focos tenían que dar solución a alguno de los retos o tendencias actuales de la sociedad que hacía poco había clasificado un estudio de la OCDE para el siglo XXI.

Fruto del intenso trabajo, realizado con apoyo de expertos internacionales, se derivó la existencia de 17 retos a los que Cataluña podía hacer frente con capacidad de convertirse en un polo de excelencia internacional. Estos retos se agruparon en tres grandes paquetes: uno, de smart city y sostenibilidad; otro, de servicios a las personas; y el tercero de tecnología y ciencia transformadoras. El método se había diseñado emulando otras experiencias europeas nórdicas, de Alemania y Francia, o Corea.

Inmediatamente después de la tarea hecha en Cataluña, el Ministerio de Ciencia y Universidades en Madrid puso en marcha los campus de excelencia que obligaban a las universidades a marcar ciertos objetivos de especialización, pero, como siempre, sin dotación que no fuera el endeudamiento a cargo final de las autonomías.

A la postre, algunos centros de investigación, algunos centros tecnológicos y algunas universidades territoriales se pusieron las pilas y junto con los nuevos clústeres empresariales, empezaron a comprobar las ventajas de los procesos colaborativos en el periodo 2007-2014 a remolque también del calendario de los fondos europeos.

Ahora ha sido la misma Unión Europea la que ha elegido priorizar las políticas de focalización con el programa RIS3. Y Cataluña, a partir del trabajo hecho antes, ha comprimido todavía más su focalización en 7 ámbitos: alimentación, energía y recursos, sistemas industriales, industrias basadas en el diseño, industrias relacionadas con la movilidad sostenible, industrias de la salud e industrias culturales y basadas en la experiencia.

En esta dirección, hoy me toca dar a conocer la tarea emprendida por la Universitat de Girona, que ya se posicionó en el foco del agua y el turismo y que ahora emprende el programa FOCO, precisamente para acelerar el proceso de transferencia entre universidad y sociedad, con la consecuente mejora del bienestar, de los puestos de trabajo y del regreso económico a la misma búsqueda, faltada como nunca de recursos.

Uno de los responsables del proyecto es el vicerrector de planificación, innovación y empresa de la UdG, Ramon Moreno, con el que habíamos colaborado en la fase de definición y arrancada del plan nacional de I D. De nuestras visitas a Corea, Escocia, Finlandia, Alemania y Francia nos quedó claro que había que impulsar la confluencia de ámbitos de búsqueda en el entorno de retos.

Que el dinero suplementario a la búsqueda sólo puede ir a los focos que tengan una justificación social por su necesidad y/ o por su eficiencia económica y laboral. Que sólo con incentivos económicos –y con desincentivos– se podía superar el corporativismo de las facultades y de los grupos de investigación universitarios para alinearlos en objetivos de excelencia y responsabilidad social. Que la transversalidad de competencias y ámbitos científicos que intervienen en la solución de un reto focalizado es una fuente de creatividad e innovación insuperable. Que la promiscuidad entre científicos, profesores, tecnólogos, empresarios y usuarios está en la misma base del progreso.

En el caso de Girona, quizás alguien podría pensar que esto del agua y turismo es una tontería o que afecta sólo a las facultades de química, ingeniería, ambientales y turismo. Nada más lejos. El turismo y su sostenibilidad es uno de los grandes retos del siglo XXI. Y el agua como un elemento clave de la vida de los ciudadanos, de la vida en la tierra y ámbito del ocio de millones de personas une dos de los 17 retos de 2008 y dos del RIS3 de 2014. El circuito cerrado del agua desde la captación a la depuración; el ahorro del consumo; su utilización pensante en la población turística; el turismo cultural y sostenible y sus nuevos productos de la industria de la experiencia, etc.

Pero como decía antes, la transversalidad de este foco no tendría que morir en dos o tres facultades y centros de investigación. Una universidad que apueste por la focalización tiene que conseguir con paciencia pero sin desfallecer que todas las facultades tengan en algún tramo de su saber hacer elementos vinculados al foco. Empresariales del turismo y el agua; derecho del turismo y/o del agua; medicina, ciencias sociales o didáctica de ídem.

De esta fecunda mezcla y de la conexión con el destinatario final –la población, el usuario o el cliente– tiene que salir, no sólo un alta eficiencia innovadora, sino, probablemente, nuevos planteamientos educativos que harán aparecer nuevos másteres o, incluso, nuevos grados, más cerca de las nuevas necesidades del mundo.

Macedonia

La actualidad de la semana demuestra que estamos en un bucle. El fiscal y el abogado del Estado no acusarán la infanta Cristina por el caso Nóos. España es el único Estado que no concreta proyectos para el plan Juncker; ni los recomendados por la UE: corredor mediterráneo, enlaces del puerto de Barcelona. ¿Porque será? Imputados en la Gürtel planean bloquear el caso aprovechando el acuerdo del CGPJ sobre Ruz. Aparece el cuadro de retribuciones de altos cargos de la Administración, y se constata que es un auténtico desastre. Fernández Díaz aprueba la ley mordaza, una vuelta de tuerca más en la musculación represora del Estado. Finalmente, Rajoy nos avisa que la crisis ya es historia. Y viene el Rey a Cataluña y nos dice que «mejor unidos».